El aprendizaje de mi vida (20151109)
Llegada a los 65 años escribo algunas de mis vivencias
y aquello que he aprendido; porque siento injusto que me lleve un día de tantos
todo a la tumba.
Porque siento la obligación moral de compartir lo
aprendido con quien busque en el conocimiento la manera de entender mejor la
vida, y adaptarse más fácilmente a ella.
Entiendo que no soy perfecta ni pretendo serlo, pero
es penoso que lo aprendido durante tantos años se pierda por no dejar testimonio,
por no compartir lo aprendido, y por la mera negligencia de las personas para
leer.
Aprendí que en Guatemala somos poquísimas las personas
que respetamos la palabra empeñada en cuanto a señalar la hora de encuentro con
otras personas, precisamente por la falta de la más elemental cortesía hacia
los demás…
Que la mentira es “la moneda usual” en las esferas
políticas y gubernamentales, pues todo mundo tiene un sentimiento arribista
para sí mismo, aunque para lograrlo deba emplear de escalera a los demás…
Aprendí que los reales sentimientos morirán juntamente
conmigo y mi muy reducido círculo de verdaderos amigos, amigas y mi novia,
porque todo es gloria cuando te encuentras en posición exitosa, pero muy pocos
están contigo cuando la situación no sea favorable.
Una gran lección aprendida fue la comprobación que el
guatemalteco promedio nunca asume sus responsabilidades y menos sus culpas,
porque siempre encuentra otro culpable u otra circunstancia que le obligó a
cometer el yerro y, por lo tanto, jamás fomenta el sentido de responsabilidad
propia respecto de sus acciones, precisamente, porque toda su vida no ha
aprendido a respetarse a sí mismo al no mentir y mentir a los demás en beneficio
–generalmente- propio.
Aprendí igualmente, que carecemos de un sentimiento
real de pertenencia a patria alguna, precisamente porque somos un país que
nunca ha luchado y vencido en nada de lo que posee o ha conquistado, y porque
somos un país que al sabernos plurilingües y multiétnicos cada cual es muy grandilocuente
cuando describe lo que posee sin que le haya costado el menor de los esfuerzos:
Así, presumimos de poseer el “lago más bello del mundo”, pero nadie confiesa
que todas las fuentes acuíferas del país están contaminadas; que el manto
acuífero más grande y cercano a la capital está completamente perdido por la
contaminación, y que el “lago más bello del mundo” correrá la misma suerte…
Aprendí que Guatemala es un pueblo sin memoria, porque
somos muy pocas las personas que gustamos leer y que en las escuelas no se
fomenta el gusto por la lectura, sino antes bien, la educación está concebida
para que las personas obtengan el grado de “ignorantes y desculturizados con
título”, porque ello provee la mano de obra barata que la oligarquía necesita
para multiplicar sus monstruosas utilidades con la menor inversión y el pago de
salarios fuera de ley, mismos que rayan en la miseria para el obrero, y en el
insulto para los gerentes o directores de empresas que logran incrementar los
dividendos de los accionistas.
Aprendí que en el mundo capitalista no manda quien más
sabe, comprende o es más calificado, sino quien posee el capital y coloca en
los puestos de decisión política a quien mejor sigue las directrices que ellos impongan
a fuerza de presión económica…
Aprendí que los guatemaltecos son incapaces de poner
cada cosa en su sitio y, por lo general tienden a mezclar en sus pensamientos y
acciones sus creencias religiosas, sus glorias y sus aberraciones, olvidándose
completamente del bien común y del espíritu de servicio desinteresado a los
demás.
Aprendí también que el guatemalteco promedio (y
quienes detentan el poder) poseen una increíble visión cortoplacista y se
conforman con presentar resultados mediocres hoy, porque quienes les sucedan
harán otro tanto, con lo que la visión de progreso y superación colectiva es
completamente miope, si no: inexistente.
Aprendí que ante tal descomposición social y colectiva
de nuestra sociedad, las pocas personas que pensamos y vemos un poco más allá,
debemos mantener la férrea convicción que las cosas pueden cambiar y brindamos
nuestros aportes para que ello suceda, aunque sea a velocidad de trabajo
gubernamental (lento, parado y despacio) y que en ello nos vaya la propia
existencia…
Aprendí, igualmente, que no se pueden componer todos
los males que nos aquejan a la vez, sino hemos de ir enfrentándoles uno a uno y
sin jerarquización alguna, dada la coyuntura tan cambiante en que vivimos.
Aprendí que quienes se llaman de “pensamiento de
izquierda” son tan recalcitrantes en sus postulados que se preocupan porque
todo sea como ellos dicen y no como dicen los otros, con lo que logran que los
cambios que tanto necesitamos sean siempre postergados por los de “pensamiento
de derecha”, puesto que ellos sí se unen, mientras “los de izquierda” se
disgregan “por falta de acuerdos y/o formas”, olvidándose de lo sustancial, que
es llevar a cabo los cambios.
Aprendí que en Guatemala es factible hacer casi lo que
te venga en gana, porque siempre habrá algún subterfugio legal que te proteja
de la propia acción legal, con lo que cada cual tributa lo que conviene en el
país con la menor carga impositiva del mundo. Y que nadie está dispuesto a
pagar más tributos porque el nivel de corrupción gubernamental es escandaloso y
porque obviamente, prefiere incrementar su propio peculio.
Finalmente aprendí que por publicar este escrito quizá
me esté jugando la vida, porque Guatemala es así: “el país de la eterna
matadera”.
Jolie Totò Ryzanek Voldan