La
“genial” tortuga
(Cuento corto)
Jolie Totò Ryzanek
Voldan
ORIFICIO
Advertencia
Se deja clara constancia que todo lo consignado es
fruto de la imaginación y, en consecuencia, cualquier institución o persona que
se considere descrita, señalada o aludida en el presente, carece de sustento en
sus alegatos y/o querellas, por cuanto los personajes y situaciones que se
describen, llevan la intencionalidad de, satirizar ciertamente, la manera de
pensar en boga en el año 2007, mas no así a cualquier persona natural o
jurídica en particular.
Consecuentemente, si la anterior situación se
produjera, no podrá atribuírsele alguna responsabilidad a la autora, sino que
la misma será atribuible a una mera y desafortunada casualidad.
La editora.
Capítulo único
“En un lugar (…) de cuyo nombre no deseo acordarme” vivía
una tortuga que, a falta de mejores cosas que hacer, en su ya longeva, lenta e
inoperante existencia decidió realizar “un alto en el camino” para analizar
–aparte de su “triste figura”– todo aquello que su futuro inmediato pudiese depararle, por cuanto
durante toda su vida (que ya superaba la centuria), no había logrado
comprender: “por qué” TODOS los demás ¡SIEMPRE LE AVENTAJABAN EN TODO!…
Buscando “el por qué” de tan penosa y vergonzante
situación, vislumbró que su futuro inmediato únicamente sería un efímero
recuerdo para aquellos que le conocieron “en sus años mozos”…, ¡sí,
aquellos hermosos y placenteros días en que todo se hacía “a velocidad de gobierno”
–lento, parado y despacio–, por cuanto había una demanda insignificante
(derivada de una población también insignificante, en términos numéricos) de
los servicios que prestaba, y todo aquel que osara apresurarla era
automáticamente tildado de “loco”, puesto que la tecnología de punta de
hoy en día ¡era inimaginable que pudiese llegar a existir!…
Por ello la lenta tortuguita de aquellos aciagos días
¡vivía feliz!, inmersa en el estanque propicio que le brindaba la sociedad
manufacturera y artesanal del entonces, en la cual todo trabajo o encargo
debía hacerse manualmente y: DES-PA-CIO.
Por lo anterior, la tortuguita retomó el asunto de actualizarse,
para intentar seriamente estar “a la altura indispensable” de la
sociedad altamente competitiva de hoy en día…
Para lograr su cometido tuvo en cuenta muchos factores
prolijos de describir, mas no así de ejemplificar, tal el caso de sus
extremidades, cuando pensó: “si con todas mis extremidades sanas soy el animal
más lento de todos", ¡imagínese ¿Qué sucedería si no tuviera una de ellas?!…
¿Qué sucedería con ella si “le quitaran de encima” el peso del carapacho?, ¿Con
qué se defendería de todos los que “sin ver su camino”,
indefectiblemente le pasarían encima?, etcétera.
LLEGÓ A LA CONCLUSIÓN QUE ÚNICAMENTE TRABAJANDO COORDINADAMENTE
Y EN EQUIPO, NO SOLO ASEGURARÍA SU PROPIA EXISTENCIA, SINO QUE TENDRÍA LA
POSIBILIDAD DE RETOMAR EL LIDERAZGO PERDIDO, además de salir de la
obsolescencia a que había sido relegada por el “conservadurismo” de una
sociedad que se ocupaba de “guardar antes que invertir”.
Cayó en cuenta que lo anterior ¡era más que “un por
qué” vivir!, ¡era “un por qué” luchar!, una meta propuesta ¡para ser
alcanzada!… Retomó entonces un segundo aire… escribió –para que no se le
olvidara– las Fortalezas que poseía (casi ninguna, a menos que no fuese
su carapacho); las Oportunidades que tenía de “alcanzar a los demás”; y
¡por supuesto!, anotó todas y cada una de las Debilidades que igualmente
poseía, cayendo en la cuenta que muchas de sus debilidades no eran tales, sino
que antes bien eran Amenazas provenientes de su entorno. Finalmente a
falta de un nombre mejor para su “escrito-guía”, dispuso llamarlo “FODA” (por
sus siglas en español). ¡Por fin empezaba a estar a la altura de la palabreja
esa, en boca de todos: “Globalización”!
No satisfecha con lo anterior se dio cuenta que para
que todo marchase de maravilla, todas y cada una de sus partes (incluido el
carapacho ¡desde luego!), debían funcionar como máquina nueva, puesto
que si la situación no fuese esa, ¡de nada servirían todos sus brillantes
pensamientos anteriores!
En fin, se armó de valor y arremetió con todo
lo mejor de sí misma el reto que se había planteado, se sacudió la tierra “inservible” de sus patas y cola, ya
que de cualquier manera era un peso muerto, que lejos de ayudarla,
solamente le serviría de estorbo y lastre en la consecución del objetivo
trazado en sus deliberaciones. Pintó su carapacho de amarillo con franjas
blancas y colocó en su cúspide una bella bandera –para poder ser vista a
distancia–, y pensó que antes de iniciar semejante empresa, requería un acondicionamiento
previo, por cuanto durante muchísimos años había hecho tan poco, y
por penoso que fuera reconocerlo estaba tan, pero tan, habituada
a hacer prácticamente nada, que el tal ejercicio de acondicionamiento
¡era imprescindible!
Para llevarlo a cabo, empezó por llevar a la práctica
“ejercicios de colaboración” entre todos los integrantes de su ente y… para su
asombro ¡funcionaron de maravilla!, tanto así que “su productividad” reflejó un
incremento tal, que para no distraerse con ello, delegó en otras la
función de hacerlo y graficarlo, como un aspecto meramente motivacional para
quienes realmente lo llevaron a cabo.
Ante el éxito logrado, dedujo que los sorprendentes
logros a que había arribado, podían emularse cotidianamente, y para ello giró
instrucciones precisas a sus integrantes en cuanto a que: “a partir de la
presente fecha, la ‘colaboración’ ¡sería obligatoria! Para todos sus
integrantes”… ellos tomaron tal instrucción con el mejor de los talantes,
puesto que de allí en adelante abandonarían su rutina de trabajo a velocidad
de gobierno, para apoyar a su mando superior, en la consecución del
producto adicional; que habría un momento al día en que tendrían la
maravillosa oportunidad de convivir con el resto de integrantes con los cuales “jamás”
lo habían hecho, con lo cual el espíritu de unión ¡surgió!, adicional al
agregado de fomentar entre todos los integrantes, un sano espíritu de
competencia fraterna y de apoyo mutuo.
…Enceguecida de triunfos y glorias no cesaba de buscar
“optimizar sus métodos”, hasta que se le ocurrió compararse con una máquina,
¡una máquina productiva! de la actual época tecnológica y globalizada,
arribando a la conclusión que, para funcionar correctamente, sus componentes
debían –igualmente– funcionar eficientemente; para lograrlo nombró a algunos de
sus miembros “jefes” de otros, de manera dedocrática (puesto que con
ello ahorraba los costos de: “selección”, “reclutamiento” y “entrenamiento” de
ellos, puesto que siendo parte integral de su antiguo engranaje debían
hacerlo bien), lo cual fue “nuevamente” aceptado de buen talante por todos
sus integrantes y ¡pusieron patas a la obra!, se reorganizaron,
implementaron sesiones diarias, quincenales, mensuales, sabatinas, de
coordinación, de motivación, y, en fin, de todo tipo (casi parodiando el “eslogan”
publicitario aquel: “donde quiera, con quien quiera, como quiera y cuando
quiera” ¿recuerda?
Mientras ello ocurría, el resto de integrantes de
manera solidaria capeaban el temporal, puesto que no es lo mismo: “hacer
uno, el trabajo ¡de dos!”, mientras uno de los integrantes del equipo de trabajo
estaba en una reunión ¡el trabajo NO DISMINUÍA, por el contrario, SE
ACUMULABA! y… el espíritu de colaboración logrado empezó a socavarse
lentamente…, el compañerismo igualmente conseguido, empezó a mermar… y dado el “mal
entendido sentido de ahorro” aplicado para el nombramiento de sus diferentes
jefaturas menores, los recién nombrados “se
encumbraron”, obtuvieron aumentos de salario y, EMPEZARON A DEVENGAR UN
MEJOR ESTIPENDIO ¡POR ABANDONAR SUS LABORES COTIDIANAS (mientras
están en cualquier sesión) Y POR RECARGAR DE TRABAJO A SUS COMPAÑEROS!,
porque ¡claro!, ahora ya tienen más obligaciones que atender e
instrucciones que girar a sus subordinados –jerárquicamente hablando–, se
mantienen tan ocupados coordinándose entre sí, que el tiempo real de
trabajo conjunto del equipo es casi nulo, ya que indefectiblemente “si no es
roto, es descosido” y por ello mismo ¡hay que coordinar y que volver a
sesionar!
Epílogo
Así las cosas, la tortuga siguió subsistiendo (no
viviendo, que es diferente), esperando que alguna vez el mando supremo
implemente una verdadera “genialidad” que haga más fácil el trabajo del
carapacho, puesto que ahora tiene la doble función de proteger al todo y la de contener
un todo completamente “atomizado” donde hay tantos jefes, tantas
instrucciones y normativas, que a lo único que han tendido es a que, ¡cada
integrante del ente ya no sabe exactamente a quien obedecer! Y, hasta el
momento no hay quién logre sacar a sus miembros del embrollo en que están inmersos,
mientras llega el día que, ¡por fin! le falte la energía vital a la tortuga en
su conjunto… y… como todo en este mundo, ¡muera de una vez por todas!
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