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ORIFICIO
¿Legalización de la ilegalidad?
Jolie Totò Ryzanek Voldan
Recientemente el
Senado norteamericano fue incapaz de ponerse de acuerdo para sancionar una
reforma a su ya obsoleta Ley de Inmigración por varios factores a saber:
·
La falta de alguna
propuesta coherente con la realidad de los inmigrantes (vea artículo anterior
titulado “El meollo de las Reformas Migratorias”).
·
El “estira y
encoge” político, que genera una Presidencia de orientación obcecadamente
republicana versus un Senado demócrata.
·
La presión ejercida
en pro y en contra de las dos propuestas, por los grupos de influencia
políticos, económicos, humanitarios y hasta espirituales (Iglesias).
La intencionalidad del presente (dada la prolijosidad
del problema), no es hacer un enfoque sistematizado del asunto, ya que las
limitaciones de espacio lo impiden, sino antes bien, SEÑALAR LAS CONSECUENCIAS
INMEDIATAS de la inacción del Senado en cuanto a la situación.
En cuanto al aspecto meramente formal del
asunto, vemos que únicamente “han legalizado la ilegalidad” de la situación de
miles de inmigrantes en EE.UU. que por diversas razones HAN TENIDO QUE MIGRAR,
PARA PODER SUBSISTIR (ellos y sus dependientes). Algunos lo han hecho como
consecuencia de ser afectados por fenómenos naturales, otros debido a la
persecución política, otros por su orientación sexual, y en general por ser
víctimas de la falta de oportunidades en sus respectivos países de origen.
Lo anterior a su vez, ha derivado en que un grueso
número de compatriotas haya fincado su lugar de trabajo y residencia en la
metrópoli estadounidense y envíe “Remesas Familiares” hacia sus países de
origen para la manutención de sus dependientes, lo cual a su vez (y dado el
volumen cuantitativo) ha logrado que sean UN PUNTAL DE PRIMER ORDEN en las
endebles economías tercermundistas de donde provienen, tanto así que si
deportaran a todos los ilegales de una nacionalidad determinada, lo más
seguro es que “quebraría” (en términos económicos) la economía de su país de
origen, ya que las cifras globales de dólares que ellos envían a sus países
“nutre” de manera preponderante las economías dependientes de la gran economía,
lo cual finalmente viene a convertirse en un aspecto estratégico de alcances
insospechados, porque ellos (los norteamericanos) estarían ejerciendo su
pleno derecho, en detrimento de sus propios aliados políticos y
económicos, con lo cual finalmente “solucionarían su problema interno”,
pero se estarían echando a cuestas “un problema internacional”, que dentro del
contexto globalizador imperante en la economía moderna, significaría la
desaparición de un país completo…, con todas sus consecuencias de todo
tipo, pero sobre todo morales.
De ahí que la encrucijada sea “muy grande” y el Senado
norteamericano “quede pequeño” para la toma de semejante decisión, ya que por
un lado los beligerantes republicanos creen que pueden imponer (a las
buenas o a las malas) al mundo cuanto deseen, los moderados (con dos
dedos de frente) demócratas consideran la búsqueda de consensos que permitan,
cuando menos, la convivencia.
Mientras, los estados tercermundistas deben jugar su
doble-papel de “mantener legalmente los ojos cerrados” a una problemática
generada por la misma exclusión del sistema capitalista, “intercediendo”,
“aceptando”, etc. Las políticas, directrices y disposiciones que provienen de
la gran urbe mundial, en lugar de crear en sus propios países las condiciones
necesarias para que sus mismos coterráneos no se vean obligados a emigrar al
propiciar la autosuficiencia económica necesaria, que indefectiblemente deberá
pasar por una eficaz política de control demográfico y la apertura a la llegada
de mayores capitales de inversión. Si no lo cree, vea el éxito de tales
políticas en el contexto mundial de la China (continental), con una población
que con su sacrificio (recuerde la política de un solo niño) ha logrado
revaluar su moneda (el yuan) a niveles tan insospechados que ha logrado desplazar
al dólar norteamericano del espectro comercial mundial.
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