martes, 3 de octubre de 2017

Enderezando el barco (20171003)

Enderezando el barco         (20171003)

Jolie Totò Ryzanek Voldan.

Ciertamente, todos estamos manchados y, simultáneamente, marcados por la corrupción de una u otra manera, puesto que desde niños más de una vez no entregamos el cambio (vuelto) completo a alguien, nos hemos apropiado del material de la oficina, hemos tomado tiempo de trabajo para realizar asuntos personales, etc.

Visto de esta manera, resulta cierto que todos somos corruptos por algún pecadillo o por grandes pecados.

Y es de la anterior consideración que algunos analizan la corrupción desde el punto de vista ético o moral en todos los hechos y comportamientos de nuestro diario vivir, con lo que caemos en la disyuntiva de aceptar como “normal” el robo, sobre-explotación de la tierra, el pago de coimas (comisiones), la elaboración de una doble contabilidad, tráfico de influencias, conspiración y hasta el asesinato… Llegando finalmente, a pensar seriamente la sentencia aquella que reza que: quien esté libre de pecado, lance la primera piedra.

En tal sentido y ante el enorme costo que deviene de la corrupción a todo nivel que vivimos, hemos de aceptar dos cosas:

·         que todos estamos a bordo del mismo barco y nadie es perfecto, antes bien, somos imperfectos.

·         que ya la mayoría desea erradicar tal flagelo (la corrupción), ello no será factible en el corto plazo, puesto que es un problema de educación moral, será un proceso de largo aliento en que debemos implicarnos y dar lo mejor de cada quien como individuos y población, puesto que hemos de reeducarnos no solo nosotros, sino cuando menos a una nueva generación.

Vistas así las cosas, me parece que no se trata de cambiar unos funcionarios por otros, pues estos últimos posiblemente serán iguales o peores que los anteriores. Por lo que lo conducente es la creación de mecanismos de control eficaces, que ayuden a transparentar toda la cosa pública y reformar todo el sistema educativo para iniciar la transformación del pensamiento de las nuevas generaciones (mientras nosotros hacemos nuestro mejor esfuerzo en el mismo sentido), enfocando tal cambio hacia el desarrollo pleno de las personas mediante el estímulo de su personalidad y creatividad personal, para que idealmente, todos puedan ser aquello que innatamente desean ser, y piensen en el bienestar común, antes que en el propio.

Tan –aparentemente utópico– planteamiento ya tiene resultados visibles y medibles en los países nórdicos, y, con las consabidas adaptaciones, podemos implementarlo en nuestras caóticas civilizaciones tercermundistas. Como repito, haciendo nuestro mejor esfuerzo por cambiar para bien.

Hemos de entender de una buena vez que el sistema moral, económico, social, y hasta religioso ha colapsado, precisamente, porque lejos de progresar como sociedad, la descomposición a todo nivel cada día es mayor y, con cada nueva generación de seres que crece se agudiza, precisamente, porque todos los satisfactores (no solo económicos, sino afectivos y de toda índole) que hemos de brindar a esa nueva generación cada vez están más lejos de nuestro alcance, puesto que humanamente y por la propia imperfección ya considerada, somos literalmente incapaces de proveer.

En tales sentidos, y para el caso de Guatemala, se hace indispensable el rompimiento total del actual sistema, y aunque habrá muchos que “pongan el grito en el cielo” por tal acto, es a mi juicio, la única alternativa que nos queda como país.


Por ello apoyo como única salida el derrocamiento de nuestros actuales gobernantes y la instauración de un gobierno transitorio, así como el rompimiento del orden establecido, para la instauración de una Asamblea Nacional Constituyente Plurinacional que revierta la espiral de permanente corrupción que nos envuelve, limita y determina actualmente.

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