ORIFICIO
Las consecuencias
Jolie Totò Ryzanek Voldan
Hace algunos días escribí que "Somos nosotras quienes debemos
marcar el rumbo de nuestras vidas, para con ello, elevar nuestro espíritu y
llegar a donde nadie más ha podido llegar". Hoy, veo que la situación a que hemos llegado
como Estado, sociedad y personas dista años luz de mi pensamiento, porque todo
cuanto hagamos tiene consecuencias.
En esta rara amalgama de componentes que nos reúnen
como país, caemos en cuenta que estamos todos en el mismo barco, y nos guste o
no, somos afectados y condicionados por la misma coyuntura que,
paradójicamente, hemos creado para nosotros mismos, propiciando activa o
pasivamente su existencia y cada día nos pesa más el pago de la factura que nos
pasa.
Es por ello que las disyuntivas son muchas,
ante tantas alternativas que parecieran viables en otros tiempos de “no
democracia”, cuando el descontento llegaba a cierto límite o surgía alguien con
más ansias de gobernar o había que obedecer las órdenes emanadas en la
metrópoli del norte…
En ese orden de ideas, nos encontramos con un
gobierno que prácticamente ha hecho cuanto le ha venido en gana, porque de
manera astuta o descarada, ha copado las instancias civiles creadas para
fiscalizar su actuar, que a todas luces es lo que en gran medida propicia la anarquía
que nos envuelve, nos devora y provoca el deseo de muchos por retornar al
pasado… mas ello no es posible por el sistema democrático por el que optamos
con antelación y por la real carencia de un líder con el suficiente poder.
Nuestros gobernantes y su rosca se han dedicado
al saqueo del país al mejor estilo de la piratería de antaño y, lo único que
les falta es izar la bandera de calavera con huesos cruzados, ya que todo lo
demás, lo han hecho, sabiendo que en el corto plazo poseen el derecho de antejuicio
y, en el mediano plazo permanecerán impunes, puesto que las personas que
colocaron en los entes encargados de encauzarles judicialmente, son afines a
ellos.
A este desolador panorama, hemos de sumar el
malestar generalizado por el alto costo de la vida, propiciado en gran medida por
una explosión demográfica incontenible, que solamente logra que lo poco que
producimos deba ser repartido entre más habitantes a cada día. Que los pocos
empleos que propicia la iniciativa privada estén cada día más cercanos a la
condición de esclavitud, al exigirse cada vez más al empleado, para mantenerlo
en su puesto, porque siempre habrá alguien que lo hará y por menos salario…
La guinda del pastel la coloca un sistema
educativo en completo retroceso en cuanto a la calidad y actualización de los
conocimientos que debiera impartir y un sistema de Salud en colapso total.
Las consecuencias son muchas y las soluciones
no se vislumbran, si es que deseamos cuando menos sobrevivir.
Estamos armados de mucha fe y esperanza en un
futuro inexistente e imposible de lograr en las condiciones que estamos,
precisamente, porque vivimos las consecuencias de aquello que construimos.
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