viernes, 22 de enero de 2016

De mis "adentros" (20160122)



De mis “adentros” (20160122)

El embrujo que me captura al momento de escribir es fascinantemente indescriptible, y se compara a lo que sientes de placer cuando contemplas el arte... Vuelas a mundos ignotos y te posas donde te sientes mejor, exactamente, donde te sientes más realizada y te olvidas más de la realidad guatemalteca.

Quizá por eso me cuesta tanto escribir enfocada solamente en un pensamiento, porque la locura es tal, que muy fácilmente tiendo a divagar o derivar hacia otras realidades que, aunque tienen que ver, me alejan del tema que trato enfocar.

Pero hoy, escribo lo que me está brotando y aquello que bulle en mi mente y me causa tanto desasosiego, porque quisiera ejecutar la solución simplista que ilustra la fotografía de este mural artístico... quisiera poder levantar una cortina para esconder la podredumbre que campea por doquier en mi patria Guatemala. Quisiera poder esconder tanta y tanta basura que nos asfixia, lograr que surja todo lo bello que poseemos los humanos, y desechemos, cuando menos por un momento, todos nuestros males personales, todas nuestras falencias y omisiones deliberadas o no, que no nos dejan vivir armoniosamente...

Desde luego que siempre hay algo bueno en cada un@ de nosotr@s que nos impele a hacer el bien, si es que podemos hacerlo... ¡pero son tan escasas esas ocasiones! Hemos llegado al punto de no retorno hacia lo bueno, porque aunque se busque y encuentre a los responsables, no habría castigo suficiente que les hiciera cambiar el hábito de hacer el mal, si es esto lo que mayores beneficios temporales les acarreará.

Consiguientemente, no es tanto el sistema el malo, sino la esencia de acomodamiento a él en beneficio propio y, olvidándose del bien común.

En este penoso caso que es Guatemala, ha sucedido que no ha sido una filosofía la que oriente el pensar y el actuar social, sino este mismo actuar social ha sido quien ha institucionalizado como normal el hacer el mal y olvidarse de todo lo demás.

Y como dice la canción: “por eso y muchas cosas más...” es que cuando me siento a escribir me pongo seria, porque vivo cada pensamiento, tratando de orientarlo hacia un algo que tenga sentido, que transmita un sentimiento y provoque alguna reacción entre quienes me leen, y más aun, en aquellos que se toman la molestia de decirme que les ha gustado lo que he escrito, aunque realmente no sepa si lo han leído...

Es la clásica costumbre de saber que algo está mal y conscientemente repetirlo u olvidarlo, según convenga a nuestros efímeros intereses, mismos que a la postre resultan banales, puesto que el lenguaje que empleo “es prolijo para un pueblo donde campea desde siempre el analfabetismo y la desnutrición”.

Y es que son tantos los males que no se encuentra por cual empezar, porque no es el país el malo, sino el conjunto de personas que lo conformamos... Porque quienes eventualmente vociferamos en contra de tal actuar somos extremosamente ignorados o perseguidos, consiguiendo finalmente una cultura de silencio que es el caldo de cultivo perfecto para cualquier iniquidad, arbitrariedad o barbarie que se le ocurra a cualquiera, incluidos quienes detentan el poder formal y quienes no.
Así que ¡Déjame que explote y que llore!, porque cada uno de tus hijos Guatemala, te traiciona al traicionar a sus semejantes. Uno a uno se excluyen de la competencia por un efímero placer proveído por un dinero sucio y seguramente mal habido.

No es que estemos mal, sino que nos estamos matando, y desangramos nuestra patria al tomar para nosotros aquello que debiera ser para beneficio de otros, no construimos nada ni hay fondos nunca para emprender aquello que nos es urgente para propiciar desarrollo, para producir riqueza o brindar facilidades a la inversión.

Parecemos conejos para reproducirnos y en ese mismo grado crece la irresponsabilidad al traer al mundo seres que carecen generalmente de un padre responsable y una madre preparada integralmente para arrostrar la vida con una mediana dignidad.

Poseemos una pensa de estudios completamente irreal, inservible y disfuncional para nuestra realidad. Y la guinda del pastel la coloca una corrupción a todo nivel y un índice de impunidad que ronda el 100 por ciento.

Sí que estamos mal en Guatemala, pero yo no he perdido la fe, aunque muchos me tilden de loca, porque al menos en el arte veo la lucha y el surgimiento de nuevos valores y propuestas, que en medio de un maremágnum tormentoso, van surgiendo cual saetas que tocan el alma, con lo que no me siento sola y escribo esto que ha salido desde mis “adentros”.

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