La antañona casa donde
me encierro en los días lluviosos me pone nostálgica… porque se ha tornado
vieja con el paso del tiempo y en sus paredes y techo con goteras están tantos
recuerdos bellos que vienen a mi mente y logran que afloren sentimientos
encontrados.
Recuerdo cuando
la conocí por vez primera siendo una preadolescente de once años: Tenía un
enorme patio con un níspero, un naranjo, una granadilla y un guayabo que
proveían una sombra estupenda que mamá despreciaba por las hojas que botaban y
porque tenía mucha ropa que secar de su prole…
Yo amaba ese enorme
patio, porque en él jugué carritos y pelota, mi hermano jugaba con soldaditos,
mientras yo paseaba en bicicleta por él… Mis hermanas jugaban “a la casita” y
después del terremoto, nos proveyó de refugio seguro en una champa hecha por nuestro
padre para mamá, tres de mis hermanos, mi consorte, mi hija y a mí…
La antañona casa
era el sitio perfecto para jugar “a las escondidas”, porque es tan grande que
cuando el buscador no te veía, hasta podías cambiar de escondite, para que le
costara más encontrarte.
Poseía un cuarto
dedicado a cobijar la inmensa biblioteca de mi padre, y funcionó como cuarto de
estudio y lectura familiar. Más adelante, fue mi primera residencia de casada y
cobijó a mi primera hija.
En sus enormes
habitaciones celebramos algunas fiestas familiares, cuando la férrea disciplina
con que fuimos criados “aflojaba un poco la presión”. En sus enormes habitaciones,
también fallecieron: mi abuelita, mi padre y mi madre… ¡Todos se han ido y he
quedado sola en la enorme y vieja casa!
Esa antañona casa
que cuando llueve tiene goteras que permean mi alma, tocan mi espíritu y me
llevan al llanto. Mientras rompo mi vieja espalda recogiendo el agua que filtra
su techo, armada de trapeadores, cubetas, con tanto esfuerzo y cansancio,
mientras imploro al Creador su misericordia infinita, para que el techo ceda,
cuando yo me haya ido también…
Cuando sale el
sol su viejo artesón cruje como quejándose para recordar que está presente y
guarda todos los recuerdos que yo tengo y mi familia dejó tras de sí al irse y
no volver a la vieja casa que todavía me cobija, por ser pobre y abandonada por
tan cruel e inhumana discriminación insensata.
Sé que pronto
habré de descansar, y llevaré conmigo el dulce recuerdo de la casa vieja que me
vio de niña, de adolescente, que cobijó mi primer amor y me lleva la llanto hoy…
¡Amo la vieja casa
que habito!
Jolie Totò
Ryzanek Voldan.
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