Los últimos acontecimientos políticos nacionales me llamaron a la reflexión, toda vez que para muchos han sido parte del vaivén de esta patria: donde ocurre todo lo esperado e inesperado, política, social y económicamente hablando.
Personalmente no considero que lo acontecido sea una mera casualidad, o que se le pueda endilgar a “lo inesperado” su acontecer. Realmente no creo que hayan sido producto de la mera casualidad o coincidencia de sucesos.
Así (y sin mantener una calendarización de ellos) inicia el recuento con que la esperanza de financiamiento del gobierno se desmorona en todas las acciones emprendidas (intervención de aduanas, reforma tributaria), y se hace público, el gobierno empieza a vivir una crisis económica que, para enfrentarla, el Ejecutivo no hace más que aceptar las renuncias de varios titulares del Ministerio de Finanzas, y el sistema macroeconómico de la nación es sostenido mediante la intervención del Banguat y la Junta Monetaria, con lo cual se logra una “estabilidad de papel”, porque las medidas tomadas en cada intervención empiezan a hacerse sentir como un “soporífero”, adormeciendo a la población que no depende de las remesas enviadas en dólares del exterior, porque el tipo de cambio con el dólar tiende a bajar, con lo cual los productos de exportación deben aumentar sus precios, para poder mantener en operaciones las empresas, logrando al final que los productos guatemaltecos pierdan competividad en el mercado exterior, y el comercio y la industria en general tiendan a bajar su operaciones, con los consiguientes despidos de personal y la baja en el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del país… ¡Y la catarata de problemas financieros que esto genera!, pues la economía de la nación se ralentiza y es incapaz de cubrir a cabalidad las expectativas presupuestadas (ya gastadas o robadas en el gobierno). La tasa de natalidad no disminuye, y cada día hay más bocas que alimentar y sostener. No se logra un acuerdo en cuanto al salario mínimo, el coste de los productos de la Canasta Básica (CB) y la Canasta Básica Vital (CBV) aumentan considerablemente.
El descontento se hace patente y el costo del aparato estatal comienza a ser escrutado por muchos y, ¡sorpresa!, se descubren malversaciones, corrupción, despilfarro, plazas fantasmas, sueldos insultantes al hambre y necesidad de la población, un nivel de desempleo sin precedentes y, la guinda del pastel la ponen los sindicatos que, en su afán de buscar el bienestar de sus agremiados, exigen cada vez más prestaciones, las cuales aunque legítimas en el plano social, son completamente IMPAGABLES en lo económico, por el desastre y la manifiesta corrupción del actual gobierno que, a voces de ellos, “no tiene fondos ni para pagar los sueldos de los empleados ni existen fondos para hacer las transferencias monetarias a los otros dos poderes del Estado”, con lo cual prácticamente “colapsa” el sistema de justicia, que de no ser porque tenía fondos privativos, sigue “medio funcionando”… Continuará…
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