viernes, 4 de septiembre de 2015

Editorial 25 (20150904)

EDITORIAL

Ganadores y perdedor

Merced de la presión ciudadana, el hoy expresidente Otto Fernando Pérez Molina debió renunciar a la Presidencia de Guatemala, con lo que hemos vivido un nuevo capítulo de la historia de la llamada época democrática guatemalteca.

Y es que no es para menos que un presidente constitucionalmente electo no termine su período, porque renunció presionado por el pueblo que le eligió, y posteriormente ese mismo pueblo, le exigió su renuncia al cargo. Y aunque le faltaba poco para completar su período constitucional, ni eso le importó al pueblo, porque sencillamente lo querían fuera de la esfera gubernamental, por su manifiesta incapacidad para gobernar, que se rodeó de personas con un oscuro pasado que llegaron solamente a enriquecerse, que en términos generales no avanzamos positivamente en rubro alguno y, contrariamente a lo esperado, retrocedimos en otros tantos.

Con mucho de razón, todo apunta a que ha inscrito su gobierno como el peor de todos en la era democrática guatemalteca, al grado que él mismo (Otto Pérez Molina) fue acorralado por la justicia del país, al ser arraigado y ligado a un proceso penal por su participación en una bien estructurada banda de defraudación aduanera, mediante la cual se enriqueció durante años.

Las manifestaciones populares de satisfacción no se hicieron esperar e incluso, durante la noche, no faltaron ciudadanos que hasta salieron a la calle a celebrar el triunfo de una de las demandas populares, sino que desde tempranas horas se hicieron presentes frente a la sede de gobierno ondeando banderas nacionales, mientras que otros, se apostaron en las cercanías del aeropuerto en un vano intento de evitar la fuga del mandatario, quien se apersonó a los tribunales de justicia donde una multitud de ciudadanos le esperaba para gritarle: “LADRÓN”, “CORRUPTO” y otros epítetos y descalificativos.


El pleno de diputados al Congreso se reunió finalmente incompleto, aunque sí con una mayoría más que calificada para conocer la renuncia del mandatario y verificar su autenticidad, mientras el hasta ese momento vicepresidente aguardaba en una de las salas contiguas el llamado para ser juramentado como presidente interino, para completar el período del renunciante.

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