viernes, 8 de agosto de 2014

El ferrocarril (20140808)

ORIFICIO

El ferrocarril

Jolie Totò Ryzanek Voldan

Hace muchos años, el novedoso invento de la máquina de vapor vino a revolucionar el mundo, coincidentemente, con el advenimiento del fenómeno económico conocido como: “Era industrial”, precisamente, porque con la maquinización la industria tuvo una fuente energética que le proveyó la capacidad de producir en serie los productos que antes eran producido manualmente, con lo que la llamada “Era manufacturera” tendió a desaparecer, por la baja ostensible del coste de los productos producidos en serie y, en algunos casos, con una calidad y acabado superiores a los hechos artesanalmente hasta el entonces.
El invento fue, sin lugar a dudas, algo que revolucionó el mundo en aquella época romántica cuando los artesanos calificados eran personas hábiles en el oficio que aprendieron y llegaron, en muchos casos, a perfeccionar en grado sumo y poco a poco, fueron siendo desplazados por la necesidad de la naciente industria de lo que se conoce como “obreros calificados”; situación última que derivó la necesidad de reorientar a las personas, para que pudieran poseer los conocimientos necesarios para poder optar a una posición de trabajo en el engranaje industrial que, cada día demandaba sus servicios con mayor vehemencia, puesto que paralelamente al crecimiento de la producción, los capitales crecieron de igual manera, surgiendo así, una nueva clase social que no se distinguía por la “nobleza” de sus ancestros, sino por el poder que le otorgaba la posesión del grandes sumas de capital, que lejos de mermar en su cantidad y teniendo en cuenta otros factores coyunturales como el surgimiento del motor de combustión interna y la generación de electricidad por medio de grandes proyectos hidroeléctricos, amén del impacto que, a nivel industrial, tuvieron las dos guerras mundiales, que los capitales se multiplicaran exponencialmente y a ritmos comparables con el crecimiento demográfico mundial.
Pues bien, en este marco es que ocurre que los grandes propietarios del capital en Guatemala se adueñan de los medios de producción, como una manera de “hacer crecer sus capitales”, mediante el financiamiento otorgado por el sistema bancario que era propiedad de ellos mismos…
En ese esquema es que surge la llamada “Generación del 40”, una generación de personas con un altísimo sentido patrio que, lejos de ser comunista (como fue tildado por los propietarios del gran capital), buscaron la manera de encontrar “un poco de justicia social” para la situación de casi esclavitud que se vivía en nuestros países tercermundistas, logrando mediante una revuelta popular denominada “Revolución del 20 de Octubre de 1944” el acceso al poder formal de la nación y legislando en favor del grueso de la población para: lograr la unificación de la moneda nacional, creando el Banco de Guatemala y la Superintendencia General de Bancos de Guatemala, prohibiendo toda forma de esclavitud y reconociendo, por vez primera, la dignidad e igualdad de todas las personas ante las leyes del país.
Igualmente, tomaron consciencia que el principal problema que impedía la inserción de Guatemala en el mundo cada vez más industrializado del entonces radicaba en la posesión de los medios de producción, puesto que siendo Guatemala un país eminentemente agrícola, el 80% de las tierras aptas para el cultivo, estaba en poder de tan solo el 2% de su población.
Se procedió, entonces, a buscar una manera de “redistribuir” la riqueza nacional entre un mayor número de personas y, para ello se creó el llamado “Fondo Nacional de Tierras”, que se constituyó con todas los terrenos ociosos habidos en el territorio nacional, con la idea de otorgar un pedazo de tierra a toda persona que fuera capaz de hacerla producir y no mantenerla como hasta ese entonces como tierras ociosas.
Desde luego, esto no fue del agrado de los grandes propietarios, quienes aunando capitales y tildando al gobierno de “Comunista”, por las expropiaciones de llevaba a cabo, lograron que en aquel momento coyuntural mundial de la llamada “Guerra Fría”, sus planes traidores fueran escuchados por los principales defensores de la ideología capitalista: Estados Unidos.
Fue así que luego de 10 años de “Primavera democrática” fueron echados por tierra la mayoría de logros sociales alcanzados por los únicos dos gobiernos electos popular y democráticamente en Guatemala.
El “salto hacia atrás” ha sido terrible para el país, porque luego de querer insertarse en el mundo industrial, no solo no lo logró, sino que la incipiente industria guatemalteca, además de la posesión de las tierras cultivables de la nación, haya finalizado en posesión de esta misma clase social, calificada por muchos de “ultraconservadora y recalcitrante”.
De aquella hermosa época de promisión de progreso por la maquinización y el surgimiento de la industria, quedan en Guatemala, los rieles oxidados de un ferrocarril que ya no circula… los durmientes plantados en su suelo y le generan una cicatriz al suelo patrio que, cual mudos testigos del circular de un ferrocarril que traería progreso a la nación, y que, constitucionalmente, era el transporte más barato para el pueblo…
Esas viejas estaciones de madera regadas a lo largo de las vías férreas que se han convertido en refugio de vagos, delincuentes y letrinas públicas con el devenir de los años y que paradójicamente, fueron construidas artesanalmente, perviven como focos que recuerdan el intento de un pueblo que intentó ser parte del mundo industrial de ayer y ahora, es informatizado…
Esa llaga proferida a la patria por sus hijos traidores, so pretexto de cuidar sus bienes de capital, es lo que nunca les perdonaremos quienes todavía poseemos la capacidad de pensar y proyectar los beneficios que tuviéramos como país, y el bienestar colectivo que tendríamos a nivel social y cultural si tan solo estos grandes dueños del capital no nos hubiesen robado el derecho al progreso industrial y agrícola a que toda persona honesta aspira.
Poseemos como nación, un escandaloso índice de delincuencia y violencia que nos sitúa casi en el viejo oeste norteamericano, solo que hoy sin duelos callejeros, sin honor y, con una profunda indiferencia hacia el valor de la vida de todas las personas.
Mientras, las ya vetustas e inservibles vías férreas señalan cual cicatrices la herida profunda propinada al suelo patrio, a su gente y a sus hijos… El pito del tren ya no se escucha más, los pedazos de riel han ido a parar a un sinfín de talleres y a la chatarra, para ser reciclados, a cambio de una pingue suma de dinero, en este caso: “mal habida”.
Chucututuco, chucututuco: El tren del progreso histórico nos ha dejado. Lo peor es que cada vez se aleja más de nosotros, mientras tus hijos, Guatemala, permanecen pusilánimes…

Chucututuco, chucututuco: El tren de la vida de quienes vivimos aquella hermosa visión nacionalista y patriótica está próximo a su última estación, en la paz de un cementerio. 

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