sábado, 16 de noviembre de 2013

El cangrejo (20100319)

ORIFICIO

El cangrejo

Jolie Totò Ryzanek Voldan

ENTRADILLA:
El camino del “honorable” Congreso de Guatemala y el andar del cangrejo poseen tantas similitudes que la mayoría de las veces coinciden; tanto así que se necesita ser: una total neófita o una completa estúpida para no visualizarlo.


Haciendo un análisis de los logros del Congreso guatemalteco y sus costos, nos damos cuenta que los primeros son tan pocos, mientras que los segundos son, un completo insulto al hambre de los miles de guatemaltecos a quienes dicen servir.
Vemos con mucha pena y vergüenza que hasta la peor dependencia del Estado es más eficiente que él, y que para cerrar con broche de oro, son el arquetipo de la institución más corrupta y politizada que podamos imaginar, ¡y mucho más…!
Realmente, es tal la descomposición y el desprestigio en que ha caído este Congreso/cangrejo que los calificativos y epítetos se quedan cortos para describirlo, calificarlo o cualificarlo… sus integrantes obedecen “ciegamente” las instrucciones que reciben de sus respectivas cúpulas o líderes y se olvidan que fueron electos para velar por el bienestar de la población; se dedican a “darse la grande” y a hacer tan poco o no hacer nada, que no hay espacio suficientemente grande para describir tan monstruoso proceder.
Por si fuera poco lo anterior e, intentando “rescatar” su imagen pública, “idearon” hacer una “entrega de cuentas” periódica para dar a conocer sus logros. Esta última se resume en una enumeración de “arreglos” entre sus diferentes bancadas y el anuncio de la agenda de trabajo a seguir. En dicha “agenda de trabajo”, muy, pero muy raras veces, se contempla la discusión de leyes trascendentalmente INDISPENSABLES para la nación y, cuando sucede, generalmente “se empantanan” las discusiones. Se buscan arreglos, se ceden espacios, se conceden prebendas, se hacen excepciones, se tiene en cuenta la opinión de instituciones que “nada tienen que ver” (como la opinión de las iglesias) con el asunto y, un muy largo etcétera, para que, finalmente, se sometan a discusión del pleno y se apruebe una ley que “nada tiene que ver” con el proyecto original que sí era de beneficio colectivo.
La mayoría de las veces se queda en nada, puesto que son engavetadas, archivadas o desechadas…, pero, ¡eso sí! Los diputados han gozado de salarios, dietas, prebendas, viajes, consultorías, viáticos, etc., todas ¡costosísimas para el pueblo que los eligió!
El meollo del asunto que se pretende analizar es la manera de lograr la constitución de un Congreso que, aunque sus integrantes sean postulados por medio del sistema de partidos políticos, “se olviden” de ello y trabajen para beneficio de la nación, que se alejen de sus creencias, tabúes u opiniones y que simplemente piensen en el bienestar de Guatemala. Que sean lo suficientemente inteligentes para obviar lo obvio (es increíble que tardaron casi medio año en llevar a cabo la elección de dos funcionarios públicos: una la tuvieron que “repetir” y otra la tuvieron que “anular”); y delegar la burocracia intrínseca a su actuar, tal el caso de la aprobación del Presupuesto de Gastos de la Nación y la autorización para la emisión de bonos (¿de cuándo acá son tan celosos de los gastos del Estado y su financiamiento, si son ellos mismos quienes gastan de la manera más desvergonzada e impune?).
El verdadero trabajo del Congreso debe de consistir en “poner al día” lo que realmente le compete, tales los casos de:
·         Llevar a cabo los arreglos y enmiendas a la Constitución, para hacer operativos los convenios ya suscritos y ratificados por el Estado de Guatemala (tal como lo dicta el Derecho Internacional).
·         Derogar todas las leyes que contradigan o contravengan dichos acuerdos internacionales.
·         Promulgar todas las leyes y reglamentos necesarios, para que los acuerdos internacionales ya referidos sean aplicables a la población guatemalteca sin ningún tipo de excepción.


Con lo anterior que se lograra, Guatemala entraría a la lista de los países civilizados que poseen un Congreso y no un cangrejo, ¡carajo!

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