viernes, 11 de marzo de 2016

Cosas (20160311)

ORIFICIO

Cosas     (20160311)

Jolie Totò Ryzanek Voldan

Nota de la autora:
Me parece prudente aclarar que la constante repetición de la palabra “cosas”, en sus diferentes usos en el lenguaje coloquial guatemalteco, logra una mejor comunicación con mis lectores nacionales, no así con los del extranjero.
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Abordar las cosas, como que a mucha gente “le da cosa”, precisamente porque algunas cosas están definidas, determinadas o condicionadas por otras tantas cosas, que así conforman un entretejido a manera de un perverso enmarañamiento que muchas veces resulta prolijo de analizar, porque como ya apunté, toda esa trama está enlazada por lazos que se yuxtaponen unos sobre otros, y por muchas otras cosas que si bien no las determinan, sí las condicionan o modifican, de tal suerte que al final hemos de llevar a cabo una especie de selección de las cosas que deseamos abordar, en el entendido que estas cosas permanecerán inmutables al momento de ser observadas, al igual que las otras cosas que las determinan o modifican en ese determinado instante.

Vistas así las cosas, podemos entonces hablar de algunas cosas que actualmente acontecen en nuestra sociedad, y contribuyen con mucho a nuestro rezago y al empantanamiento de nuestro deplorable estado de atraso, en cuanto a los índices de desarrollo humano, político, de salud y social que vergonzosamente producimos, y han sido medidos por organismos internacionales especializados.

En tal sentido, se me ocurre pensar que lo prudente en este caso no es su enumeración, sino el análisis de sus causales mediante el principio de “Polifacetismo” (esta forma de análisis la he definido yo misma en mi libro: Legado y Polifacetismo, que puede ser leído en mi blog: http://escritosdejolie.blogspot.com ), es decir, procurando analizarles desde toda óptica posible y haciendo acopio de cuanta disciplina científica esté a nuestro alcance, y pueda contribuir al estudio de un macro problema que obviamente tendrá muchas facetas a considerar, como la política, económica, social, humanista, educativa y hasta sentimental, en cuanto que afecta la idiosincrasia de un conglomerado social y determina su sentido de pertenencia a él.

Así pues, vemos que el modelo educativo posee dos falencias graves que resultan ser determinantes en cuanto al aspecto meramente formativo de las personas y logran en su conjunto que hayamos llegado a la tan deplorable calidad educativa que tenemos:

1.    Que los educadores y educandos son incapaces de criticar algo, precisamente porque desde el principio mismo de su formación se repiten exactamente los mismos conceptos educativos, sociales y hasta morales de manera memorística y aceptan axiomáticamente, sin poseer argumentos para polemizar positivamente respecto de ellos y con miras a encontrar nuevas soluciones o planteamientos más actualizados, que brinden alguna nueva visión que pueda conducir a una mejora cualitativa del asunto enfocado.
2.    Que la inmensa mayoría de responsables administrativa y funcionalmente de la educación carecen de la verdadera vocación para ejercer la función que desempeñan, por cuanto la llevan a cabo más por razones de conveniencia económica que por la verdadera vocación de búsqueda de la excelencia y nuevos horizontes, por la aplastante tasa de desempleo en Guatemala, y porque han sido formados en los cánones descritos en el numeral precedente, con lo que el necesario cambio hacia una educación con criticidad y carácter investigativo, innovador y en función de los intereses poblacionales como medio de superación, ¡Es una completa utopía!

Otra cosa que nos afecta grandemente en nuestro desarrollo es la repetición obcecada de un modelo familiar matriarcal, puesto que las madres como educadoras primarias educan a sus hijos “como ellas fueron educadas por sus madres”, sin detenerse a pensar si hay alguna manera diferente de educación, y ante la exclusión endémica que sufren por su mera condición de género; con lo que resulta que el hombre en los hogares resulta relegado a ser el proveedor de semen y dinero y con un vedado “derecho de propiedad” (así literalmente en la mayoría de los casos), de la prole que “produce y mantiene”, paradójicamente habitando la casa materna.

Conforme el hombre se hace viejo produce menos y se “entretiene” con las mujeres que estén a su alcance (hijas incluidas), mientras que la abuela siempre lo justifica con la consabida cantaleta que es quien sostiene económicamente la casa, porque “es el hombre” y porque al igual que ellas, “es normal” que a partir del momento en que a las niñas les crece el vello púbico, deban cumplir con su natural función de “ser madres y tener hijos” (¡Por Dios!) que vienen a esta sociedad solamente a engrosar las estadísticas de morbilidad, enfermedad, desnutrición y analfabetismo, puesto que al existir más bocas que alimentar con el mismo dinero y los precios siempre al alza, la madre de estos nuevos críos debe trabajar, con lo que los hijos son criados maternalmente ¡Por la abuela…!, y el ciclo se vuelve a repetir ad infinitum.

Enfrentar solamente estos dos macro problemas polifacéticamente, implica un compromiso de Nación, puesto que habrá que reducir drásticamente la tasa de natalidad, autorizar el aborto de hijos incestuosos o producto de violación, dotar de vivienda a las nuevas familias que se constituyan y obligarlas a que planifiquen los embarazos, dotar de los servicios básicos (agua potable, drenajes y energía eléctrica) a las nuevas viviendas, la expropiación de terrenos para la construcción de los nuevos asentamientos humanos y construir un cambio real en cuanto a la efectividad y calidad de la educación brindada a la población.


¡ENORMES COSAS POR HACER!

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