domingo, 21 de febrero de 2016

Segundo domingo de Cuaresma (20160221)


Segundo domingo de Cuaresma    (20160221)

Hoy hubo un bullicio inusual en la calle, porque hoy pasaría frente a la casa que habito la mini procesión que pasa año con año... Los vecinos de siempre (por cierto, los que han nacido y crecido en la cuadra), vuelven afanosos a reunir a sus familias y amigos para hacer pequeñas alfombras antes que pase el cortejo, mientras los nietos corren y gritan por la calle jugando “tenta” o ¡Qué sé yo qué!
Finalmente, las obras de ese arte efímero quedan concluidas y se dedican a regarlas para mantenerlas frescas y libres del viento y sean destruidas. Mientras, la calle permanece cerrada de esquina a esquina por obstáculos que los propios vecinos han improvisado y colocado para impedir la circulación de vehículos y, los niños corren y gritan cuando se acerca a ellos quien “lleva la tenta”
Poco a poco se hace más cercano el retumbo de los bombos y timbales que marcan el paso de la procesión y las carreras y gritos de los niños van desapareciendo del ambiente y todos acarrean sillas del interior de sus viviendas y encendiendo las luces del frontispicio, para presenciar en primera fila, el paso del cortejo. Las expresiones generalizadas se tornan serias cuando en la esquina se divisan los primeros estandartes y aparecen los primeros cucuruchos, quienes muy ufanos lucen sus atuendos medioevales con una especie de orgullo, para que le reconozcan como alguien con alguna o ninguna autoridad entre la mal entendida religiosidad del barrio.
Al paso de las imágenes todos están serios, algunos se santiguan y otros tantos fijan su mirada en las esculturas llevadas en hombros como señal de fe, pero cada cual es libre de pensar y actuar como sus creencias les dicta, mientras la cuadrilla municipal de barrenderos que marcha pacientemente detrás empieza a hacer su faena y el camión de basura les alumbra con sus fanales, para luego esperar que le echen más carga en la palangana trasera y la cuadrilla proceda a recoger los desechos de la siguiente obra de arte efímero que ha sido pisoteada por tal manifestación.
Las imágenes desaparecen poco a poco de la vista y el retumbo que antes se acercaba se aleja, mientras los vecinos entran las sillas y se saludan en una especie de compartimiento no dicho, de su personal y propio orgullo... A veces me pregunto como teóloga: ¿De qué se sienten orgullosos(as)? y creo que cada cual tendrá su respuesta o justificación, realmente no lo sé. ¡Al fin y al cabo, es algo que sucede en el barrio cada segundo domingo de Cuaresma!, así que quienes estén en la cuadra lo volverán a presenciar año con año...
El cortejo procesional de este año, me ha dejado un cierto sabor “raro” en todo mi ser, porque luego de presenciar su paso durante tantos años frente a la casa que habito y observar a mis vecinos de tantos años con sus familias, que año con año han crecido, me ha invadido el sentimiento de no saber si lo volveré a presenciar el año que viene, porque todo apunta a que ya no estaré en esta cuadra que por tantos años me ha visto, donde llegué de niña y hoy soy una persona ya mayor que ha visto a su tercera generación.
He aprendido del cortejo procesional que pasa ante la casa que hace eso: “Llega con grandes preparativos, los observas y se va”, al igual que cuando yo llegué a este barrio, que me vieron y que estoy pronta a irme de él. Aprendí que todo sigue y la vida continuará para otras generaciones que lo verán llegar alegres, como los niños que jugaban “tenta”, corrían y gritaban, y lo verán con sus hijos y nietos, hasta que se vayan más cerca del verdadero Dios y no solo de la imagen que de Él han esculpido los hombres. Misma que ha servido, teóricamente, para que publicamente demuestren que conservan las tradiciones o cualquier cosa, menos su fe, sin pensar que esa conservación de tradiciones es, precisamente, uno de los tantos factores que ha impedido que progresemos en el conocimiento de una fe vivencial y que yo he vivido en carne propia mediante la práctica de la entrega sin límites hacia mis congéneres y muy pocos han llegado a dimensionar, pero, peor aun, esas tradiciones han sido uno de los motores principales que ha impedido que este pueblo pueda insertarse en el concierto de las naciones civilizadas, precisamente, porque se niega a abandonar “sus tradiciones” y consideran que el abandono de ellas está contra la fe que profesan... con lo que ven como “deseable” que todo siga tal cual está... me da mucha tristeza mi pueblo, mi barrio y mi gente.

Jolie Totò Ryzanek Voldan.

viernes, 5 de febrero de 2016

Despedida (20160205)

Despedida (20160205)

Cual sonido estruendoso de rayo resuenas en mi mente
como el estruendo de la bomba que estalla cercana, te recuerdo
como la dulzura del canto del ave te siento
y mi alma llora tu ausencia...

Hoy no sé qué tengo, si nostalgia, cariño o cólera
sé que te quiero o te quise, que permeaste mi ser todo
y mi sentimiento es raro.

Deja pues que ría o que llore por tí
pues ello me arropa, y te sienta nuevamente junto a mí
y en cada aurora te encuentre dormida y solo atine a besarte
porque amanecer contigo es de suyo el placer que solo te da el arte.

¡Adios a la dicha de tenerte y bienvenida la soledad y el recuerdo!
recibe sí este requiebro del alma que sinceramente te amó
y deja que pase el tiempo para que sane mi herida o muera de abandono
solo recuerda que yo te he amado más que a mi propia vida, amada mía.

Jolie Totò Ryzanek Voldan


jueves, 4 de febrero de 2016

Todavía no me puedo morir... (20160204)

Todavía no me puedo morir... (20160204)

Es que en Guatemala se vive cada cosa, que realmente hay que ser guatemalteca de nacimiento para soportarla...

Digo esto porque es inexplicable el grado de complejidad y la serie de obstáculos que las personas honradas hemos de sortear hacer un simple trámite burocrático, puesto que suena hasta inexplicable que nadie crea en nadie, y que aunque tengan los respectivos Documentos de Identificación Personal (DPI) a la vista, todavía te soliciten cuanto documento se les ocurre, para comprobar la veracidad de cuanto solicitas y, que en este caso mío, se ha tornado poco a poco en un calvario de trámites y requisitos de lo más inusual.

Estando en vida, mi queridísima madre me dejó dos cosas muy valiosas para poder morir en paz: Un sepelio y la copropiedad (que fue comprado con el valor de una indemnización que me dieran hace muchos años) de un mausoleo donde seré enterrada cuando muera. El problema arrancó en que ella, como buena mujer pobre, compró por abonos dichas “herencias” y las pagó enteramente, pero como era de esperar, los títulos están a su nombre y cuando me los dio en propia mano, me dijo: “Ya sabés mi’jo que el mausoleo es de todos (somos cinco hermanos) y todos lo pueden usar, pero ninguno podrá venderlo, así que cuando menos, tendrán donde ser enterrados todos cuando mueran. Aparte, ya sabés que en en esta parte del ropero (y me lo enseñó claramente) hay dos entierros pagados, el de (funerales) Reforma es el tuyo y el de (funerales) Mancilla es el mío, porque como todos los buses que pasan por acá van al parque Colón, quiero ser velada en Mancilla, para que puedan ir todos los vecinos sin problemas (...)” y me dio instrucciones de su amortajamiento y un montón de disposiciones finales que, cuando llegó el momento de su defunción ninguna fue cumplida por mis hermanos, quienes hicieron lo que les vino en gana y ni siquiera me escucharon, porque yo al igual que mi madre siempre fui pobre...

¡Todavía no me puedo morir mamá!, porque lo que amorosamente me dejaste está a tu nombre y yo no lo puedo usar...