domingo, 17 de noviembre de 2013

El récord (20110517)

ORIFICIO
El “récord”                                                                         

Jolie Totò Ryzanek Voldan


Ser integrante de la diversidad sexual en Guatemala es sinónimo de exclusión y, la mayoría de veces: sinónimo de muerte.


Actualmente soy una persona transgénero femenina, lo cual significa que nací y poseo genitales masculinos (por lo cual me “clasifican” como varón), pero vivo, pienso, siento y deseo ser mujer… lo cual, en Guatemala y muchos países del orbe es causa de un conflicto completamente injustificado, porque a nadie molesto con mi forma de ser y no creo que en este mundo no haya cabida para otra mujer.
Desde que tengo memoria mi existencia no ha sido fácil, porque durante mi infancia mi madre (Q.E.P.D.) al enterarse, me dio una paliza que aún recuerdo –yo no fui una criatura calmada sino todo lo contrario era una completamente inquieta, curiosa, activa y sumamente traviesa– y de todas cuantas me propinó, sé que aquella fue “la mejor”; tanto así que a mis ocho (8) años de vida me prometí a mí misma que “no lo volvería a hacer, hasta que pudiera” (lo cual sucedió cuando tenía 57 años)… 49 años de mentir de palabra, obra y acción: ¡todo un récord digno del Libro de Guiness y, merecedor de un Oscar de la academia!
Hoy, cuando estoy iniciando mi vejez, y con la madurez que proporcionan los años y las experiencias vividas, me quise detener por un momento para hacer el recuento de todos los fracasos vividos (si se puede llamar así a mis vivencias), con la finalidad de compartirlos y que todos conozcan la verdad “de primera mano”.
Reconozco, sí, que tuve las mismas oportunidades que el resto de mis hermanos y hasta más que mis hermanas por el mero hecho de “ser varón” y, una a una las fui desperdiciando, porque ¡NADA ME ERA SUFICIENTE!, siempre “había algo más importante para pensar o participar”, como la pugna entre capitalismo y comunismo del entonces y otras muchas que ya no recuerdo por banales para este ejercicio.
Lo que sí recuerdo claramente de todos esos años es “el desprecio generalizado hacia las lesbianas y homosexuales (que era lo que lograba percibir con mi completa inexperiencia)” y aunque yo quería ser mujer, estaba lejos de pensar que yo misma estaba incluida (por reducción al absurdo) dentro de aquella concepción.
El caso es que sin ánimo de buscar culpables, sino encontrar las causas que me orillan actualmente a vivir día a día, vengo a caer en cuenta que no es otra cosa distinta a lo que yo misma percibí en mis años mozos: La discriminación y estigmatización que se hace de manera descarada o solapada de toda persona perteneciente a la diversidad sexual en Guatemala. Esta situación es, precisamente, un valladar que nuestra sociedad ha sido incapaz de sortear en su totalidad, ya que hemos de reconocer que “a sangre y fuego” se han logrado abrir algunos pequeños espacios de participación social, pero que todavía distan mucho de lo que en realidad debieran ser… tan solo, y a manera de ejemplo, durante un año fueron asesinad@s cerca de 50 trabajador@s sexuales en la capital guatemalteca, lo cual es un claro indicador de la transfobia prevalente en nuestra sociedad.
En cuanto a las personas que no somos trabajadoras del sexo, hay un agravante peor, porque la decisión de no serlo conlleva el aceptamiento de una condición de explotación inmisericorde y despiadada en los puestos de trabajo, cuando se tiene la oportunidad de desarrollarse en alguno; ya que la “regla general” es que por tu misma condición la oportunidad de empleo te sea negada y, cuando mientes al respecto y eres descubiert@, es causa de despido.
Así las cosas, la conclusión es que la igualdad de derechos y oportunidades consagrada en nuestra Constitución y en TODOS los convenios internacionales suscritos por nuestro país no son más que “palabras muertas”.
Si le preguntas a cualquier funcionario público la definición de persona hecha por la Organización de Naciones Unidas, lo más seguro es que la desconozca. De ahí, precisamente, que nuestra legislación y concepción de la sociedad en su conjunto, adolezca de tantas aberraciones, y que se promulguen leyes y normativas tendientes al mantenimiento del atentatorio (contra los DD.HH.) estado de cosas.

En suma, las alternativas de supervivencia para toda la diversidad sexual en Guatemala están reducidas a dos: Una que te “obliga” a prostituirte (con todos los riesgos que ello conlleva –vida incluida–) para obtener los medios para vivir; y otra, que te “condena” a aceptar cualquier situación para sobrevivir dentro de nuestra alienada sociedad así constituida, lo cual, a la postre, es sinónimo de morir… lentamente, pero igualmente: morir.

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