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ORIFICIO
La migración
(Otro enfoque)
(Hispano Times Año 1, No. 4, Pág. 7)
Jolie Totò Ryzanek Voldan *
Todo mundo
comprende que la migración de las personas de un país a otro genera problemas
para el país que los recibe, y que los migrantes –y por ende el fenómeno
migratorio- es un problema de múltiples aristas, que se ha llegado a convertir
en un auténtico dolor de cabeza para muchas personas que lo viven y para
las naciones.
En consecuencia,
no deseo extenderme en las múltiples facetas que el problema de marras
conlleva, puesto que el tema es tan extenso que fácilmente escribiríamos una
biblioteca en torno a él.
Deseo pues,
esbozar de manera más sencilla algunos criterios económicos contrapuestos en
Teología y que a mi criterio son, en algunos casos “causa” y en otros “efecto”
del fenómeno migratorio mundial que estamos viviendo.
En este
sentido la historia nos es de suma utilidad para el inicio de nuestros
razonamientos, por cuanto inicialmente LAS FRONTERAS NO EXISTÍAN, sino que
FUERON CREADAS POR EL HOMBRE, inicialmente para tener “algo propio” (una
vivienda, un coto de caza, una fuente de agua, etc.) que le asegurara cuando
menos el abrigo y alimentación indispensables para su propia sobrevivencia
(quizá por ello cuando se escribió la Biblia, “se institucionalizó el sentido
de posesión”. -Ver Génesis 1, 26-31-).
El mismo
texto aludido es “causa” y simultáneamente es “efecto”, por cuanto a todos
les fue otorgado todo, y por ende, todos ¡somos dueños de todo! Lo cual nos
lleva a la situación prolija de intentar desenmarañar, en términos
administrativo-económicos las reales “causas” y “efectos” del fenómeno
migratorio actual, y confrontarlo con realidades teológicas aceptadas por
todos.
En
principio, las fronteras surgieron como “idea” de administración (de justicia,
de uso, de dominio, etc.), para “establecer un control jurisdiccional” de
determinada área por un ente administrador, lo cual rindió los frutos esperados
administrativa y económicamente hablando, ya que generó la promulgación de
leyes y acuerdos para la convivencia de los habitantes de la región
circunscrita.
El problema
surge cuando la región así definida, es incapaz de “mantener” (materialmente
hablando) la creciente demanda de satisfactores económicos de una población
cada vez mayor (acá creo que es donde muchos pierden el rumbo, ya que “buscan
causas” de ello –el crecimiento poblacional-, argumentando mala distribución de
la riqueza, exclusión educativa, económica, política, de género, de preferencia
sexual, etc., y el problema estriba en que mientras la población crece de
manera inexorable, el territorio circunscrito ¡no!). Por lo cual, más tarde o
más temprano los habitantes “deben optar obligadamente” por MIGRAR A OTROS TERRITORIOS,
buscando “oportunidades” que les permitan cuando menos sobrevivir (en el
estricto sentido de la palabra) y conservar su propia dignidad (cristianamente
hablando).
En suma NO
DESEAN MORIR NI DEJAR MORIR A QUIENES DEPENDEN ECONÓMICAMENTE DE ELLOS.
Lógicamente
(por la ideología individualista que rige el mundo), los habitantes del
territorio a donde llegan los rechazan (discriminan), argumentando su propio
derecho y olvidan el derecho de quienes llegan (otorgados por el mismo Dios en
que ellos dicen creer –Ahora, vuelva a leer y meditar lo escrito en Génesis 1,
26-31-), y verá que ellos están en igualdad de condiciones que quienes les
rechazan y discriminan.
Como puede
ver (y se dijo al principio del presente) el problema es no sólo mayúsculo,
sino que también de hondas connotaciones por cualquiera de sus múltiples
facetas que se desee analizar, dadas las implicaciones que de su mismo análisis
surgen como resultantes.
Por lo
anterior y de manera muy humilde deseo SUPLICAR que hagamos un sincero, real y
muy concreto esfuerzo para “globalizar el cristianismo” y no sólo la economía,
con el único fin de garantizar la sobrevivencia del hombre como especie y
creación divina, y atrevámonos a “saltar las fronteras”, al igual que ya se ha
hecho con la Economía.
(*) Administradora de Pequeñas Empresas y Teóloga guatemalteca.
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