ORIFICIO
Los hilos finos (20170820)
Jolie Totò Ryzanek Voldan
Realmente he tenido que luchar mucho en la vida para tener
la vida que tengo, que a pocos meses que se extinga, me ha hecho pensar muchas
cosas: en el privilegio y hasta honor de ser instruida por maestras y
profesores de primer nivel, no solo en cuanto a los conocimientos que
impartían, sino en cuanto a su calidad humana como protagonistas o herederos de
aquellos hijos e hijas que un día nos brindaron una efímera patria más justa y
equitativa.
Tampoco me faltó el cariño y consejo de personas mayores
que, aunque no eran tan letradas como mis mentores y mentoras formales, me brindaron
la sabiduría adquirida por sus muchos años de vida, al tener que arrostrar la
vida. Sí, mis abuelas y abuelos, además de mi bisabuela fueron esos consejeros
experimentados que moldearon con mucho mis rebeldías desde mi adolescencia
misma, mediante la exposición de sus puntos de vista de la vida y de aquellos
ideales que bullían en todo mi ser.
Fueron estos seres y mis padres quienes fueron encauzando
mis inquietudes por lo injusto que es la vida de todos en esta sufrida parte
del mundo llamada Guatemala… fueron ellos quienes cariñosamente hasta se rieron
de mis ideas y pensamientos ilusos de adolescente que quería cambiar el mundo,
para hacerlo más justo para todos.
Recuerdo que mis cuestionamientos fueron poco a poco
tornándose más complejos de resolver para ellos, pero sin dejar de amarme
procuraron hacerme “entrar en razón” planteándome contrapropuestas y ejemplos
de su vida, que recordaban o habían presenciado durante sus ya muchos años de
vida, que, aunque no manejaban conceptos de la dialéctica marxista que yo
profesaba, poseían la enorme sabiduría que les habían dado los años de vida.
Fue mi bisabuelita quien en una oportunidad me dijo algo que
nunca olvidé al verse completamente acorralada por mis argumentaciones: Me
abrazó, y acariciando mi cabeza con sus manos mientras me tenía junto a su
pecho me dijo casi suspirando: “La vida teje con hilo fino, porque hay muchas
cosas que aunque no podemos cambiar del todo, podemos aprender a sobrellevarlas
mientras urdimos la manera de pasar ese hilo fino por el entramado de los
fuertes lazos que aprisionan los mejores deseos de todos”.
Conforme continué mi formación académica en la vida y mis
pensamientos fueron siendo condicionados por mis propias experiencias de vida,
mantuve guardadas aquellas palabras de mi bisabuela, y sirvieron en demasía
para calmar mis ánimos de lanzarme –como muchos de mis compañeros universitarios
lo hicieron– a ser “carne de cañón” y opté por la ortodoxia del estudio en
medio del ya feroz Conflicto Armado Interno que nos envolvía a todos los
guatemaltecos.
Han pasado muchos años y no he logrado quitar de mi mente
aquellas palabras sabias cuyo alcance no conocía, me he dado cuenta que la
urdimbre de lazos que nos aprisiona como sociedad es cada días más envolvente,
por cuanto los niveles de destrucción que provoca nuestro crecimiento
poblacional, aunado a la voracidad de quienes no dejan de urdir cómo
despojarnos de más a todos en beneficio propio, han logrado que no sea un solo
hilo fino el que permee esa red de lazos, sino que hay muchos hilos más que lo
han logrado y buscan afanosamente la manera de unirse para ahogar a esa red de
lazos y destruirle para siempre.
Mas mi ortodoxia me dicta que tal lucha es lenta y ha ya
cobrado muchas vidas, y seguirá cobrándolas, porque los ricos –tejedores de los
lazos de la red– no solo no descansan, sino que su voracidad carece de límites.
Es por ello que se me ocurre que tenemos dos caminos por
delante:
1- La
destrucción de todos por la capacidad de fuego del contrincante y su fanatismo.
2- La
supervivencia de algunos en lo que quede después de la gran conflagración que
se avecina y se puede vaticinar como inevitable.
En el primero de los casos, pues no hay demasiado que decir,
puesto que nos autodestruiremos como especie juntamente con el mundo que
habitamos, lo cual es de lo más lamentable en todos los sentidos.
En el segundo caso, tengo la esperanza –sí, tan solo la
esperanza–, que aquellos hilos finos que escaparon de la red de lazos que les
aprisionaban se logren reunir e inicien un nuevo andar y no dejen que surjan nuevos
lazos que les aten.
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