Orificio
Cuarenta y seis
años después...
(Una visión)
Hispano Times Año 1, No. 3, Pág. 7)
Jolie Totò Ryzanek Voldan(*)
Guatemala, ha celebrado en fecha reciente el décimo
aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz; mismos que pusieron fin a una
guerra de 36 años entre hermanos, que arrojó una cifra de 200,000 personas
muertas y un sinnúmero de damnificados, ya que como toda “guerra no declarada”
hubo todo tipo de trasgresiones a las “reglas de guerra”.
Hace cuarenta y seis años la coyuntura política, social
y económica de Guatemala se desarrollaba en una especie de feudalismo y en
muchos de los casos fincaba su orientación en una seudo-esclavitud,
caracterizada por la obediencia sumisa del pobre ante los caprichos de
los ricos, que dicho sea de paso, eran personas del corte conservador y
habituados a ver materializados todos sus deseos, por cuanto ellos eran los
patrones y todos los demás sus empleados.
Adicionalmente, la mayoría comprendía que vivía en una
“democracia” (porque habían votaciones) de fachada, porque cuando la oligarquía
que detentaba el poder “se le iba la mano” u otro de ellos lograba el apoyo del
Ejército, se producía un Golpe de Estado en contra del gobernante de turno.
Así pues, era la Guatemala de cuarenta y seis años
atrás –para pintar con pocas pinceladas la coyuntura aludida–. Un país democrático
en el cual reinaba una especie de “ley del mejor dotado” (usando algún término
semejante a la Teoría de Selección de las Especies de Charles Darwin), en el
cual gobernaba el mejor dotado económicamente o aquel que lograba contar
(posiblemente “comprando”) con el apoyo de algunos oficiales del Ejército.
Como habrán de deducir todos, era un país donde se
cometían todo tipo de atrocidades y hasta genocidios con la más absoluta
impunidad y descaro, ya que al final de cuentas lo que contaba a la hora de
impartir justicia era el tamaño de la “bolsa a repartir”, o las “amistades
situadas en posiciones clave en el sistema”.
La guerra vino a ser por un lado, la respuesta a tal
degradación social, económica, política y humana, y sus caudillos iniciales se
sintieron hastiados de vivir inmersos en aquella asqueante y denigrante
situación de ignominia generalizada... quisieron buscar un poco de ecuanimidad
en el reparto de la riqueza infinita que posee Guatemala, y lograr un trato más
humano y justo para todos por medio del uso de las armas, ya que quienes
detentaban el poder no se los iban a conceder por ninguna circunstancia.
Por otro lado, la coyuntura mundial estaba en el
apogeo de la “guerra fría” entre capitalistas y comunistas y tanto los unos
como los otros apoyaban de manera indiscriminada a todos aquellos que
decían estar del lado de ellos, y en contra de los otros; todo lo cual llevó al
surgimiento de alianzas entre las partes en conflicto –el Gobierno
(léase Ejército protector de los intereses feudales de los conservadores) con
los capitalistas y la guerrilla (léase los idealistas por los desposeídos) con
los comunistas–; en ambos casos las facciones en disputa, fueron totalmente
aleccionadas para llevar el conflicto en cuestión hasta las últimas
consecuencias; logrando así el involucramiento (directo o indirecto) de dos
superpotencias mundiales en una guerra eminentemente doméstica (ya que la misma
tuvo su origen en la obcecación de un grupo minoritario de personas –los
oligarcas conservadores– en detrimento de una inmensa mayoría de excluidos y
desposeídos por discriminación).
Ciertamente la guerra vivida en Guatemala tuvo
funestas consecuencias para el país y para toda la región, por la incertidumbre
vivida y por el atraso económico que produjo.
Hoy, que llevamos tan solo diez años de la firma de
los Acuerdos de Paz, vemos que se han dado pasos consecuentes para el
cumplimiento de lo pactado, tales los casos de que la guerrilla haya depuesto
las armas y haya surgido a la vida política del país como partido político
legalmente inscrito; que el Gobierno haya creado, una Comisión Presidencial de
Derechos Humanos, una Comisión Nacional de Resarcimiento para las víctimas del
conflicto armado, que se haya promulgado la Ley en contra del Racismo y la
Discriminación (aunque se hayan omitido otras minorías claramente discriminadas
en la sociedad como los y las homosexuales por ejemplo); y que se tenga como
punto prioritario dentro de las metas de Estado la promulgación de un Pacto
Fiscal que aumente la carga tributaria para financiar el funcionamiento de los
diferentes entes creados, etcétera.
Como se puede apreciar, se han dado pasos, pero
aún queda un largo camino por recorrer para lograr la Guatemala que todos
anhelamos. Objetivo que lograremos únicamente con la unión de esfuerzos
nacionales e internacionales, y la solidaridad de todos los seres de buena
voluntad que reconozcan que somos un país completo que reclama su total y
decidido apoyo en este derrotero que escribimos a marchas forzadas, para
insertarnos de manera decorosa en el mundo globalizado actual.
(*)Administradora de Pequeñas Empresas y Teóloga guatemalteca.
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