Hoy realmente experimenté el dolor: Fui invitada a un almuerzo por una muy querida amiga, que vive a 38 kilómetros de mi casa, así que me tomé una hora para llegar y, realmente pudo más el cariño que siento por ella que el dolor en mi mano y el estrés... les cuento resumidamente: dispuse evitar el Centro Histórico, por ser Viernes de Dolores, así que tomé la Calle Martí, rumbo al periférico y había un tráfico de película.
En el periférico, tuve que rebasar a cerca de ¡50 tráilers! en medio de un tráfico tupidísimo, caracterizado por pilotos imprudentes y desesperados, mientras otros motoristas me seguían e intentaban rebasar cuando circulábamos en medio de las filas interminables de autos, camiones y autobuses, hasta que se dieron cuenta que lo mejor que podíamos hacer era marchar todos en fila india, para poder seguir avanzando en aquel nudo vehicular, donde desde luego no faltaron los conductores de autos desesperados que se cambiaban de carril sin ver por sus retrovisores que una enorme fila de motos circulaba a su par (uno que iba delante de mí casi va a parar al suelo cuando uno de estos imbéciles se le atravesó "para cambiar de carril" y al frenar le derrapó la llanta trasera. Menos mal que no pasó a más).
Cuando circulaba a inmediaciones del colegio Alemán (cerca de la sede del Comité Prociegos), me empezó a doler la mano al no poder moverla del mango del acelerador y llevarla sobre la manecilla del freno delantero, pero seguí. Al llegar a la colonia Granai, no hubo más alternativa que saltarse el arcén (arriate), para poder seguir por el carril auxiliar ya que solo las motos pueden pasar entre los obstáculos colocados por la PNC, para que no circulen autos frente a la subestación allí situada.
La incorporación a la calzada Aguilar Batres fue toda una odisea, porque además de la saturación vehicular, la están "ampliando", así que aparte del tráfico, había que ver que no te fueras a topar con algún volcán de materiales o derribaras alguna de las señales colocadas para señalar la construcción.
Cuando tomé la bajada de Villalobos, finalmente, la fila india de motos se desintegró y todos los "payasos desesperados" aceleraron sus máquinas, como para demostrar que la moto de ellos era "la que más corría"... ¡Pobres jóvenes tontos!
Luego de Villa Nueva empecé a ascender por la cuesta de "la Sonora" y al llegar al cruce de la colonia Santa Isabel 2, ¡Empezó a llover!, así que abandoné la carretera y me detuve para vestir la capa y botas de hule que siempre llevo conmigo, mientras veía pasar a todos los motoristas corriendo más "para no mojarse". Sonreía para mí misma al observar la estupidez de tanto piloto "sin seso", como yo les llamo, porque la capa SIEMPRE has de llevarla, aunque sea época de verano, como la que actualmente vivimos.
Cuando reanudé mi marcha, noté que el dolor de mi mano derecha había desaparecido, porque lo que pasaba es que no podía cambiarla de posición y, al vestirme con la capa, lo había hecho.
Antes de llegar al paso a desnivel de Bárcenas, "la cosa se puso fea", porque el tráfico denso casi se detuvo y todo mundo buscaba por dónde continuar su marcha... Finalmente, encontré un trailer que por ir de prisa y, al intentar frenar sobre el asfalto recién mojado (que se torna sumamente resbaladizo), frenó el cabezal, pero el peso de la carga en el furgón "lo empujó" y el piloto (obviamente inexperto en esos menesteres) quiso salirse de la carretera mientras el cabezal era empujado por el peso de la carga y al abandonar el asfalto con las llantas "patinando", al llegar a la tierra "se ensartaron" en ella y el cabezal prácticamente fue arrollado por el furgón que halaba, siendo arrastrado así, hasta que finalmente se detuvo quedando el cabezal casi debajo del furgón. Al ver que no habían heridos, lo esquivé y viré a la derecha, rumbo a Bárcenas...¡Ahí, finalmente encontré el camino sin tráfico!
Cerca de 500 metros adelante, un muchacho "dos que tres" de guapo caminaba bajo la lluvia y me detuve para preguntarle respecto a cómo llegar hacia donde me dirigía. Él muy sonriente me dijo: "yo voy para allá, si me dá jalón yo la guío", a lo que accedí y lo monté en el sillón de atrás de mi moto...
Así llegué "sana y salva" a casa de mi amiga para almorzar juntas y charlar durante algunas horas antes de iniciar la odisea del regreso (que les contaré en otra entrega).
El resumen es: que para recorrer en moto los 38 kilómetros de distancia que nos separan, el tiempo fue de 1 hora y 34 minutos, ¡Aunque usted no lo crea!
La incorporación a la calzada Aguilar Batres fue toda una odisea, porque además de la saturación vehicular, la están "ampliando", así que aparte del tráfico, había que ver que no te fueras a topar con algún volcán de materiales o derribaras alguna de las señales colocadas para señalar la construcción.
Cuando tomé la bajada de Villalobos, finalmente, la fila india de motos se desintegró y todos los "payasos desesperados" aceleraron sus máquinas, como para demostrar que la moto de ellos era "la que más corría"... ¡Pobres jóvenes tontos!
Luego de Villa Nueva empecé a ascender por la cuesta de "la Sonora" y al llegar al cruce de la colonia Santa Isabel 2, ¡Empezó a llover!, así que abandoné la carretera y me detuve para vestir la capa y botas de hule que siempre llevo conmigo, mientras veía pasar a todos los motoristas corriendo más "para no mojarse". Sonreía para mí misma al observar la estupidez de tanto piloto "sin seso", como yo les llamo, porque la capa SIEMPRE has de llevarla, aunque sea época de verano, como la que actualmente vivimos.
Cuando reanudé mi marcha, noté que el dolor de mi mano derecha había desaparecido, porque lo que pasaba es que no podía cambiarla de posición y, al vestirme con la capa, lo había hecho.
Antes de llegar al paso a desnivel de Bárcenas, "la cosa se puso fea", porque el tráfico denso casi se detuvo y todo mundo buscaba por dónde continuar su marcha... Finalmente, encontré un trailer que por ir de prisa y, al intentar frenar sobre el asfalto recién mojado (que se torna sumamente resbaladizo), frenó el cabezal, pero el peso de la carga en el furgón "lo empujó" y el piloto (obviamente inexperto en esos menesteres) quiso salirse de la carretera mientras el cabezal era empujado por el peso de la carga y al abandonar el asfalto con las llantas "patinando", al llegar a la tierra "se ensartaron" en ella y el cabezal prácticamente fue arrollado por el furgón que halaba, siendo arrastrado así, hasta que finalmente se detuvo quedando el cabezal casi debajo del furgón. Al ver que no habían heridos, lo esquivé y viré a la derecha, rumbo a Bárcenas...¡Ahí, finalmente encontré el camino sin tráfico!
Cerca de 500 metros adelante, un muchacho "dos que tres" de guapo caminaba bajo la lluvia y me detuve para preguntarle respecto a cómo llegar hacia donde me dirigía. Él muy sonriente me dijo: "yo voy para allá, si me dá jalón yo la guío", a lo que accedí y lo monté en el sillón de atrás de mi moto...
Así llegué "sana y salva" a casa de mi amiga para almorzar juntas y charlar durante algunas horas antes de iniciar la odisea del regreso (que les contaré en otra entrega).
El resumen es: que para recorrer en moto los 38 kilómetros de distancia que nos separan, el tiempo fue de 1 hora y 34 minutos, ¡Aunque usted no lo crea!