ENTRADILLA:
Guatemala, ha sido un país tercermundista por muchas razones,
pero, la principal de ellas es que no despegamos económicamente porque
carecemos de una cultura tributaria.
Jolie Totò Ryzanek V.- Para ningún habitante de cualquier país
tercermundista es un secreto que nuestros países “no despegan” económicamente,
por la carencia de fondos para poder hacerlo.
El fondo de la carencia de fondos posee muchas
aristas, porque en muchos de los casos (si no en todos), no se tributa como
debe ser por otras tantas razones que, entre todas sobresale que no se tributa
con una conciencia de nación, sino se tributa pensando en los intereses
económicos de la persona o institución afecta a tal obligación.
En ese sentido, hemos de reconocer que las diferencias
abismales entre cualquier país desarrollado y los nuestros, radica en el
sentido de responsabilidad para con los demás y en el pensamiento de un futuro
mejor para todos. A este respecto, podemos poner como ejemplo a seguir a los
países nórdicos, donde cada ciudadano(a) tributa cerca del 40% de la totalidad
de sus ingresos durante toda su vida productiva, lo cual le garantiza a él
(ella) un seguro social que garantiza su salud y un ingreso decoroso cuando no
pueda seguir tributando por incapacidad temporal o total, y que cuando llegue
el momento de su retiro (jubilación) tenga una vejez digna, pues siempre tendrá
garantizado el acceso a la salud y una pensión decorosa para terminar sus días.
Guatemala, es exactamente la otra cara del
planteamiento anterior, pues amparados en cualquier excusa legal o ilegal, cada
cual (empresas e instituciones incluidas) hace lo que mejor conviene a sus
intereses económicos. Así vemos que hasta la persona más humilde no exige
factura por su compra, que las empresas poseen otras tantas razones sociales
que le permiten “repartir” las facturas o que están exoneradas del pago de
impuestos (como las empresas mineras, maquilas y el propio IGSS, como ejemplos),
con lo cual hablamos de la parte legal y por su delictuosidad obvia, se omite
el contrabando y la evasión tributaria deliberada.
En cuanto a las causas de tal carencia de una cultura
tributaria, casi cada cual y cada gremio posee su propia postura. Así, y enfocando
la problemática desde una óptica meramente financiera, caemos en cuenta que hay
personas e instituciones que no tributan porque es tal “la costumbre” de llegar
al gobierno a robar, que optan por no tributar, e incluso, sostener
instituciones caritativas que gasten lo que debieran tributar, como una especie
de mecanismo para evitar el robo de sus tributos por los funcionarios de turno.
¿Cómo se recaudan los impuestos?
Hay dos casos a considerar: las personas individuales
y las empresas.
En cuanto al caso del Impuesto al Valor Agregado
(IVA), es pagado prácticamente por todos al momento de cada compra, pues el
mismo está incluido en el valor pagado. Quienes están registrados como “Pequeño
Contribuyente” pagan adicionalmente, el 5% de la totalidad de los ingresos que
hayan facturado de forma mensual. Quienes estén registrados como
“Contribuyentes”, pueden deducir cierta cantidad (actualmente Q12,000)
anualmente, mediante la presentación de facturas pagadas que amparen tal suma.
En cuanto al ciudadano en relación de dependencia,
este no posee prácticamente alternativa, puesto que por ley, la propia empresa
le descuenta el Impuesto Sobre la Renta (ISR) que debe pagar y, esta misma
empresa está obligada a trasladar los fondos así recaudados a las arcas del
Estado.
En cuanto a las empresas, todas son inscritas como
“Contribuyentes” y para los efectos del IVA, están en igualdad de condiciones
que las personas individuales ya descritas.
El problema surge, en este caso con el ISR, por cuanto
este aplica a la totalidad de las ganancias de la empresa, y para determinar el
monto a pagar, la empresa debe presentar sus estados financieros debidamente
auditados y es acá donde ocurre todo lo imaginable: como la existencia de dos
contabilidades paralelas (la que se enseña y la real); la “invisibilización” de
las utilidades mediante el pago a otras empresas (de los mismos dueños o
mediante el empleo de testaferros) por servicios que prestan a la primera y
esta segunda que paga a una tercera, ad
infinitum.
En suma, no es el ciudadano “de a pie” quien evade
pagar sus impuestos, porque ciertamente, no tiene muchas formas de hacerlo,
sino son las empresas que, cuanto más grandes son (y debieran pagar más
impuestos), las que prefieren emplear cuanto método esté a su alcance para no
pagar sus obligaciones tributarias, por cuanto al final, presentarán un mejor
margen de utilidades a la junta de accionistas y demostrarán así, una “buena
gestión gerencial”.
Las consecuencias
Pues como de todos es sabido que el nivel de
corrupción del actual Gobierno ha alcanzado niveles insospechados, al igual que
el nivel de endeudamiento estatal está llegando al límite manejable, la
consecuencia es que estamos en el umbral de una puerta que nos conduce
irremediablemente, a buscar por todos los medios a nuestro alcance la manera de
lograr que las empresas paguen los tributos que debieran pagar honestamente, no
porque estén a favor del accionar del Gobierno, sino para asegurar que todos,
como nación, debamos enfrentar un “Default” económico en el futuro, porque ello
significaría automáticamente una devaluación automática de nuestra moneda y la
pérdida de nuestra capacidad crediticia internacional.
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