Comparto el editorial del diario "La Nación" que circulará mañana domingo 7 de septiembre y que es de mi autoría.
Jolie.
Editorial
Lo que aún no se ha vislumbrado
Es innegable que la noticia del desmantelamiento de la red del convicto capitán Byron Lima Oliva ha sido un hito para el hacer investigativo judicial en nuestro medio, toda vez que por muchas razones se ha logrado poner al descubierto una de las tantas cosas verdaderamente malas que suceden en Guatemala y, de las que ninguno se atreve a hablar y menos documentar, porque sabe que le costará la vida.
La primera impresión de esto que todo guatemalteco sabe pero calla es, que lo primero que se debe hacer es resguardar la integridad de este personaje responsable de muchos de los males de nuestro país… contradictorio ¿verdad?: tener que “cuidar” a un delincuente responsable de magnicidio que, fundamentó todo un imperio del mal mientras estuvo en una prisión civil, siendo un militar que percibió el salario correspondiente al grado de capitán del Ejército de Guatemala, hasta que la sentencia dictada en su contra estuvo en firme, jurídicamente hablando.
Este militar acostumbrado a obedecer órdenes sin chistar, al estar encarcelado en una prisión para civiles, tuvo la brillante idea de “ayudar al gobierno a hacer lo que siendo su obligación no hace”, para ser un reo modelo y así, acceder al régimen de redención de penas y salir antes del tiempo a que fuera condenado. Es así, que haciendo el mejor de los usos del salario que tenía estando en prisión, construye una “casita” dentro de la prisión y mediante el conocimiento de sus compañeros de armas que accedieron a diferentes puestos del poder formal, logra poco a poco, no solo no pasarla tan mal, sino que sus empresas sirvan a altos funcionarios civiles, sino se convierte en el amo y señor de la prisión, mediante la conformación de un ejército de guardaespaldas y matones que purgan condenas en el mismo centro carcelario… ¡por Dios que el asunto cada vez exuda olores más nauseabundos! Que, por fétidos que sean, todos conocemos y hemos convivido silentemente con ellos.
Pues bien, ahora resulta que los autos blindados que deben (por lo populares y queridos que son por la población y delincuentes) emplear muchos funcionarios son de una empresa del capitán-preso; que quien realmente disponía de los traslados de los reos a otras cárceles era el mismo capitán-preso y únicamente los firmaba oficiosamente el propio Jefe del Sistema Presidiario; que como buen militar tiene compañeros de armas que siendo funcionarios le hacen “cualquier favorcito” a cambio de dinero, etc.
La realidad es que al igual que toda esta podredumbre que ha quedado descubierta e implica hasta el propio presidente, vicepresidenta de la República y cuando menos a un ministro de gobierno es, a todas luces inconcebible en otras latitudes, y nos pone nuevamente en “el ojo del huracán” develando nuestra triste condición de ser un país acostumbrado y gobernado, a vivir subyugado al poder del dinero, donde impera la ley del más fuerte.
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