Disyuntiva (20200503)
Jolie Totò Ryzanek
Voldan.
-¿Cómo creer en
la representatividad de una estadística que posee una muestra de 450 pruebas en
un universo de un millón?
-¿Es correcto
(ya no digamos real o ético) tomar decisiones de vida o muerte para una
población en base a tal muestra estadística?
Estas y muchas
preguntas más surgen, luego de escuchar los datos ofrecidos por el Presidente
en sus diarias apariciones televisivas en la “Cadena Nacional”, pues de su
propio peso cae pensar que la intención de “volver a la normalidad lo antes
posible no solo es deseable, sino necesario” choca de manera frontal con la
única medida eficaz que podemos tomar como país pobre: “resguardarnos en
nuestros hogares”, pero ello acarrea inevitablemente la pérdida o disminución
drástica de los ingresos, y el aumento de las necesidades insatisfechas
(aumento del hambre, por ejemplo) y en muchos casos la muerte de las personas…
Vista así la
actual coyuntura nos sitúa ante el gran dilema de “hacer lo correcto”, lo que
no es nada fácil dadas las actuales circunstancias, en que si te cuidas
resguardándote en casa, casi te sentencias a morir de hambre, puesto que al ser
pobre vives casi “día a día” y careces de ahorros para soportar durante meses
una crisis como la que nos afecta o, te lanzas (empujada por la pura necesidad
de generar ingresos para cubrir tus necesidades) fuera de tu resguardo a luchar
por tu sustento y contagiarte, y a tu regreso contagiar a quienes sí se
resguardaron…
El problema “se
magnifica” para el caso de quienes toman decisiones a otros niveles y ya no
solo el familiar; tal el caso de los líderes comunitarios, autoridades
ancestrales, alcaldes, y demás autoridades, incluido el propio Presidente,
quien se ha convertido “Per se”, en
el “vocero oficial de la pandemia en el país”.
Es por tal
visión que en mi mente saltan los recuerdos del “Holocausto judío por los nazis”, y las palabras de sir Winston
Churchill al momento de dirigirse a la comunidad inglesa al momento de declarar
la guerra a la Alemania nazi del entonces, cuando en su discurso dijo: “(…) no tengo más que ofrecerles que sangre,
sudor y lágrimas (…)”, y la historia registra que le acudía toda la razón.
En nuestra
realidad está el Presidente de una nación pobre ante la disyuntiva de “escoger
el menor de los males, en medio de nuestra incapacidad (por pobreza) de
combatir efectivamente la pandemia que nos azota”… Papel que es propio de un
estadista, no de un médico venido en político de país tercermundista, pero que
es nuestra realidad y se nos estrella en la cara cual bofetada dada al
indefenso que carece de brazos para defenderse de la agresión.
Por el anterior
enfoque de la situación guatemalteca (que seguramente es la de todos los países
tercermundistas) es que vino a mi pensamiento la imagen de aquellos judíos que
debieron entrar “sí o sí” a los hornos de exterminio nazis y las palabras de sir
Winston Churchill al pueblo inglés del entonces, porque estamos ante lo que en
palabras “muy chapinas” (guatemaltequismo) expresara uno de los diputados (Aldo
Dávila) al Congreso actual al ver hacia el futuro: “ya verán el ‘muerterío’ que va a haber”, y que apunta a ser una
muy dolorosa realidad en nuestra tierras.
Considero, y
sin pecar de ilusa, que es la única alternativa viable que poseemos, puesto que
ni los países más desarrollados poseen el capital suficiente para mantener a
toda su población sin trabajar hasta que el covid-19 desaparezca o se encuentre
su cura y/o vacuna.
Para quienes
sobrevivan a esta pandemia mundial que hoy nos azota quedará la enseñanza de lo
vivido, y nuestro especial y muy sentido deseo de la búsqueda de alternativas
para que esta realidad no se repita en su futuro.