El
tercer sexo
(Autobiografía mínima
de un@ Transgénero Femenina Bisexual)
Una advertencia
indispensable
El
presente escrito describe sucintamente algunos hechos reales de la vida de una
persona Transgénero Femenina guatemalteca. Consecuentemente, no son una mera
producción literaria de l@ autor@ con fines novelescos o pertenecientes al
género del cuento… Son, en algunos casos y para algunas mentes cargadas de basura
intelectual, hasta atentatorios contra la
moral establecida por su contenido. La persona que los lea, deberá entender
que hacerlo, implicará el conocimiento parcial (nunca el total) de las “interioridades”
de la vida de l@ autor@ y ello NO LE AUTORIZA a utilizarlas para otro fin
diferente al crecimiento de su acervo y el de los demás (o sea que, puede
divulgar los contenidos y externar sus personales apreciaciones de ellas).
Igualmente,
deberá dimensionar que si el contenido en esta obra es usado con fines que
tiendan a peyorizar, difamar, fomentar la discriminación, o cualquier otro fin
avieso en contra de la diversidad sexual, l@ autor@ hará uso del derecho
constitucional que le acude de entablar la(s) demanda(s) en los tribunales
correspondiente(s); si es que no lo hace “de oficio” el Ministerio Público, cualquier
entidad, institución o persona que se sienta ofendida, difamada y/o damnificada.
La
presente es, en suma, un extracto ilustrativo del grave problema existencial
que enfrentan las personas con una sexualidad (reacción ante el sexo)
“diferente” en la sociedad guatemalteca, y la ilustración clara de la
estigmatización que sufren de manera tan injustificada.
Además,
describe el comportamiento machista e hipócrita prevaleciente en un país
tercermundista de finales del siglo XX e inicios del XXI; incluye también algunos
de los agravantes que lo determinan, merced de la cultura de violencia que
hemos heredado de un largo conflicto armado, y la “complicidad” (por omisión)
del Estado, de algunas instituciones eclesiales y de otras de diferente índole.
Es
un relato real que pretende de manera “valiente”, describir el entuerto del que
adolece una sociedad enferma de ignorancia y cargada de prejuicios
infundados, “manipulada” por una pequeña minoría que se niega a tener en
consideración otros puntos de vista diferentes al propio… (Por ello es
recalcitrante en cuanto a “su manera” de ver, pensar y analizar un hecho que
acontece: la existencia de una diversidad sexual en la historia desde tiempos
inmemorables).
La
diferencia hoy en día es que los pocos espacios que se han abierto son
resultado de una “forzosa aceptación”, y no son vistos como parte integral de
la naturaleza del ser humano.
En
palabras de la sabiduría popular se dice: “De
todo hay en la viña del Señor”. Entonces, ¿Por qué es tan difícil que
alguien enfrente la problemática sexual en nuestros países?… ¿Acaso no será
porque se teme a la estigmatización que la sociedad hará con quien se atreva a
ello?
Esto,
aunado a lo que perciba con esta lectura, es el verdadero mérito que posee esta
obra en cuanto a la apertura de mentes hacia otros puntos de vista y hacia la
cultura, empleando ejemplos de la vida de su autor@.
L@ editor@.
Introducción
Toda
persona desde su concepción posee dos cualidades: Su dignidad, que es su
personal reconocimiento ante sí, frente, y por, los demás de su condición
humana con el ejercicio de sus derechos y obligaciones y; su unicidad,
misma que es el conjunto de características personales que le hacen diferente
de los demás.
Estas
cualidades hacen que cada ser humano sea lo que es y persiga las metas
personales que cada cual se traza para sí mismo y los demás, surgiendo así, mediante
la interrelación humana lo que se denomina: “Diversidad en la igualdad”.
Que
para el presente caso ha sido la fuente
de inspiración de este aporte que ¡ojalá!, sirva como punto de referencia
para que otras personas vean en la presente autobiografía, reflejada(s)
alguna(s) de su(s) personal(es) inquietud(es).
Quizá
para otras sea un punto de referencia que les ayude a comprender el
comportamiento y conducta de las personas de su entorno y logren valorarlas
como “iguales dentro de la diversidad” que les circunda, y les brinden el valor
que tienen como personas de igual categoría,
con los mismos privilegios, deberes y oportunidades que ellos mismos poseen y/o
aspiran.
En
última instancia servirá, para quienes se ocupan de los temas conductuales, porque
será “la piedra en el zapato” que les impelerá a ahondar en sus consideraciones
y apreciaciones, toda vez que el conocimiento total de la humanidad existe en
función del compartimiento del propio con los demás (por ello, precisamente, he
querido compartir el mío).
Así
pues, la presente pretende dar a conocer algunas de mis vivencias, contextualizadas
en el entorno que me ha tocado vivir, para que las generaciones actuales y
futuras logren asimilar de manera coherente (no mi vida, ya que cada cual hará
la propia) sino aquello que he enfrentado en el devenir de mi corta vida como
persona transgénero.
Deseo,
sí, ubicar a quien me lea en mis zapatos
para que valore mi lucha por ser yo mism@, criticando su personal actuar,
además del comportamiento generalizado de la sociedad guatemalteca de finales
del siglo XX y albores del siglo XXI; haciendo con ello, un intento de “cambio
en la mentalidad” prevaleciente en ese contexto histórico, y sentar un
precedente para la posteridad.
Desde
luego habrán muchas situaciones cuestionables por las “construcciones mentales”
de cada cual, sin embargo, la presente es el reflejo fiel de una realidad
vivida, contextualizada en una coyuntura específica que nos conduce al análisis
cognoscitivo del comportamiento personal y colectivo de aquello que es
censurado por la sociedad guatemalteca contemporánea y, propicia una situación
de intolerancia y discriminación hacia las personas con una orientación sexual “diferente”
(ello es la “transfobia” –el odio a las personas transgénero y transexuales–).
Además,
denota la monstruosa falta de misericordia cristiana (aunque la inmensa mayoría
se confiese como tal) de la sociedad guatemalteca; logrando con ello colocar en
una situación de exclusión inmerecida a las personas de la diversidad sexual
guatemalteca, puesto que nadie puede escoger su sexualidad por sí mismo(a).
Por
lo expuesto, y por otras razones que momentáneamente escapan de mi mente, he
deseado compartir algunos pasajes de mi vida, con la firme esperanza de
encontrar un pensamiento crítico–social…
¡Quizá
algún día podamos tener una sociedad guatemalteca diferente, que sea más incluyente
y menos aberrada!
L@ autor@.
Mi primera
manifestación
En
1957 mi
madre tuvo su último embarazo (las madres del entonces no mencionaban ni
remotamente algo que tuviese “algo que ver” con sexo).
Conforme
pasaron los meses, nos fue “vendiendo” la idea que íbamos a tener un nuevo
hermanito o hermanita, puesto que aún “no había decidido que iba a ir a comprar”
(vislumbre acá el concepto generalizado que se manejaba en la mentalidad de
todos respecto de todo aquello que estuviera relacionado con sexo, ¡aunque
fuera el legado precioso que Dios otorgó a los hombres para continuar su obra
creadora!).
El
último día de abril del año siguiente, como a las 11:00 de la mañana, mi madre
nos dijo que: “-Elvira Hernández (nuestra muy querida ‘nana’ –provincialismo
que designa a la mujer que ayuda en el cuidado de los hijos al ama de casa–)
iba a terminar de hacer el almuerzo, porque ella (mi mamá), iba a ir a comprar
a nuestro nuevo hermanito”, y nos ordenó hacerle caso en todo mientras ella volvía.
Tomó una pequeña maleta, su bolso y partió.
Cuando
llegó mi padre a almorzar, se enteró de lo acontecido y, tras engullir (porque
lo hizo a toda prisa) sus alimentos, ratificó lo dicho por mamá y salió
presuroso de casa.
A
eso de las 16:00 horas, volvieron mis padres a enseñarnos “al hermanito que
habían comprado”… recuerdo que mi hermano mayor comentó al verlo: “tiene carita
de viejito” (el mismo comentario que nuestro abuelo paterno había hecho de él
al conocerlo); mis dos hermanas y yo dijimos que “estaba bonito, solo que
estaba muy coloradito (refiriéndonos
al color de su piel), mi mamá nos dijo: “después será igual que todos ustedes,
lo que sucede es que como es nuevo, aún no tiene su verdadero color, ¡ya lo
verán después!”.
Pasó
el tiempo y yo, que todo lo hurgaba, encontré la faja que mi mamá había empleado
para que su vientre volviera a su sitio (desde luego esto lo supe después)… me
gustó tanto tocarla y palpar la finura de la prenda, que me surgió el deseo
irrefrenable de usarla yo mism@, lo cual hice; la “robé” del cajón donde estaba
guardada y la “escondí” para usarla después.
Posteriormente
la usaba todos los días, auto–proveyéndome así(pese que aún era impúber), una
satisfacción personal tan especial
que las palabras son insuficientes para describirla.
Como
era de esperar, puesto que era un niño, travieso y juguetón, “mi especial
prenda” se ensució de tal manera que debí prescindir de su uso por lo
maloliente que estaba y, como no podía lavarla libremente, la “escondí” entre
mi ropa esperando el momento apropiado para hacerlo…
Cierto
día, al volver de estudiar, mi madre me llamó, y cuando estuve ante ella, me
enseñó la prenda increpándome con una voz que nunca olvidaré: “–¿Qué significaba que su ropa estuviera entre la mía?” (Vea
que manera de recriminar arguyendo abuso o desorden y no sexualidad) y, sin
más, tomó un cincho y me propinó una azotaina increíble e inolvidable…
Mis
hermanos no prestaron atención a lo sucedido, ya que como fui un niño sumamente
travieso, una paliza más o una menos no cambiaba “la costumbre diaria” (realmente,
son pocos los días que no me tuvieron que pegar para corregir mi proceder…
siempre dijeron que fui “la oveja negra de la familia”, por travieso, rebelde, terco
y tozudo, ¡para colmo de males!).
49 años de auto–represión
Sin
embargo, muy dentro de mí guardaba aquella sensación “tan especial” que me
proporcionó el uso de aquella prenda (el problema para mí no era usarla –¡Qué
iba a saber de sexo a los nueve años!, si nadie mencionaba nada del asunto–, el
problema era que se ensuciara y la encontrara mi madre), por lo que me hice
aquel día la promesa a mí mismo de “no
volver a usar prendas femeninas, hasta que pudiera hacerlo con libertad y, reprimir
con todas mis fuerzas, aquel deseo mío de ¡ser mujer!…”
De
ahí en adelante no hay mucho que contar, puesto que me desarrollé como niño y
como varón, para cumplir aquella promesa.
Quizá
como dato de referencia en cuanto a la fortaleza de mi palabra, les deba
compartir que siempre tuve otras inquietudes y, al haber “llegado al tope” en
mi formación escultista (en la extinta Asociación de Scouts de Guatemala), hubo
alguien que tuvo la idea de solicitar a los kaibiles (grupo élite especializado
en supervivencia y lucha anti-guerrillera del Ejército de Guatemala del
entonces), que “nos enseñaran” sus técnicas de supervivencia a un grupo selecto de scouts especialistas en
campismo, a lo cual accedieron; se organizó el evento denominado:
“Carazamba”, puesto que poseíamos la limitante (a ojos de los kaibiles) de no
matar, lo cual para ellos era casi un “acto reflejo”.
Entre
los cerca de 40 “seleccionados” estuve yo.
Al
inicio del evento anunciaron que: “aparte de la calificación de cada equipo (de
10 a 15
personas cada uno), habría una calificación individual para seleccionar a los 10 mejores de todos”
y, ¡claro!, ¡yo deseaba ser un@!, pese a mis 37 años de edad, dos hijas y un
divorcio.
Aún
recuerdo los comentarios dirigidos a mí por algunos participantes en aquella
tremenda prueba: “¿Vos, cómo aguantás tanto sin ‘darte por vencido’?”, yo les
decía: “Lo que sucede es que la fuerza y la juventud que ustedes poseen no se
compara con la fuerza de voluntad que yo tengo por ser viejo” (la verdad era
que yo me lo había prometido a mí mism@ –al igual que aquella promesa que
guardaba “tan celosamente” dentro de mí–).
Finalmente,
salí vivo de aquella “prueba matadora”
y aprendí muchísimas cosas que me han sido muy útiles durante mi vida, pero la
más importante fue: demostrarme a mí
mism@ que las promesas que me hago, son verdaderamente firmes (aunque hubo
momentos que lloré –por la parte femenina que siempre tuve–) por mi impotencia
ante los obstáculos que se me presentaron y la falta de fuerza física para
seguir adelante; aunque finalmente lograba superar todas las pruebas y
demostrar que pese a ser un@ viej@
comparado con todos, los superaba en varios aspectos.
Un “especial”
accidente
El
4 de abril de 1997 sufrí un terrible accidente de tránsito… me fracturé en 17
partes distintas la pierna y cadera derechas, por lo cual fui sometido a 34
intervenciones quirúrgicas y estuve suspendid@ de labores por el seguro social durante
¡nueve años!…
Por
ese tiempo, escribí mi primer libro de poesías (por cierto hay muy poco
“rescatable” en él en términos literarios) titulado: “Sentimientos”.
Me
dediqué a pensar qué haría con mi vida, por cuanto mis dos hijas habían crecido
y se habían casado, mi segunda esposa (ya me había divorciado de la madre de
mis hijas) prácticamente me abandonó, la empresa para la cual laboraba cerró
operaciones y yo no quedaría en condiciones de retornar a lo que hacía (era
vendedor de licores y abarrotes)…
Aquel
momento pensé, al hacer un repaso de mi vida, que sería acertado para mi futuro:
hacer todo aquello que había dejado de
hacer anteriormente, porque si únicamente tenía una vida, podría morirme en
paz el día que me tocara, al haber hecho cuanto quise en este mundo. Dejé
“pendiente” mi deseo de ser mujer, ya que era lo único que de momento “no
encajaba” en mi planificación para el futuro inmediato.
Aún
usando muletas (las usé durante tres años) para movilizarme, un ex compañero de
universidad me procuró un empleo por contrato con el Estado; lo que me demostró
que podía ser una persona útil y productiva, y paralelamente, que todo cuanto
sabía “no servía de nada”, por cuanto la computación (yo no sabía ni encender
un ordenador) había irrumpido en el
mundo y todo se manejaba por ese medio… Lejos de arredrarme por mi ignorancia, fue
un acicate para mi innato deseo de conocer más, y me dediqué a aprender sus
usos.
Paralelamente
y al no poder optar al sacerdocio por estar casado eclesialmente, me dediqué a estudiar
Teología, culminando la carrera de forma satisfactoria cuatro años después.
A
todo lo anterior, mi madre (mi padre ya había fallecido), empezó a denotar que
su final estaba próximo, mediante enfermedades que se complicaban y/o se le
tornaban crónicas, amén de “demostrar” con sus actitudes que seguía viva solo por mí, al ver que yo
tenía limitaciones físicas y yo no tenía quien (mi madre fue criada con la
mentalidad que “la mujer debe atender a los hombres de su casa”) me ayudara,
ello me obligó moralmente a no abandonarla hasta el fin de sus días, aunque no
hiciera nada por ella, más que hacerle sentir “que estaba bien atendid@”,
aunque debiera atenderme sol@.
Previendo
el inminente final de la vida de mi madre, pensé en torno a mi próximo actuar y
vislumbré esa ocasión como el momento
ideal para el cumplimiento de mi deseo de ser mujer, y organicé mi futuro
accionar ante el suceso…
Empecé
a hacer un listado mental de las personas y el orden que debía mantener para
hacerles saber mi “muy viril decisión de ser mujer”.
Un primer encuentro
Aspirando
el humo de un cigarrillo al inicio de una soleada tarde de verano, observé
venir dos lindas mujeres que me eran desconocidas hasta entonces, puesto que
llevo viviendo en el mismo lugar más de cuarenta años; así que fijé mi atención
en la visión que se presentaba a mis ojos… las dos bellas damas que con el
ritmo cadencioso de su andar se aproximaban a mí y, ¡sorpresa!, ellas
igualmente me miraron, se sonrieron entre sí y luego conmigo, lanzándome un:
¡hola!, que al escuchar el timbre de sus voces deduje que se trataba de dos
homosexuales con una silueta que cualquier mujer envidiaría; respondí con otro:
“hola”, y continué estupefacto mi observación hasta que desaparecieron por la
esquina…
Quedé
reflexionando y reviviendo aquel momento, como intentando “organizar” mis
ideas, pensamientos y reflexiones, por cuanto iban desde la sorpresa, ante el
cuestionamiento de “la moral” que me había sido inculcada, pasaba por el
ejercicio de la libertad de expresión de la sociedad contemporánea, y el deseo
lujurioso de poseer aquellos hermosísimos cuerpos… amén del imperioso deseo de
conocer más respecto del “logro” por ell@s obtenido.
Vanamente
esperé su retorno fumando como chimenea, cigarrillo tras cigarrillo, hasta que
mis esperanzas se agotaron aquella tarde, que ya era noche.
Los
días siguientes fueron de constante espera, porque mis miles deseos y
curiosidades en torno a ell@s eran inmensos (¡quería saber cómo lo habían
logrado de manera tan perfecta!)… contaba los minutos, las horas y hasta los
días ansiando un nuevo encuentro, ensayando conmigo mism@ una hipotética
conversación de conocimiento mutuo que nunca ocurrió, puesto que ell@s no
volvieron a pasar frente a mi casa.
Las
inquietudes me brotaban a borbotones y no me dejaban en paz; así que decidí que
debía hacer, cuando menos, un intento para ubicarl@s… me lancé a una
investigación para lograrlo, ¡y lo conseguí!
Me
apersoné a la puerta de la vivienda que ocupaban, toqué y me presenté,
indicándoles que deseaba conversar con ell@s, puesto que tenía algunas
preguntas e inquietudes que deseaba compartirles.
Con
un gesto de extrañeza de ell@s, pero cordialmente, iniciamos una conversación
franca en cuanto a su manera de vivir y ser, constatando que eran de origen
hondureño, que pese a haber nacido hombres, habían adoptado la vida de mujeres,
y por “carecer de papeles en país ajeno”, se sostenían mediante el otorgamiento
de favores sexuales a cambio de dinero [se prostituían]; que hacían todo tipo
de favores sexuales, porque pese a sentirse y vivir como mujeres, no podían
olvidar el placer que les otorgaba su sexo biológico de hombres, por lo cual
podían ser “versátiles” al momento de la cópula si “su cliente” lo solicitaba;
relatándome algunos de los casos vividos con personajes de la vida nacional [adrede
olvidé los nombres por razones obvias] que eran “sus clientes habituales” y
gastaban con ell@s sus abultados salarios, logrando así, su “plena
satisfacción” (¿?).
Que
habían muchas más como ell@s y estaban “organizad@s” [Colectivo Trans “Reinas
de la Noche”] para evitar competir entre sí por “los clientes”, teniendo cada
cual “su lugar de trabajo”, y por medida de protección mutua ante las
agresiones de autoridades y ciudadanos en general. La más joven de ell@s,
Válery, era la reina del colectivo, mientras que la mayor, Bárbara, fungía como
tesorer@ del mismo conglomerado; y que se reunían cada mañana de domingo en un
local que les había cedido la Organización de Apoyo para una Sexualidad
Integral libre de Sida (OASIS).
Con
todo este bagaje de nuevos conocimientos y palpando “el arrojo que poseían”
para ser lo que eran y correspondiendo al compartimiento de sus historias
conmigo, me solicitaron que las llevase “a su lugar de trabajo” aquella noche,
a lo cual accedí de buen talante, puesto que valoré todo aquello que me habían
confiado de manera franca y sin ningún tipo de tapujos.
Feliz
y satisfech@ por lo recién aprendido, dispuse analizarlo en casa y me tomé
algunos días de reflexión, durante los cuales me surgieron algunas dudas más, por
lo que me dediqué a informarme al respecto; así descubrí que mi
orientación sexual no era completamente heterosexual, pero me negaba a
definirme como homosexual, porque en realidad no me atraían los hombres,
pero sí me atraían fuertemente las mujeres, las personas transgénero femeninas (que
nacen con genitales de varón y viven como el sexo opuesto) y las personas
transexuales (que han sido sometidas a una Cirugía de Reasignación de Sexo
–CRS–, para cambiar sus genitales completamente), por lo que llegué a la
conclusión (errónea a la postre) de definirme como una persona bisexual.
Me
di a la tarea de buscar un nuevo nombre, lo cual conseguí haciendo un anagrama
con las letras y sonidos de las letras de mi nombre de pila y mi lugar de
origen, en francés; y adopté los apellidos de dos personas de la extinta Checoslovaquia
con quienes tuve el placer de laborar en mis años mozos.
Con
esas “armas”, me decidí a apersonarme a una actividad realizada en OASIS, ya
que lo sí era claro es que era parte de la diversidad sexual guatemalteca.
Allí
participé activamente (puesto que poseo un grado académico que me sustenta) en
un foro que se desarrollaba en torno a la exclusión que hacen las religiones de
las personas con orientación sexual “diferente” e intenté “aclarar” un poco el
panorama en discusión; luego, me auto–presenté con la persona a cargo de la
institución (OASIS), con quien de inmediato congeniamos y me puse a su
disposición para colaborar en la medida de mis capacidades como corrector de
textos, lo cual fue bienvenido de forma instantánea por mi interlocutor.
El
paso anterior me abrió la puerta para ahondar mi conocimiento, mediante conversaciones
con personas de la diversidad sexual, acrecentando así mi acervo en el tópico y
tuve la preciosa oportunidad de trasmitir mis conocimientos a muchas personas
que, por ser víctimas de la exclusión social, no los poseían…
Observé
en la anterior circunstancia otra puerta que se abría ante mí, puesto que es
muy satisfactorio poder servir a los semejantes mediante mis conocimientos; con
mayor razón si los recipiendarios de ellos desean obtenerlos, ya que el sistema
y sus familias se los han negado por su orientación sexual “diferente”.
De
esta manera me enteré de las muy tristes historias de much@s (aproximadamente el
99% de ell@s) y, de los atentados y asesinatos de varias de ell@s (Bárbara –la
tesorer@–, incluida).
Me
enteré que existe una “laguna jurídica” en cuanto a la penalización o no de la
prostitución, y por ello, eran objeto de todo tipo de excesos por parte de las
autoridades y ciudadanía en general, por lo que la mayoría de las veces
“funcionaban como caja chica de los
elementos de la Policía Nacional Civil” o se veían “forzadas” al otorgamiento
de favores sexuales de forma gratuita. Amén de “arriesgar” su personal
seguridad constantemente, en aras de lograr su sustento diario.
Tomé
conciencia clara del problema, en cuanto a que más que el problema personal de
ell@s, era un problema social que poseía hondas y variadas ramificaciones (además
de una serie de “lagunas jurídicas”), una injustificada exclusión de las
personas víctimas de la transfobia; una extorsión de las autoridades hacia una
parte de la ciudadanía que debían proteger, etc.
Todo
ello renovó mi personal compromiso para luchar por el reconocimiento pleno de
los derechos de la diversidad sexual en Guatemala y en el mundo, ya que
ciertamente deseaba ser mujer, mas no por ello podía aceptar que ciudadan@s de
la Guatemala del siglo XXI tuvieran que ser víctimas de semejantes atrocidades
excesos y abusos de la sociedad que les integra.
Mi “salida del
clóset”
Inicié
mis cambios afeitándome completamente (primero la barba, y luego el bigote que
usaba, luego llegué hasta los tobillos) y dejé de ir a cortarme el cabello;
paralelamente principié una Terapia de Sustitución Hormonal (TSH) e inicié el
estudio de Cosmetología y Esteticismo (so pretexto de tener “un oficio que
pudiera desempeñar con mi minusvalía, para mi futura vejez”), lo cual concreté
luego de dos años de estudios teóricos y prácticos.
Durante
el último año de estudios la vida de mi madre llegó a su fin y tuve que vivir
el tremendo impacto de su ausencia, por cuanto y pese a haberlo previsto, no
estaba preparad@ para ello y tuvo un efecto verdaderamente devastador en mí.
Cuando
me avisaron lo notifiqué a mis jefes, y escribí una pequeña nota con la
información de las exequias (acorde a lo estipulado por mi madre en vida), me
retiré y luego me dirigí a casa, donde lloré tristemente…, para luego caer en
cuenta que toda la información proporcionada a mis jefes estaba equivocada, ya
que mis hermanos (quienes pagaban todo), hicieron “todo lo que mamá no quería”
(no usaron su sepelio pre-pagado, sino el mío; no la llevaron a la iglesia para
su misa de cuerpo presente –tenía ese “derecho” por ser Guardia del Santísimo–
y muchos detalles más que no viene al caso citar), lo que me hizo encolerizar y
meditar, en medio de aquel cúmulo de sentimientos encontrados, mi actuar…
Estando
en la funeraria, nos citaron a los hermanos, mi tío, sobrinos(as) y nietos(as) “para
despedirla” en una capilla privada, tomé la palabra para expresar mi deseo de
“respetar los deseos de mi madre, aunque fuera yo solo” y les dije que “de
ahora en adelante iban a ser las cosas como yo decía, al menos para mí, y no
como me habían obligado siempre a que fueran, puesto que como siempre, no me
habían tomado en cuenta para nada” …el llanto quebró mi voz y solo pude agregar:
“ya verán cuando tengan que entregar cuentas ustedes” …me retiré a la capilla
pública donde se llevaría a cabo el velatorio y me encerré para calmarme un
poco, el resto de las exequias de mi madre fueron de meditación en silencio y
planificación de mis futuras acciones, en la medida que el dolor que me
agobiaba lo permitía.
Posteriormente,
a cada uno de los miembros de mi familia cercana le hice saber mi decisión
de “cambiar de sexo”, confesando que les había mentido a todos durante casi 50
años de mi vida.
Ninguno
hizo o expresó algún gesto o comentario de aprobación, antes bien, pude ver en
sus rostros por vez primera, su gesto de “aceptación forzosa” ante una realidad
incontrovertible, puesto que la última persona a quien yo debía obediencia absoluta
acababa de fallecer.
Previendo
que algunos creyeran que era una reacción mía ante el inmenso dolor
experimentado por la falta de mi madre, insistí en mi exposición acerca de la
“liberación” que había experimentado para ser finalmente yo mism@.
Una
de mis hermanas me dijo enojadísima que “¡cambiara de nombre!, porque era el
único que llevaba el de nuestro padre y ninguno
deseaba que ese nombre se viese empañado por una ‘babosada’ (vulgarismo para
denotar de forma peyorativa una tontería) mía”, puesto que innegablemente mi padre fue una “Gloria Nacional”,
reconocida incluso a nivel internacional.
Luego,
ya liberad@ de la presión familiar, notifiqué mi decisión en el trabajo,
principiando por las direcciones y subdirecciones, y finalicé con las distintas
jefaturas. Dada la imagen de respeto que privaba, nadie objetó absolutamente
nada y hubo tan solo uno de ellos que expresó su “admiración” por mi valentía
al decirlo y mi determinación de llevarla a cabo.
El choque social
Una
vez que estuve liberad@ interiormente (es otra sensación de las “más especiales”
que he experimentado) de la familia, noté que todos se distanciaron de mí, lo
cual a la postre ha sido bueno, puesto que le permite a un@ vivir en paz y
dedicarse a lo que desea sin sacrificar tiempo y esfuerzos en atenciones a
otros y seguí viviendo en la casa de mi difunta madre.
Mi
madre testó a favor de todos sus hijos por igual, lo cual me ha convertido en
“el guardián” del patrimonio heredado (ninguno posee el espacio necesario en su
casa para colocar tanta cosa) por los hermanos.
Envalentonad@
por el éxito alcanzado en mi familia y trabajo, decidí hacer del conocimiento
público mi decisión, insistiendo en “la
vida de mentira que había llevado hasta entonces, porque nuestros padres no aceptarían una posición
como la mía mientras estuvieran con vida” (lo cual seguramente es cierto).
Principié
conversando con mis vecinos cercanos y, conforme me fui alejando de mi
residencia, medité que dado el alto grado de comunicación de la sociedad con
nuestro cura párroco, era muy prudente ponerlo en conocimiento a él también, lo
cual hice, mediante una argumentación teológica y personal que agradeció… Me bendijo
y nos despedimos renovando nuestros deseos por continuar la mutua amistad que
nos une.
El
menor de mis hermanos (único que profesa culto protestante en una secta neo
pentecostal) y su familia viven a escasas cuadras de donde habito, por lo que
llega de manera eventual cada vez que alguno de la familia “necesita algo” de
la casa, y siempre me comenta que “soy el hazmerreír de todos los vecinos, que
aunque no lo hagan frente de mí, se ríen a mis espaldas, y ello es vergonzoso para todos”. A mi vez yo le
respondo que “ninguno de ellos me mantiene y que él no debe darse por aludido,
por cuanto la decisión es mía y no daré marcha atrás solo para complacer a
alguien que es incapaz de expresar su sentir de forma abierta, mientras que yo
sí lo hago”.
Igualmente
he notado que cuando voy por la calle o asisto a cualquier parte (un centro
comercial, por ejemplo), todo mundo “me ve raro” y siempre espero que me digan
algo, cosa que hasta hoy no ha sucedido, dada la seguridad en mí mism@ que
proyecto. En dos o tres ocasiones (alguien que no repara de forma detallada en
mi), me ha tratado como mujer, lo cual me ha halagado, y luego se disculpa de
manera tonta apoyándose en el argumento de su
falta de atención; en todos los casos yo les ayudo con la aceptación de su
disculpa de manera inmediata diciendo: “no hay problema, soy las dos cosas” y
dejo de verle, para denotar activamente que no hay algo por qué preocuparse en la
situación.
Ya
que nunca fui bien parecido como hombre, han de imaginar cuan fe@ soy como
mujer, y es por ello que lo último que espero es impactar visualmente por mi
belleza. Sin embargo, cierto día cuando iba conduciendo auto sobre una avenida
citadina, hubo un desconocido que me lanzó un hermoso piropo, que yo le agradecí
con un: “gracias”. Ese detalle de aquel desconocido, honestamente me hizo
sentir muy bien todo el día. Creo que si se reviviera en nuestra sociedad la
costumbre ya perdida de piropear a cualquiera, tendríamos un mundo mejor,
cualitativamente hablando.
En
la práctica me quedé sin familia, incluso mis hijas me explicaron que se
alejarían de mí, por cuanto “no sabrían cómo explicarles a sus hijos mi decisión”,
y creo que tienen razón; y sin amigos (excepto los vecinos cercanos con quienes
nos saludamos casi a diario y han notado que lo único que está cambiado
lentamente es mi cuerpo, porque yo sigo siendo el mismo de siempre, decidí
buscar nuevas amistades, que me conocieran tal cual soy desde el principio.
Luego
del enésimo choque con uno de mis “supuestos” jefes, renuncié a la plaza de
trabajo que desempeñé durante varios años, donde todos me conocían como hombre
(aunque conocieran mi decisión en cuanto a cambiar de sexo)…
Luego
de dos meses de espera por una oportunidad nueva, esta llegó, y desde que me
presenté a aplicar a la plaza, lo hice vistiendo ropas femeninas, lo hice del
conocimiento de mi entrevistadora y ella (como buena seleccionadora del
personal mejor calificado), me otorgó la oportunidad que necesitaba para que
demostrara con hechos mis conocimientos (a ella mi profunda admiración y
respeto, porque hizo su trabajo y se deshizo de los tabúes mentales con que
seguramente fue educada).
Cauda de mi sueño
Lamentablemente,
el desastre económico mundial generado por la administración del peor
presidente de Estados Unidos (George Watson Bush), afectó a Guatemala y la
Junta Monetaria ajustó su tasa principal y, dado que las empresas guatemaltecas
siempre se endeudaban en dólares, optaron por la más simplista de las
soluciones: Hacer recortes masivos de personal, siendo yo un@ de l@s
trabajador@s afectad@s.
Al
día siguiente, fui al banco para hacer efectivos los cheques que me habían
pagado y retorné a casa, almorcé y cuando me disponía a tomar una pequeña
siesta (había formado fila casi toda la mañana en las afueras del banco), me
ingresó un mensaje en mi teléfono celular, donde me indicaban que: “habían
denegado una operación con mi tarjeta de crédito”… me cuestioné en cuanto a la
causa y, al buscar el monedero en mi bolso, verifiqué que ¡no estaba!, olvidé
la siesta y me dirigí presuros@ al teléfono para bloquear todas mis cuentas…
Aquel
nefasto sábado y el domingo, fueron de total incertidumbre, llanto y desesperanza,
por cuanto desconocía los alcances de la pérdida.
El
lunes me enteré que no solo había perdido mi salario, sino que mis exiguos
ahorros habían corrido igual suerte, por lo que lloré amargamente…
Solicité
caridad en público en la iglesia a donde asisto; el mismo ex compañero de
trabajo que me dijo que “me admiraba por mi decisión de ser mujer” se
solidarizó materialmente conmigo y, finalmente, he llegado hasta hoy haciendo
acopio de todas mis fuerzas y fe en los poquísimos (casi ninguno) que creen que
pretender ser mujer no es algo que no pueda lograrse, antes bien, tengo la
convicción que moriré antes que cualquiera, porque la sociedad guatemalteca me
ha negado el derecho a integrarme a ella de la manera honesta a que tengo
derecho, negándome protección, empleo y el derecho a vivir como siempre quise…
–He
constatado en carne propia que la sociedad está construida en base a prejuicios
y aberraciones, y no como una estructura que garantice la mejor convivencia
entre sus integrantes; y que ello, lejos de hacernos avanzar en todo sentido,
nos mantiene sumidos en la ignorancia y el subdesarrollo–.
Estando
a las puertas de una muerte por hambre, no por falta de conocimientos,
capacidades y aptitudes sino de oportunidades ante la negativa de esta sociedad
irreflexiva, tuve que “hacer concesiones” en cuanto a mi apariencia y mi
supremo deseo de ser mujer, para suplicar
por un empleo, que a la postre me ha servido para seguir en esta brega: en
contra de las mentiras, angustias y penurias, pero que también posee algún tipo
de realización personal, al vivir momentos (al menos) de verme y sentirme:
mujer.
Por
todo lo escrito y por su atención al leerlo, me quiero despedir de usted
finalmente con la carta que dirigí a mi familia (omito los nombres en función
de “respetar la vergüenza que sienten por mi decisión) y que dice:
Querida
familia:
Deseo
iniciar esta misiva en que les abriré mi corazón y hablaré de mis últimos
deseos, con un muy profundo y muy cristiano: “los amo”. Por ello, pido perdón
por todo aquello que hice en mi vida, de manera consciente e insconciente, que
pudiera haberles agraviado u ofendido.
Sé
positivamente que he sido todo aquello que “ninguno quiso ser”, que he hecho
casi todo “lo que a nadie se le hubiera ocurrido” y he vivido una existencia
completamente sui generis…, pese a
ello, sé que cada cual está en este mundo para cumplir su propio plan de vida,
trazado desde la Creación de Dios, aunque algunos de ustedes crean que éste (el
plan de Dios) pueda “modificarse” mediante el uso del libre albedrío. Yo,
personalmente creo que el libre albedrío, nos ha sido dado para que mediante él
(el libre albedrío), podamos cumplir los deseos de Dios para con cada cual, y,
ello lo sabe Él desde su Creación (lea y medite detenidamente Génesis 1, 16–31).
Realmente
ninguno de ustedes tiene ni la más remota idea de todo cuanto tuve que reprimir
para montar “el teatro” que fue mi vida, hasta que pude desmantelarlo e iniciar
aquella vida que siempre quise para mí… desde mirar “con disimulo” y evitar los
comentarios respecto de la ropa femenina en las vitrinas y aplacar mi deseo de
vestirlas y vestir lo que querían que vistiera aunque no me gustara, hasta
vivir una vida que ¡nunca quise!
Todo
lo anterior es tan solo un esbozo y “una pincelada del cuadro”, por cuanto
describir en pocas líneas una vida, es imposible.
Conforme
me fui “acomodando” a mi vida de varón, me fui “acostumbrando” a serlo, puesto
que los genitales que poseo son de dicho género; pero conforme empecé a
“madurar”, los antiguos anhelos volvieron a hacer presa de mi existir y, fue
entonces cuando me dediqué a estudiar al respecto; a introspectar dentro de mí
y agudicé mi sentido de la autocrítica constructiva y llegué a la conclusión
final que todo cuanto deseaba era: ¡ser mujer!…
El
problema me planteó la disyuntiva inicial de aceptarlo o no y, posteriormente
(una vez que lo acepté), cómo llevarlo a cabo, puesto que los genitales que
poseo no corresponden con lo que deseo ser.
Por ello, me dediqué a “investigar”
al respecto y ¡hasta entonces!, descubrí que existe una “diversidad sexual” en
el mundo y que yo no era la única (perdón por referirme a mí en femenino, pero
me hace sentir bien)… Para no hacer larga la descripción, les digo que soy una
persona: “transgénero femenina activa”, lo cual quiere decir que: nací varón
pero que vivo como mujer y en la cópula asumo el papel de varón y nunca el de
mujer (realmente me siguen atrayendo las mujeres y he descubierto que
también me atraen las personas transgénero femeninas pasivas –que asumen en la
cópula el papel de mujer–). Lo cual me ha colocado en una “situación
complicada” para encontrar pareja; por lo cual opté de manera voluntaria por el
celibato, ya que conforme han pasado los años (desde mi accidente), mi “deseo”
es cada vez menor y me siento bien así, al cabo mundo, cada día estoy más cerca
de mi andropausia (menopausia masculina), lo cual es un proceso normal.
Dicho lo anterior, y, siendo víctima
de una exclusión total (incluso de todos ustedes, menos B.H.G.*), tuve que
recurrir incluso a la caridad, ante la estigmatización de que he sido objeto;
incluso, hubo un par de días que ayuné de manera forzosa ante la carencia total
de dinero para mi sustento (fue una de las tantas situaciones difíciles que me tocó
vivir) y, ante tal situación (no por falta de capacidades y aptitudes, sino por
ser víctima de las estructuras mentales obsoletas de todas las personas que me
rodean) y, el futuro existencial tan incierto que se me plantea, deseo hacerles
saber mis deseos, aclarando que me encuentro en el goce de todas mis
capacidades y, reconociendo mi falta de medios económicos para que sean
cumplidos estos mis últimos deseos:
1. Nombro
expresamente ALBACEAS de estos deseos y disposiciones a mis cuatro (4) hermanos
consanguíneos o a quien(es) me sobreviva(n): B*, P*, D* y M*, todos de apellidos
HM*, a quienes pido “facilitar las cosas” (llaves, acceso, indicaciones, etc.)
a mis hijas.
2. Si no he
cobrado mi quinta parte de herencia familiar (en cuyo caso deberá deducirse de
mi parte en favor mi hermano M* la suma de Q10,456.00 que le adeudo) o si ya lo
he hecho, nombro a mis dos únicas hijas: P* y B*, ambas de apellidos HR*, como
mis HEREDERAS UNIVERSALES –incluyendo la propiedad intelectual de todos mis
escritos que obran en la memoria virtual de mi computadora– (50% para cada
una).
3. Excepto los
arreglos de orden estrictamente legal, exijo ser amortajada y enterrada como
mujer, y que en mi esquela y lápida se me identifique con el nombre que escogí
como mujer: Jolie Totò Ryzanek Voldan (poner especial atención a la tilde
francesa en “Totò”) y no con mi nombre de varón.
4. Ser llevada
a misa de cuerpo presente a la iglesia, preferentemente a
“Nuestra Señora de Las Victorias”, ubicada en la 20 avenida 1–95 zona 1,
colonia Las Victorias, previo a la inhumación de mis restos mortales.
5. Afirmar que
todo aquello que no esté previsto en estos últimos deseos y disposiciones, deberá
ser resuelto acorde a la voluntad de mis dos hijas y no a otro tipo de razones
y/o circunstancias.
En razón de tener dos nombres, calzo
la presente con mis dos [N/A: adrede omití mi firma y nombre de
varón]
firmas digitalizadas:
Jolie Totò Ryzanek Voldan.
Epílogo
Deseo
felicitarle si ha llegado hasta aquí, porque la cultura de la lectura se ha ido
perdiendo en la sociedad contemporánea y tiende a desaparecer a nivel mundial
por la “ley del menor esfuerzo” prevaleciente en nuestras sociedades
consumistas e individualistas. Ello es una de las razones más sustantivas para
afirmar que el estancamiento cultural y educativo de nuestros países es debido
al poco esfuerzo que hacen las personas por conocer otros puntos de vista que,
cuando menos, le darán a conocer su existencia y enfocan sus metas únicamente en
la obtención de los bienes materiales que otorgan un mejor estatus social a ojos de otros; mientras la inmensa mayoría de
nuestra población permanece sumida en la ignorancia y engrosa el número de
personas excluidas y marginadas por la sociedad y, consecuentemente, son víctimas
de la criminal discriminación abierta y peyorativa que sufre de manera
endémica la diversidad sexual en Guatemala…
Es
realmente monstruoso lo que acontece con la Educación en nuestros países
tercermundistas, ya que se afirma que “alguien es alfabeto, si sabe leer y
escribir”, aunque no comprenda lo que significan los símbolos que escribió o no
capte el sentido correcto y/o completo (además de las implicaciones que
pudieran derivarse de lo leído).
Por
lo anterior, le invito a que profundice en el contenido conceptual de la
presente autobiografía y sus implicaciones; precisamente por estar enmarcada
dentro de la “temática tabú” censurada por la mayoría de las mentes, que se
niegan a creer que eventualmente pudiera existir un tercer sexo, que posea
características masculinas y femeninas de manera simultánea, tal cual ha sido
mi vida.
Cariñosamente,
Jolie Totò Ryzanek Voldan.
Excelente escritura, quiza no soy muy asiduo lector pero esta lectura es de las que me llaman la atención... slds.
ResponderEliminarMuchas gracias por sus conceptuosas palabras hacia mi manera de escribir. Aprecio su comentario en grado sumo.
EliminarQuisiera consultarle ¿Cuál es el significado de las letras: "slds"? escritas al final de su comentario.
Atentamente,
Jolie.