Un inicio,
quizá un final
(parte 2)
De humo y seguridades
Aquella mañana
coincidimos en el comedor: él preparando ese café “levanta-muertos” matutino
(agua, azúcar, leche y wisky) que bebe para despertar, y yo con mi habitual
desayuno conformado por un diente de ajo, una cápsula de aceite de hígado de
bacalao, un vaso de jugo de naranja (embotellado) y una taza de cereal…
Como él duerme
hasta tarde de la noche, se queda buscando noticias del acontecer mundial, para
estar bien informado y tener que comentarme por la mañana, por lo cual hablamos
de todo cuanto ocurre en el mundo, y fácilmente derivamos en asombro y en
bromas respecto de nosotros mismos. Ya en varias oportunidades le he comentado
que a nosotros nos debieran filmar, porque nuestra conversación matutina y
vespertina es de lo más variopinta y hemos llegado a desarrollar un sistema de
comunicación que a ojos de cualquiera, nos tildaría de “locos de remate”.
Pues bien,
aquella mañana surgió el recuerdo chistoso de nosotros, que ya habíamos
completado dos días diciendo que iríamos al banco, a efectuar algunos pagos, y
luego al supermercado, por lo que pusimos nuestro punto de acción para ese día
en llevar a cabo aquello que habíamos dejado de hacer. Cada cual hizo lo propio
en su dormitorio, para estar listo para salir y, cuando lo estuvimos, revisamos
que llevásemos todo lo necesario y marchamos en auto, a efectuar la rutina
prevista.
Inicialmente, por
ir platicando, nos pasamos de la entrada habitual y debimos entrar por una
carretera que no conocíamos y, siguiendo señalizaciones logramos acceder al
centro comercial por el acceso al tercer nivel. Una vez aparcados dispusimos
terminar de fumar nuestros respectivos cigarrillos y una agente de seguridad se
nos acercó para indicar que “no se podía fumar en el parqueo”, por lo que yo le
hice ver que nadie era superior a la ley y que dado que estábamos en un área al
aire libre, podíamos fumar y que si tenía dudas respecto a lo que le dije, que
llamara a su jefe y yo le explicaría la ley… la agente se retiró sin decir ni
pío.
Entramos al
centro comercial, dirigiéndonos al área financiera, para efectuar el retiro
correspondiente en uno de los bancos allí ubicados. Antonio, como camina más de
prisa que yo y a veces le domina la ilusión de hacer las cosas rápido, llegó
antes, por lo que opté por sentarme en una silla de la recepción a esperar que
efectuara su transacción bancaria.
Cuando llegamos
frente al local ocupado donde debía efectuar el primer pago, cayó en cuenta que
había olvidado en casa el teléfono celular y no recordaba el código de pago,
nos reímos y le hice ver que si entraba y solicitaba que lo buscaran por
nombre, le darían su código de pago, me vio un tanto sorprendido, pero decidió
intentarlo, a sabiendas que si no lo intentaba, no podría saberlo a ciencia
cierta, por lo que yo me quedé esperándole nuevamente a que realizara su
gestión, lo cual consiguió, salió con una enorme sonrisa y me dijo: “Por eso es
que me gusta salir contigo, siempre encuentras alguna solución”, yo me sentí la
reina del centro comercial en ese momento y le dije: “ahora vamos a hacer el
otro pago”, y lo llevamos a cabo sin tropiezo alguno, por lo que a la salida
dispusimos almorzar antes de dirigirnos al supermercado.
Una vez más
acordamos que nos reuniríamos en la mesa que ocupara quien fuera despachado
antes, ya que en el área de restaurantes el compraría en un sitio y yo en otro…
él tomó su camino, yo el mío y mientras estaba de espaldas se presentó con su
orden ya servida en las manos y esperó que me sirvieran la mía, para luego
buscar una mesa para almorzar, mientras continuábamos nuestra charla y él se
dedicaba a observar a las mujeres que quedaban al alcance de su mirada, puesto
que es tan observador que muchas veces me ha dicho que la silueta de la mujer
española promedio es más bien delgada, mientras que acá el afán de las mujeres
es lucir sus tetas y culos, sin detenerse a pensar en la grasa que acumulan en
sus respectivos vientres… terminamos de comer y nos dirigimos al auto, puesto
que el ansia de fumar era más importante en ese momento ¡Vaya que llegamos rápido
y sin contratiempo alguno!, solamente nos vimos y reímos, encendimos nuestros
cigarrillos y la agente de seguridad solo nos vio.
Jolie Totò Ryzanek Voldan.
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