EDITORIAL
Luces de patria
Dado que es obvio el desaparecimiento del Estado de
Derecho por muchas causas que, justificadas o no, nos han conducido a la
anarquía que vivimos, se hace imperativo pensar en dejar de buscar culpables,
para empezar a trabajar en favor de la recuperación de la institucionalidad del
país, fuera de los intereses partidarios que han caracterizado el actuar
político desde la asunción al poder del Partido Patriota hasta la actualidad.
Quizá se piense que hay cuestiones más importantes en
la agenda de país, por cuanto es evidente que el aparato gubernamental no puede
enfrentar ni siquiera el costo de su propio funcionamiento, por el fracaso
estrepitoso de la Reforma Tributaria que ellos mismos impulsaron, y que no ha devuelto
los réditos mínimos esperados. Pero, ¿acaso no es lo más elemental y efectivo
para el momento histórico que vivimos, decretar una reducción de gastos
operativos?, cuando menos para paliar temporalmente la crisis y, que finalmente
concluya el período constitucional para que fue electo el actual gobierno.
Consideramos que la soberanía de un país está
fundamentada en su propia capacidad para resolver sus problemas, mediante la
toma de las decisiones que sean las más convenientes para el país, y sin que
para hacerlo haya que tener en consideración la opinión de persona o país que
pretexte cualquier cosa.
En tal sentido, la opción es única: Hemos de hacer
cuanto esté a nuestro alcance para volver a caminar con paso firme, el camino
que los últimos acontecimientos nos han hecho desandar. Hemos de pensar como
país y no como ha venido sucediendo en los últimos tiempos, pues no se trata de
lo que convenga al partido o al gobierno, sino pensando en lo más conveniente
para el país.
Lo anterior nos lleva a concluir inicialmente, que el
primer paso que se ha de dar es que los diputados actuales se conjunten y
trabajen como país, porque les guste o no, son los representantes del pueblo, y
ya que anteriormente han hecho de todo, menos lo que debieron hacer desde el
inicio de su gestión, el peso de la realidad nacional y la evidente
descomposición legal en que está sumido nuestro sistema de justicia, han hecho
que el clamor social no se haga esperar.
Realmente es penoso tener que enfocar esta clase de
problemas que hasta cierto punto salen de la esfera periodística y convergen en
una coyuntura que abarca la totalidad de nuestro hacer como país.
Pero, “tanto va el cántaro al agua que al final lo
revienta”, reza el dicho y al observar los altos y descarados niveles de
corrupción en la esfera gubernamental, el cántaro ha reventado.
Baste señalar que la opción es “ahora o nunca”, puesto
que de seguir en las mismas circunstancias, finalizaremos en un estado de default económico, con lo que estaríamos
convirtiéndonos en el segundo país de “millonarios más pobres”, homologando el
penoso estado de la hermana nación: Argentina.
Por tan válidas razones nos alegra sobremanera que ya
exista un movimiento a lo interno del Organismo Legislativo, que lejos de
echarse a llorar por los yerros cometidos en el pasado, esté buscando la
comunidad de intereses a que estamos llamados para hacer patria, brindando las
soluciones que tanto necesita el país.
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