ORIFICIO
El ferrocarril
Jolie Totò
Ryzanek Voldan
Hace muchos años,
el novedoso invento de la máquina de vapor vino a revolucionar el mundo,
coincidentemente, con el advenimiento del fenómeno económico conocido como: “Era
industrial”, precisamente, porque con la maquinización la industria tuvo una
fuente energética que le proveyó la capacidad de producir en serie los
productos que antes eran producido manualmente, con lo que la llamada “Era manufacturera”
tendió a desaparecer, por la baja ostensible del coste de los productos
producidos en serie y, en algunos casos, con una calidad y acabado superiores a
los hechos artesanalmente hasta el entonces.
El invento fue,
sin lugar a dudas, algo que revolucionó el mundo en aquella época romántica
cuando los artesanos calificados eran personas hábiles en el oficio que
aprendieron y llegaron, en muchos casos, a perfeccionar en grado sumo y poco a
poco, fueron siendo desplazados por la necesidad de la naciente industria de lo
que se conoce como “obreros calificados”; situación última que derivó la
necesidad de reorientar a las personas, para que pudieran poseer los
conocimientos necesarios para poder optar a una posición de trabajo en el
engranaje industrial que, cada día demandaba sus servicios con mayor
vehemencia, puesto que paralelamente al crecimiento de la producción, los
capitales crecieron de igual manera, surgiendo así, una nueva clase social que
no se distinguía por la “nobleza” de sus ancestros, sino por el poder que le
otorgaba la posesión del grandes sumas de capital, que lejos de mermar en su
cantidad y teniendo en cuenta otros factores coyunturales como el surgimiento
del motor de combustión interna y la generación de electricidad por medio de
grandes proyectos hidroeléctricos, amén del impacto que, a nivel industrial,
tuvieron las dos guerras mundiales, que los capitales se multiplicaran
exponencialmente y a ritmos comparables con el crecimiento demográfico mundial.
Pues bien, en
este marco es que ocurre que los grandes propietarios del capital en Guatemala
se adueñan de los medios de producción, como una manera de “hacer crecer sus
capitales”, mediante el financiamiento otorgado por el sistema bancario que era
propiedad de ellos mismos…
En ese esquema es
que surge la llamada “Generación del 40”, una generación de personas con un
altísimo sentido patrio que, lejos de ser comunista (como fue tildado por los
propietarios del gran capital), buscaron la manera de encontrar “un poco de
justicia social” para la situación de casi esclavitud que se vivía en nuestros
países tercermundistas, logrando mediante una revuelta popular denominada “Revolución
del 20 de Octubre de 1944” el acceso al poder formal de la nación y legislando
en favor del grueso de la población para: lograr la unificación de la moneda
nacional, creando el Banco de Guatemala y la Superintendencia General de Bancos
de Guatemala, prohibiendo toda forma de esclavitud y reconociendo, por vez
primera, la dignidad e igualdad de todas las personas ante las leyes del país.
Igualmente, tomaron
consciencia que el principal problema que impedía la inserción de Guatemala en
el mundo cada vez más industrializado del entonces radicaba en la posesión de
los medios de producción, puesto que siendo Guatemala un país eminentemente
agrícola, el 80% de las tierras aptas para el cultivo, estaba en poder de tan
solo el 2% de su población.
Se procedió,
entonces, a buscar una manera de “redistribuir” la riqueza nacional entre un
mayor número de personas y, para ello se creó el llamado “Fondo Nacional de
Tierras”, que se constituyó con todas los terrenos ociosos habidos en el
territorio nacional, con la idea de otorgar un pedazo de tierra a toda persona
que fuera capaz de hacerla producir y no mantenerla como hasta ese entonces
como tierras ociosas.
Desde luego, esto
no fue del agrado de los grandes propietarios, quienes aunando capitales y
tildando al gobierno de “Comunista”, por las expropiaciones de llevaba a cabo, lograron
que en aquel momento coyuntural mundial de la llamada “Guerra Fría”, sus planes
traidores fueran escuchados por los principales defensores de la ideología
capitalista: Estados Unidos.
Fue así que luego
de 10 años de “Primavera democrática” fueron echados por tierra la mayoría de
logros sociales alcanzados por los únicos dos gobiernos electos popular y
democráticamente en Guatemala.
El “salto hacia
atrás” ha sido terrible para el país, porque luego de querer insertarse en el
mundo industrial, no solo no lo logró, sino que la incipiente industria guatemalteca,
además de la posesión de las tierras cultivables de la nación, haya finalizado
en posesión de esta misma clase social, calificada por muchos de “ultraconservadora
y recalcitrante”.
De aquella hermosa
época de promisión de progreso por la maquinización y el surgimiento de la
industria, quedan en Guatemala, los rieles oxidados de un ferrocarril que ya no
circula… los durmientes plantados en su suelo y le generan una cicatriz al
suelo patrio que, cual mudos testigos del circular de un ferrocarril que traería
progreso a la nación, y que, constitucionalmente, era el transporte más barato
para el pueblo…
Esas viejas
estaciones de madera regadas a lo largo de las vías férreas que se han
convertido en refugio de vagos, delincuentes y letrinas públicas con el devenir
de los años y que paradójicamente, fueron construidas artesanalmente, perviven
como focos que recuerdan el intento de un pueblo que intentó ser parte del
mundo industrial de ayer y ahora, es informatizado…
Esa llaga
proferida a la patria por sus hijos traidores, so pretexto de cuidar sus bienes
de capital, es lo que nunca les perdonaremos quienes todavía poseemos la
capacidad de pensar y proyectar los beneficios que tuviéramos como país, y el
bienestar colectivo que tendríamos a nivel social y cultural si tan solo estos grandes
dueños del capital no nos hubiesen robado el derecho al progreso industrial y
agrícola a que toda persona honesta aspira.
Poseemos como
nación, un escandaloso índice de delincuencia y violencia que nos sitúa casi en
el viejo oeste norteamericano, solo que hoy sin duelos callejeros, sin honor y,
con una profunda indiferencia hacia el valor de la vida de todas las personas.
Mientras, las ya
vetustas e inservibles vías férreas señalan cual cicatrices la herida profunda
propinada al suelo patrio, a su gente y a sus hijos… El pito del tren ya no se
escucha más, los pedazos de riel han ido a parar a un sinfín de talleres y a la
chatarra, para ser reciclados, a cambio de una pingue suma de dinero, en este
caso: “mal habida”.
Chucututuco, chucututuco:
El tren del progreso histórico nos ha dejado. Lo peor es que cada vez se aleja
más de nosotros, mientras tus hijos, Guatemala, permanecen pusilánimes…
Chucututuco, chucututuco:
El tren de la vida de quienes vivimos aquella hermosa visión nacionalista y
patriótica está próximo a su última estación, en la paz de un cementerio.
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