Un odio inducido (20170626)
Jolie Totò Ryzanek Voldan
Teniendo en cuenta que hay toda una historia -de lo más
vergonzoso en la actualidad- respecto de la persecución hacia la homosexualidad
por el ejercicio de su sexualidad o la estereotipación (enseñar públicamente)
de su orientación sexual, bien vale la pena extendernos un poco en el tema,
para buscar su origen.
Y es que desde que la humanidad tiene memoria escrita (desde
que surgió la propia historia), aparece documentada tal condición humana por
diferentes causas o motivos, pero aparece en todas las civilizaciones, y dado
que no es el objeto de este escrito hacer tal descripción, se obviará con la
finalidad de tratar de descubrir el origen de tan nefasto (supongo, que
concordaremos en que no es bueno odiar) sentimiento humano, toda vez que la
especie humana es gregaria (que vive en comunidad) y no de manera aislada unos
de otros.
En la historia conocida del mundo occidental hubo un suceso
que marcó “un antes y un después” de sí misma (la historia), y fue la existencia
(real o no) de una persona llamada Jesucristo, dividiéndose así la historia en:
antes de Cristo (a.C) y después de Cristo (d.C). Cito lo anterior, como el
mejor ejemplo del impacto de tal suceso dentro de la historia, mismo que ha
influenciado al mundo occidental, y como el aparente origen del odio hacia la
homosexualidad y todas las nuevas orientaciones sexuales existentes en la
actualidad.
En torno al origen expuesto, hemos de tener en cuenta la
historia del pueblo judío de aquel entonces, que estaba compuesto por tan solo
las doce tribus judías (llamadas así, porque habitaron la región llamada Judea,
que es la actual Palestina e Israel), y que cuando llegaron a la “tierra
prometida”, ya estaba habitada por los descendientes de la antigua civilización
babilónica.
Desde luego, los habitantes de la Judea del entonces (babilonios)
tenían sus propias ciudades con templos erigidos a sus dioses (el Sol y la
Luna), y alrededor de ellos se desarrollaba la vida económica de las ciudades,
incluido el incipiente comercio de bienes y servicios, entre los que interesa
destacar la prostitución masculina, pues los ingresos que tal profesión
generaba eran precisamente, el sostén económico de los templos, sacerdotes y
sacerdotisas.
Los judíos al darse cuenta de tal situación, entendieron que
si una persona trabajaba para otros y no para sí misma, era señal más que
suficiente para calificarla como una “incondicional servidora de otros dioses”,
con lo que surge la persecución implacable de ellos (de los “prostitutos
sagrados del templo”), llamados en arameo: “Quodeshim”.
A partir de este punto, en mayor o menor escala, con mayor o
menor odio por servir a otros dioses y no “al verdadero y único Dios”, es que
tiene sus orígenes la persecución y posterior odio hacia la homosexualidad en
el mundo occidental, cristiano en su mayoría.
Luego de muchos siglos de persecución se olvidó
completamente su origen, y se tornó al odio simplemente por su gusto sexual
distinto al patriarcal impuesto por los dominadores, mismo que hemos heredado y
aceptado de la manera más irracional que nos es posible concebir como seres
pensantes.
Hoy en día cabe pensar seriamente tal sentimiento que nos ha
sido impuesto durante siglos de una manera tan deformada e irracional, puesto
ya ha sido incluida la homofobia dentro del listado de enfermedades mentales.
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