lunes, 9 de noviembre de 2015

El Aprendizaje de mi vida (20151109)


El aprendizaje de mi vida     (20151109)



Llegada a los 65 años escribo algunas de mis vivencias y aquello que he aprendido; porque siento injusto que me lleve un día de tantos todo a la tumba.



Porque siento la obligación moral de compartir lo aprendido con quien busque en el conocimiento la manera de entender mejor la vida, y adaptarse más fácilmente a ella.



Entiendo que no soy perfecta ni pretendo serlo, pero es penoso que lo aprendido durante tantos años se pierda por no dejar testimonio, por no compartir lo aprendido, y por la mera negligencia de las personas para leer.



Aprendí que en Guatemala somos poquísimas las personas que respetamos la palabra empeñada en cuanto a señalar la hora de encuentro con otras personas, precisamente por la falta de la más elemental cortesía hacia los demás…



Que la mentira es “la moneda usual” en las esferas políticas y gubernamentales, pues todo mundo tiene un sentimiento arribista para sí mismo, aunque para lograrlo deba emplear de escalera a los demás…



Aprendí que los reales sentimientos morirán juntamente conmigo y mi muy reducido círculo de verdaderos amigos, amigas y mi novia, porque todo es gloria cuando te encuentras en posición exitosa, pero muy pocos están contigo cuando la situación no sea favorable.



Una gran lección aprendida fue la comprobación que el guatemalteco promedio nunca asume sus responsabilidades y menos sus culpas, porque siempre encuentra otro culpable u otra circunstancia que le obligó a cometer el yerro y, por lo tanto, jamás fomenta el sentido de responsabilidad propia respecto de sus acciones, precisamente, porque toda su vida no ha aprendido a respetarse a sí mismo al no mentir y mentir a los demás en beneficio –generalmente- propio.



Aprendí igualmente, que carecemos de un sentimiento real de pertenencia a patria alguna, precisamente porque somos un país que nunca ha luchado y vencido en nada de lo que posee o ha conquistado, y porque somos un país que al sabernos plurilingües y multiétnicos cada cual es muy grandilocuente cuando describe lo que posee sin que le haya costado el menor de los esfuerzos: Así, presumimos de poseer el “lago más bello del mundo”, pero nadie confiesa que todas las fuentes acuíferas del país están contaminadas; que el manto acuífero más grande y cercano a la capital está completamente perdido por la contaminación, y que el “lago más bello del mundo” correrá la misma suerte…



Aprendí que Guatemala es un pueblo sin memoria, porque somos muy pocas las personas que gustamos leer y que en las escuelas no se fomenta el gusto por la lectura, sino antes bien, la educación está concebida para que las personas obtengan el grado de “ignorantes y desculturizados con título”, porque ello provee la mano de obra barata que la oligarquía necesita para multiplicar sus monstruosas utilidades con la menor inversión y el pago de salarios fuera de ley, mismos que rayan en la miseria para el obrero, y en el insulto para los gerentes o directores de empresas que logran incrementar los dividendos de los accionistas.



Aprendí que en el mundo capitalista no manda quien más sabe, comprende o es más calificado, sino quien posee el capital y coloca en los puestos de decisión política a quien mejor sigue las directrices que ellos impongan a fuerza de presión económica…



Aprendí que los guatemaltecos son incapaces de poner cada cosa en su sitio y, por lo general tienden a mezclar en sus pensamientos y acciones sus creencias religiosas, sus glorias y sus aberraciones, olvidándose completamente del bien común y del espíritu de servicio desinteresado a los demás.



Aprendí también que el guatemalteco promedio (y quienes detentan el poder) poseen una increíble visión cortoplacista y se conforman con presentar resultados mediocres hoy, porque quienes les sucedan harán otro tanto, con lo que la visión de progreso y superación colectiva es completamente miope, si no: inexistente.



Aprendí que ante tal descomposición social y colectiva de nuestra sociedad, las pocas personas que pensamos y vemos un poco más allá, debemos mantener la férrea convicción que las cosas pueden cambiar y brindamos nuestros aportes para que ello suceda, aunque sea a velocidad de trabajo gubernamental (lento, parado y despacio) y que en ello nos vaya la propia existencia…



Aprendí, igualmente, que no se pueden componer todos los males que nos aquejan a la vez, sino hemos de ir enfrentándoles uno a uno y sin jerarquización alguna, dada la coyuntura tan cambiante en que vivimos.



Aprendí que quienes se llaman de “pensamiento de izquierda” son tan recalcitrantes en sus postulados que se preocupan porque todo sea como ellos dicen y no como dicen los otros, con lo que logran que los cambios que tanto necesitamos sean siempre postergados por los de “pensamiento de derecha”, puesto que ellos sí se unen, mientras “los de izquierda” se disgregan “por falta de acuerdos y/o formas”, olvidándose de lo sustancial, que es llevar a cabo los cambios.



Aprendí que en Guatemala es factible hacer casi lo que te venga en gana, porque siempre habrá algún subterfugio legal que te proteja de la propia acción legal, con lo que cada cual tributa lo que conviene en el país con la menor carga impositiva del mundo. Y que nadie está dispuesto a pagar más tributos porque el nivel de corrupción gubernamental es escandaloso y porque obviamente, prefiere incrementar su propio peculio.



Finalmente aprendí que por publicar este escrito quizá me esté jugando la vida, porque Guatemala es así: “el país de la eterna matadera”.


Jolie Totò Ryzanek Voldan

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