ORIFICIO
Celibato y pedofilia
Jolie
Totò Ryzanek Voldan
Teniendo
en cuenta los escándalos recientemente divulgados respecto de sacerdotes que
han violado a niños, me parece más que prudente externar una opinión al
respecto, por cuanto el conocimiento de tales hechos merece una atención
especial. Inicio el análisis con la consideración que quienes lo llevan a cabo
debieran ser personas célibes, lo cual implica que no tengan sexo y, en
consecuencia ¡que renuncian a ejercer su sexualidad natural!, lo cual es
definido como anti-natural, toda vez que el hombre (macho) fue creado para
copular mujeres (hembras); lo cual es una parte integral de su ser mismo y
suena hasta ridículo que alguien pudiera pensar que no es así (Toda la
comunidad científica define al ser humano en su conjunto, como un ser sexuado).
Sin
embargo, la Iglesia (institución), arguye que: para que una persona se dedique
al servicio de Dios, debe estar lo más “libre” posible de compromisos
terrenales, para cumplir de mejor manera las tareas que conlleva el sacerdocio.
A modo de ejemplo, pensemos que la situación no sea así y que los sacerdotes
fueran casados como cualquier pastor protestante, entonces deducimos que
pudieran presentarse algunas situaciones similares a las que describiré a
continuación:
·
Deberá sostener económicamente a su familia, lo cual
definirá su actuar en términos monetarios como cualquier profesional;
consecuentemente, no podrá ejercer la caridad, tal y como fue proclamada por
Cristo [N/A: ¿recuerda la parábola de la
exigencia hecha a la persona de repartir todos sus bienes entre los pobres,
para que luego le siguiera?], ya que deberá velar por la manutención propia
y la de su familia.
·
Tampoco podrá acudir a cualquier hora y a cualquier
lugar a “consolar” a alguno de sus seguidores, puesto que deberá atender las
necesidades de su familia primero [N/A: imagine
que se encuentra en el hospital con su consorte en trabajo de parto y llega alguno
de sus fieles a solicitar que le acompañe a la casa de un tercero que necesita
de su “ayuda” espiritual, ¿qué haría?].
·
Y ¿si la jerarquía “dispone” que sus servicios son
necesarios en otro sitio o continente?, ¿deberá irse solo?, ¿quién costeará el
viaje?, ¿su acomodo en alguna región inhóspita –como algún país islámico o
comunista–?, ¿arriesgaría su propia vida y el bienestar de su familia?, etc.
Como
se puede ver, el problema del celibato en el sacerdocio tiene muchas aristas
que muchos no han tenido en cuenta al proclamar sin más que: “el celibato sacerdotal debe ser abolido”.
Nuestro
problema sugiere, entonces, que “aceptemos” que, en alguna medida, la jerarquía
católica tiene razón, y que haya hombres (machos) que renuncien voluntariamente
al ejercicio de su sexualidad. Pero, como ya se ha dicho, es una situación
completamente anti-natural, que finalmente nos conduce a que algunos de
aquellos que así lo aceptaron, puedan “fallar” y sean arrastrados por la
“tentación” (en este caso) de romper su voto de castidad, ante “los encantos” de
alguna mujer que se enamore de ellos [N/A:
yo conozco a varios sacerdotes muy guapos].
Ahora
bien, la jerarquía católica debe “aceptar”, igualmente, que como consecuencia
de tal determinación, ha perdido (y seguirá perdiendo) gran parte de sus
fieles, por “falta de vocaciones sacerdotales” [N/A: justifican ellos], pero lo que realmente sucede es que NO ESTÁ
EN LA NATURALEZA DEL MACHO: SER CÉLIBE, por lo cual deberán “encontrar” alguna
salida para enfrentar el problema futuro de su desaparición [N/A: Quizá la solución sea la ordenación de
sacerdotisas, por cuanto la sexualidad femenina es distinta a la masculina y,
contrario a la naturaleza viril, son capaces de brindar más amor –si no fuera
así, los varones tendrían y cuidarían de los niños–].
En
cuanto al segundo de los términos que titulan el presente (pedofilia), hemos de
considerar que si “entendemos” que TODA PERSONA TIENE DERECHO A EJERCER SU
SEXUALIDAD, esta surge en su plenitud durante y después de la pubertad.
Por
lo cual, los niños y niñas impúberes quedan exentos de tal regla, en cuanto a
la cópula, mas no así de otro tipo de manifestaciones [N/A: ciertamente hay “niños gay”, por ejemplo].
Pero,
¿qué decimos del “fomento” que se hace de la “situación ideal” al dejar a nuestros
niños al “cuidado” de sacerdotes?, debemos recordar que, en teoría, son
personas “contra-natura” que tienen prohibido el sexo, pero ello no implica
necesariamente que “no sientan” deseo. Y es aquí, precisamente, cuando sus
padres o encargados deben permanecer vigilantes y no pensar que: “porque están con ‘el padrecito’, están
seguros”, muy por el contrario, es cuando se encuentran en una situación
más riesgosa, porque por su natural inocencia, creerán cuanto les digan (lo
cual es la función de la enseñanza doctrinal a que asisten) y no es remoto que
por su misma niñez inspiren ternura y se les brinden caricias, las cuales
conducen (la mayoría de las veces) al deseo. No del infante, sino del adulto
que brinda las caricias, quien debe “entender” que la situación es meramente
producto de la propia inocencia del niño y que, en ningún momento, el niño o
niña lo está intentando seducir (en el sentido de copular).
El
caso de los “niñas y/o niños gay”, parece ser, entonces, el más delicado, por
cuanto sus amaneramientos “exigen”
una mayor dosis de amor y ternura… en este sentido, se debe tener muy presente
que SON IGUALES A TODOS LOS DEMÁS, Y EL TRATO QUE RECIBAN DEBERÁ SER
ENFÁTICAMENTE IGUALITARIO PARA TODAS Y TODOS SIN EXCEPCIÓN ALGUNA, más que la
realización de una charla en privado con sus padres y/o responsables, en la
cual se aborde el asunto de su sexualidad y consecuencias, recordándole
esencialmente que al igual que todos, ella o él, TAMBIÉN ES HIJO DE DIOS, Y QUE
SI ASÍ FUE CREADO POR ÉL (Dios), SOLAMENTE DIOS SABE POR QUÉ Y PARA QUÉ.
Caemos
así en cuenta que el asunto que hemos venido abordando es meramente conductual en
los adultos, ya que las y los “niños gay” son excepciones que sirven para
confirmar la regla y, nuestro deber es integrarlos de la mejor manera posible a
la sociedad discriminadora en que deberán desarrollarse [N/A: acá cabría una seria reflexión respecto a lo proclamado por Cristo
en cuanto a la igualdad entre hermanos. Que no se incluye porque nos desviaría
mucho del tema que se enfoca].
Finalmente,
llegamos a la conclusión que: por un lado, el celibato es necesario para un
efectivo servicio a los creyentes; mientras que por otro, es una disposición
anti-natural al macho. Que el sacerdocio no suprime la naturaleza de los
varones, sino que simplemente “obliga” a que el afectado no ejerza su
sexualidad, con lo cual se cae nuevamente, en la situación que: es un asunto
meramente conductual.
Ahora
bien, el meollo del asunto enfocado en esta entrega, radica en “el escándalo”
que provoca el ejercicio de la pedofilia por algunos sacerdotes y que los periodistas paparazis se encargan de
divulgar y dar seguimiento, cuando es una situación, de suyo, completamente
deleznable; puesto que, aparte de todo lo que se pueda pensar, quienes la
llevan a cabo son personas que han sido INCAPACES DE ENCONTRAR UNA PAREJA
SEXUAL SIN IMPEDIMENTO QUE LES SATISFAGA SU NATURAL DESEO DE COPULAR, lo cual
ya de por sí es un claro síntoma de enfermedad mental, un pecado gravísimo en
contra de “los consentidos” de Dios [N/A:
recuerde aquello de: “dejad que los niños vengan a mí…] y una ofensa contra
la sociedad que, al verse ofendida de tal manera, castiga de forma severa. Pero
que, finalmente, es un problema que tiene sus raíces mismas en nuestra propia
falibilidad, y que ante la sociedad es, definitivamente: condenable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario