domingo, 17 de noviembre de 2013

Celibato y pedofilia (20100323)

ORIFICIO

Celibato y pedofilia


Jolie Totò Ryzanek Voldan


Teniendo en cuenta los escándalos recientemente divulgados respecto de sacerdotes que han violado a niños, me parece más que prudente externar una opinión al respecto, por cuanto el conocimiento de tales hechos merece una atención especial. Inicio el análisis con la consideración que quienes lo llevan a cabo debieran ser personas célibes, lo cual implica que no tengan sexo y, en consecuencia ¡que renuncian a ejercer su sexualidad natural!, lo cual es definido como anti-natural, toda vez que el hombre (macho) fue creado para copular mujeres (hembras); lo cual es una parte integral de su ser mismo y suena hasta ridículo que alguien pudiera pensar que no es así (Toda la comunidad científica define al ser humano en su conjunto, como un ser sexuado).
Sin embargo, la Iglesia (institución), arguye que: para que una persona se dedique al servicio de Dios, debe estar lo más “libre” posible de compromisos terrenales, para cumplir de mejor manera las tareas que conlleva el sacerdocio. A modo de ejemplo, pensemos que la situación no sea así y que los sacerdotes fueran casados como cualquier pastor protestante, entonces deducimos que pudieran presentarse algunas situaciones similares a las que describiré a continuación:

·         Deberá sostener económicamente a su familia, lo cual definirá su actuar en términos monetarios como cualquier profesional; consecuentemente, no podrá ejercer la caridad, tal y como fue proclamada por Cristo [N/A: ¿recuerda la parábola de la exigencia hecha a la persona de repartir todos sus bienes entre los pobres, para que luego le siguiera?], ya que deberá velar por la manutención propia y la de su familia.

·         Tampoco podrá acudir a cualquier hora y a cualquier lugar a “consolar” a alguno de sus seguidores, puesto que deberá atender las necesidades de su familia primero [N/A: imagine que se encuentra en el hospital con su consorte en trabajo de parto y llega alguno de sus fieles a solicitar que le acompañe a la casa de un tercero que necesita de su “ayuda” espiritual, ¿qué haría?].


·         Y ¿si la jerarquía “dispone” que sus servicios son necesarios en otro sitio o continente?, ¿deberá irse solo?, ¿quién costeará el viaje?, ¿su acomodo en alguna región inhóspita –como algún país islámico o comunista–?, ¿arriesgaría su propia vida y el bienestar de su familia?, etc.

Como se puede ver, el problema del celibato en el sacerdocio tiene muchas aristas que muchos no han tenido en cuenta al proclamar sin más que: “el celibato sacerdotal debe ser abolido”.
Nuestro problema sugiere, entonces, que “aceptemos” que, en alguna medida, la jerarquía católica tiene razón, y que haya hombres (machos) que renuncien voluntariamente al ejercicio de su sexualidad. Pero, como ya se ha dicho, es una situación completamente anti-natural, que finalmente nos conduce a que algunos de aquellos que así lo aceptaron, puedan “fallar” y sean arrastrados por la “tentación” (en este caso) de romper su voto de castidad, ante “los encantos” de alguna mujer que se enamore de ellos [N/A: yo conozco a varios sacerdotes muy guapos].
Ahora bien, la jerarquía católica debe “aceptar”, igualmente, que como consecuencia de tal determinación, ha perdido (y seguirá perdiendo) gran parte de sus fieles, por “falta de vocaciones sacerdotales” [N/A: justifican ellos], pero lo que realmente sucede es que NO ESTÁ EN LA NATURALEZA DEL MACHO: SER CÉLIBE, por lo cual deberán “encontrar” alguna salida para enfrentar el problema futuro de su desaparición [N/A: Quizá la solución sea la ordenación de sacerdotisas, por cuanto la sexualidad femenina es distinta a la masculina y, contrario a la naturaleza viril, son capaces de brindar más amor –si no fuera así, los varones tendrían y cuidarían de los niños–].
En cuanto al segundo de los términos que titulan el presente (pedofilia), hemos de considerar que si “entendemos” que TODA PERSONA TIENE DERECHO A EJERCER SU SEXUALIDAD, esta surge en su plenitud durante y después de la pubertad.
Por lo cual, los niños y niñas impúberes quedan exentos de tal regla, en cuanto a la cópula, mas no así de otro tipo de manifestaciones [N/A: ciertamente hay “niños gay”, por ejemplo].
Pero, ¿qué decimos del “fomento” que se hace de la “situación ideal” al dejar a nuestros niños al “cuidado” de sacerdotes?, debemos recordar que, en teoría, son personas “contra-natura” que tienen prohibido el sexo, pero ello no implica necesariamente que “no sientan” deseo. Y es aquí, precisamente, cuando sus padres o encargados deben permanecer vigilantes y no pensar que: “porque están con ‘el padrecito’, están seguros”, muy por el contrario, es cuando se encuentran en una situación más riesgosa, porque por su natural inocencia, creerán cuanto les digan (lo cual es la función de la enseñanza doctrinal a que asisten) y no es remoto que por su misma niñez inspiren ternura y se les brinden caricias, las cuales conducen (la mayoría de las veces) al deseo. No del infante, sino del adulto que brinda las caricias, quien debe “entender” que la situación es meramente producto de la propia inocencia del niño y que, en ningún momento, el niño o niña lo está intentando seducir (en el sentido de copular).
El caso de los “niñas y/o niños gay”, parece ser, entonces, el más delicado, por cuanto sus amaneramientos “exigen” una mayor dosis de amor y ternura… en este sentido, se debe tener muy presente que SON IGUALES A TODOS LOS DEMÁS, Y EL TRATO QUE RECIBAN DEBERÁ SER ENFÁTICAMENTE IGUALITARIO PARA TODAS Y TODOS SIN EXCEPCIÓN ALGUNA, más que la realización de una charla en privado con sus padres y/o responsables, en la cual se aborde el asunto de su sexualidad y consecuencias, recordándole esencialmente que al igual que todos, ella o él, TAMBIÉN ES HIJO DE DIOS, Y QUE SI ASÍ FUE CREADO POR ÉL (Dios), SOLAMENTE DIOS SABE POR QUÉ Y PARA QUÉ.
Caemos así en cuenta que el asunto que hemos venido abordando es meramente conductual en los adultos, ya que las y los “niños gay” son excepciones que sirven para confirmar la regla y, nuestro deber es integrarlos de la mejor manera posible a la sociedad discriminadora en que deberán desarrollarse [N/A: acá cabría una seria reflexión respecto a lo proclamado por Cristo en cuanto a la igualdad entre hermanos. Que no se incluye porque nos desviaría mucho del tema que se enfoca].
Finalmente, llegamos a la conclusión que: por un lado, el celibato es necesario para un efectivo servicio a los creyentes; mientras que por otro, es una disposición anti-natural al macho. Que el sacerdocio no suprime la naturaleza de los varones, sino que simplemente “obliga” a que el afectado no ejerza su sexualidad, con lo cual se cae nuevamente, en la situación que: es un asunto meramente conductual.

Ahora bien, el meollo del asunto enfocado en esta entrega, radica en “el escándalo” que provoca el ejercicio de la pedofilia por algunos sacerdotes y que los periodistas paparazis se encargan de divulgar y dar seguimiento, cuando es una situación, de suyo, completamente deleznable; puesto que, aparte de todo lo que se pueda pensar, quienes la llevan a cabo son personas que han sido INCAPACES DE ENCONTRAR UNA PAREJA SEXUAL SIN IMPEDIMENTO QUE LES SATISFAGA SU NATURAL DESEO DE COPULAR, lo cual ya de por sí es un claro síntoma de enfermedad mental, un pecado gravísimo en contra de “los consentidos” de Dios [N/A: recuerde aquello de: “dejad que los niños vengan a mí…] y una ofensa contra la sociedad que, al verse ofendida de tal manera, castiga de forma severa. Pero que, finalmente, es un problema que tiene sus raíces mismas en nuestra propia falibilidad, y que ante la sociedad es, definitivamente: condenable.

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