Vamos a sextear
(Un
relato)
Jolie Totò Ryzanek Voldan
AMBIENTACIÓN:
Una anciana cuenta-cuentos sentada en una
silla y una voz en off.
Puede incluirse música de fondo.
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Con música de fondo
VOZ EN OFF Con el triunfo de la Revolución de 1944,
Guatemala respiró aires de libertad luego de más de 25 años de dictadura del
general Jorge Ubico Castañeda.
Esos aires de
libertad propiciaron que las artes y la cultura en general recibieran un nuevo
impulso a todo nivel y los ciudadanos volvieran a transitar por las calles
libremente y expresaran su pensar sin temor a ser escuchados por los famosos
“orejas” que conformaron la disuelta Policía Judicial… Así, poco a poco,
haciendo uso de aquella libertad conquistada la población citadina empezó a
retomar la ya olvidada costumbre de salir a pasear por las calles de la ciudad
y con esta costumbre se retornó, también, al galanteo de los jóvenes de la
época y al hermoso coqueteo de las señoritas para provocar, a base de encantos,
que algún caballero les lanzara un piropo o cualquier cursilería para llamar su
atención.
Con nostalgia
ANCIANA Antes estudiábamos
de 8 a 12
y de 2 a 4
de la tarde, nos daba tiempo de ir a almorzar a nuestras casas, luego veníamos
aquí “cerquita”, a la biblioteca, a consultar libros para hacer nuestros
deberes y si nos apurábamos no íbamos a ver vitrinas, a comprar un helado a los
Helados La Quinta , pasábamos
leyendo las carteleras de los cines: Lux,
Cápitol, Pálace y Tikal, en fin:
¡íbamos a sextear!… Era normal que los muchachos anduvieran cuando menos de dos
en dos, porque así: lo que no veía uno lo veía el otro, quien “codeaba” a su
amigo para que pusiera atención a nuestra presencia. Desde luego, todas
nosotras, como buenas mujeres, “les tomábamos la película” y, les hacíamos
“ojitos” si es que nos parecían atractivos y guapos, pero, ¡por supuesto! de
manera disimulada, para que no pensaran que “éramos fáciles”. Al día siguiente,
procurábamos estar en el mismo lugar a la misma hora, para que si el interés del
muchacho era noble, se atreviera a decirnos, cuando menos un: ¡hola!… Lanzando un suspiro ¡qué
tiempos más bellos!
Fondo
musical con música de los años 50 y 60
VOZ EN OFF Había, por aquel
entonces, los almacenes de prestigio mantenían una sana competencia entre sí
para acaparar la mirada de los transeúntes en sus vitrinas; constantemente se
veía a los “vitrineros” haciendo de cada uno de estos espacios un sitio digno
de detenerse a mirar. Procuraban lograr la mejor y más llamativa forma para exhibir
las mercaderías que el almacén expendía, y así, los viandantes detenían su paso
para contemplar aquella vitrina y sus mercaderías. Recordamos especialmente los
arreglos de las vitrinas navideñas, entre las que sobresalían las de los
almacenes: Emporium, La Paquetería , La Juguetería , Max Tott,
El Cairo, El Roble y muchos más que hoy en día escapan a nuestra memoria.
Pero no todos los locales eran almacenes, habían farmacias como las Klée una en la esquina de la 9ª. calle,
otra en la 12, una más en la 14 y la cuarta en la esquina de la 18 calle.
Las
cafeterías eran todo un ícono del entonces, por cuanto allí se reunían las
señoras que “salían de compras” para presumir con sus amigas y conocidas lo que
habían comprado y, de paso, quejarse amigablemente de los excesos o tacañerías
de sus esposos. Los caballeros por su parte, se reunían en estos lugares para
fumarse unos cuantos cigarrillos o un puro mientras degustaban de unas cuantas
tazas de café con los amigos y llegaba la hora de retirarse a su casa o la de su
amante…
Eventualmente,
se veía a un par de jovencitos en las cafeterías “serias”, por cuanto el común
denominador de ellos estaba en la calle y si alguna vez ingresaban a un negocio
de este tipo, era porque realmente habían ahorrado dinero e iban a comer algo
ligero como una porción de pastel. Si la situación era muy bonancible ordenaban
una hamburguesa y una gaseosa. Entre estas recordadas cafeterías mencionamos: El café de París, El Roble, Las Vegas, Peñalba,
Fu Lu Sho y Cantón. Especial
mención haremos de una pequeñísima cafetería llamada: Kimbo que estaba situada en las afueras del cine Pálace. Era tan pequeño el local que
solamente contaba con una barra en forma de herradura cuadrada, rodeada por
unos 8 o 10 taburetes giratorios al mejor estilo de la década comprendida entre
finales de los años 50 e inicios de los 60. En ella se expedían unas deliciosas
hamburguesas al módico precio de Q3.00 cada una.
Fondo
musical con música de los años 60
ANCIANA A principios de los
años 60, mientras andaba sexteando con mis amigas, un guapísimo muchacho me
dijo: “Señorita: ya que anda con jumper azul, ¿me permite estar a su lado?”, yo
media perpleja y sonrojada, ante tal actitud le dije balbuceante: “sí”.
Mientras, él sin titubeos extendió su mano preguntando nuevamente: ¿Le ayudo
con sus libros?, a lo cual accedí y le dije: dirigiéndome a mis amigas: ella es
Mayra, ella Yoselin y yo soy_______; a lo cual respondió: “yo soy Roberto y es
un placer conocerlas, estudio aquí ‘cerquita’ en el central de varones” Suspiro.
Aquel guapo
muchacho me acompañó hasta la parada del bus aquel día y muchos más, hasta que
con el tiempo se ganó mi corazón y me pidió en matrimonio a mis padres…
Melancólica
Aquel día de sexteo
lo recordaré siempre, porque viendo las vitrinas conocí al amor de mi vida.
Los años
pasaron y cuando retornaba a la sexta porque “iba de compras”, siempre me
detenía un instante en aquella vitrina inolvidable que fue testigo mudo del
nacimiento de un inmenso amor.
Música final
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