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ORIFICIO
El meollo de las reformas migratorias
Jolie Totò Ryzanek Voldan.
El tema en
boga en estos días atañe a la falta de justicia en las dos propuestas de
reforma migratoria que se debaten en las cámaras del Congreso estadounidense,
por cuanto si bien es cierto, las dos propuestas pretenden regularizar
la situación migratoria de millones de personas que residen ilegalmente en
EE.UU., también es cierto que estas personas están en el país por razones
diferentes a las de ser delincuentes o criminales; antes bien ¡HAN
MIGRADO HACIA EL LUGAR QUE LES PERMITA SOBREVIVIR!, no en función de cuanto
les puedan regalar, sino en función de poseer cuando menos una oportunidad
de ganar el sustento diario que en su país de origen no poseen por la
exclusión que les victimiza.
Sin embargo,
el gobierno republicano de EE.UU., haciendo eco de la presión local e
internacional propone la regularización a cambio de dinero; lo cual
sería aceptable si se cobrara una suma razonable, pero pretenden cobrar una
cantidad impagable y además desatar una persecución implacable
contra aquellas personas cuyo único delito ha sido creer honradamente en el
“sueño americano” de estar en un sitio que les garantice el trabajo honrado.
En suma, la
posición gubernamental de EE.UU., es sumamente cuestionable en cualquier
sentido que se le analice, por cuanto es inmoral cobrarle a una persona por
vivir en el sitio que desee (recuerde que todo es de todos –Génesis 1,
26-30–) y nadie que se confiese “cristiano” tiene la autoridad moral para
negarle el derecho a la vida donde le plazca a ningún otro de sus congéneres,
sea cristiano o no.
Aparte de lo
anterior, surge la interrogante en cuanto al aumento desproporcionado de
la tasa a cobrar para la regularización de los inmigrantes, por cuanto para
nadie es un secreto el desastroso estado de las finanzas
norteamericanas, con un récord en su déficit fiscal (o sea que han gastado más
de lo que han producido, sobre todo en la guerra de Irak) y pretenden aliviar
la presión inflacionaria subyacente basándose en la necesidad de los
inmigrantes; lo cual es igualmente inmoral, porque si bien es cierto son
personas que están de manera ilegal en ese país, también es cierto que son
parte integral de la economía, mediante su trabajo y tributos al fisco, amén de
ser el principal sostén de muchas economías tercermundistas mediante el envío
de remesas familiares a sus respectivos países, y que realizan muchas tareas
que ¡deben hacerse!, además de las mil y una peripecias que deben vivir
para no ser capturados por la Departamento de Migración.
En
conclusión, el señor Bush no ha tenido empacho en llamarlos delincuentes
(y con ello no negamos que alguno lo sea, pero ello no es representativo del
grueso de inmigrantes) y desencadenar una cacería despiadada, cuando
debió pensar inicialmente que nadie le ha nombrado como “Policía del mundo”.
Que no es justo que mantenga al mundo en guerra para hacer crecer su propio
peculio (ya que tampoco es secreto para nadie, que posee intereses
económicos en la industria armamentista) y finalmente, que es completamente
inmoral que le niegue a todo el mundo el derecho a vivir dignamente (en
términos humanos y cristianos) por el mero hecho de ser el Presidente de Estados
Unidos.
Es tiempo ya
de reflexionar seriamente en cuanto a las consecuencias de llevar a la práctica
una ideología que únicamente ha conseguido llevar odio, miseria y guerra a todo
el mundo, incluyendo al propio.
Es tiempo
señor Bush que lleve a la práctica sus creencias religiosas antes que las
políticas, si no desea ser recordado como el más nefasto de todos los
presidentes de la gran nación norteamericana y que sea echado “a
sombrerazos” de la Iglesia (“Pueblo de Dios”, según el Concilio Vaticano
II), a la cual pertenece.
Ya deje de
hacerle la vida imposible a todos, ¡haga algo bueno, por el amor de Dios! y
renuncie usted y su equipo, para que las decisiones que deben tomarse para
rescatar al mundo de la ignominia, cesen, mediante la aplicación del orden de
sucesión en la Presidencia de Estados Unidos.
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