ORIFICIO
Agenda
para el nuevo Papa (09-04-05)
Jolie
Totò Ryzanek Voldan
“Los
cristianos estamos llamados a ser: Sembradores de Esperanza”; es por ello que
sin desmeritar en nada la gestión del recién fallecido Papa Juan Pablo II,
hemos de seguir con la vista hacia delante, porque sabemos que siempre habrá un
mejor futuro para la Iglesia (por definición de Vaticano II: “Pueblo de Dios”).
Históricamente
la fe europea que profesamos los latinoamericanos, llegó a tierras americanas
con Cristóbal Colón y de manera más específica con los conquistadores españoles
(Hernán Cortez, Pedro de Alvarado, etc.), lo cual no es nada nuevo; sin
embargo, con el devenir del tiempo, la jerarquía de la iglesia, ha carecido de
una visión “americanizada” o “tercermundista”, puesto que dicha jerarquía,
sigue estando en Europa y pensando en términos de la fe europea, una fe que
está definida dentro de contextos y coyunturas políticas, sociales y económicas
europeas; que no es que sean malas o descalificables sino que, antes bien, están
fuera del contexto tercermundista la mayoría de las veces, ya que las
normativas han sido “hechas a la medida” de una cultura y para un contexto
europeo ¡que dista mucho de la realidad tercermundista!, peor aun cuando se
ven sus frutos a la luz de las conclusiones del Concilio Vaticano II.
Precisamente por ello es que las conclusiones de los obispos en las
Conferencias de Obispos Latinoamericanos de Medellín, Puebla y Santo Domingo,
son “tan serias y dignas de ser tomadas en cuenta”, no solo por la grey
católica americana, sino por el mundo entero… por altisonantes y
revolucionarias que se les pueda juzgar, puesto que lo son y no cabe la menor
duda que los obispos plantearon en ellas una verdadera “visión Iluminadora” de
las coyunturas estructurales de nuestros países tercermundistas, donde las
estructuras plantean per se,
situaciones de explotación, injusticia, discriminación, exclusión, penetración
de ideologías extrañas, etcétera como resultado de nuestra cercanía geográfica
con EE.UU. y la obcecación y conservadurismo de la jerarquía europea de la
iglesia católica europea, establecida en El Vaticano.
El
mismo Papa Juan Pablo II nos exhortaba con verdadera convicción liberadora y
esperanzadora diciéndonos: “No tengáis miedo de anunciar la Buena Nueva
(Evangelio) de Jesucristo a todos los pueblos y a todas las naciones del
mundo”. Dicha Buena Nueva, es precisamente la suma de todas las
aspiraciones moralmente aceptables y liberadoras (de libertad y no libertinaje)
de los humanos en su conjunto, que tienden a otorgarnos la muy exigible
dignidad cristiana de ser y sentirnos como verdaderos hijos de Dios, con el
objetivo anunciado por el mismo Jesucristo en el Evangelio de San Juan,
capítulo 10, versículo 10: “Yo he venido a este mundo para que tengáis vida,
y vida en abundancia”, lo cual dista demasiado de la coyuntura vivencial de
todos los países tercermundistas del orbe, y por ende de la realidad vivencial
europea en términos generales.
Lamentablemente
los espacios escritos en los medios de comunicación son cortos y ello obliga a
“dejar de hacer” muchas consideraciones y sustentaciones bíblicas y teológicas
deseables, para iluminar de mejor manera a los lectores (por lo que espero que
esta exposición llegue al nuevo Pontífice por intermedio de alguna persona o
entidad “de buena voluntad”), y que la voz del “Pueblo de Dios” en Guatemala
tenga la fuerza del Espíritu Santo, para que el Pontífice electo, ponga sus
ojos en la opción cristiana preferencial por los pobres, marginados,
explotados, penetrados por sectas e ideologías contrarias a la Buena Nueva
proclamada por Jesucristo.
Ejercitando
la libertad con que Dios nos creó y que las leyes humanas garantizan, solicito
al nuevo Papa que tenga en consideración los siguientes dos puntos
fundamentales para el desarrollo de la Iglesia “Pueblo de Dios” en los países
tercermundistas:
1. Modificación
de la “ley humana” del Celibato Obligatorio para los sacerdotes, para que dicho
voto sea optativo, de tal manera que los católicos tercermundistas (al menos),
podamos tener sacerdotes casados o viudos.
2. Reconocimiento
pleno de parte de la jerarquía de la iglesia católica de la dignidad cristiana
con que Dios creó a la mujer, permitiéndole recibir el sacramento de la
Ordenación Sacerdotal.
Por
cuanto en ambos casos (el celibato obligatorio y la exclusión de la mujer en La
Ordenación Sacerdotal) implican una DISCRIMINACIÓN INSTITUCIONALIZADA de una
buena y útil porción del “Pueblo de Dios”.
Abundantes
y sólidos argumentos Bíblicos y teológicos se encuentran en la Biblia (por omisión
y aseveración), en “¿Sacerdotes Célibes o Casados?, Obispos y teólogos opinan”.
Juan Freixinet, Guatemala 1999. Ad usum privatum; “Algo nuevo está brotando”.
Teodoro Nieto. Voces del Tiempo, Guatemala, febrero 2003; “Exhortación
Apostólica Post-Sinodal Christi Fideles Laici”, numerales 42 & 157
especialmente. Juan Pablo II.
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