martes, 18 de agosto de 2015

¡Ay Dios! La justicia (20150818)

ORIFICIO

¡Ay Dios! La justicia

Jolie Totò Ryzanek Voldan


Ciertamente nuestro ordenamiento jurídico no es ni por asomo medianamente perfecto, sino parece que hubiese sido hecho adrede para que siempre quedaran las leyes sujetas a la interpretación del juzgador, el juzgado, y toda persona que brinde seguimiento a cualquier caso.

Tenemos vigente una de las constituciones más largas en cuanto a artículos del mundo, y por si ello no fuera suficiente, plagada de lagunas jurídicas fundamentales en unos casos, y en otros casos regulando hasta lo que no le es propio a su esencia.

Uno de los casos más dramáticos es que está al inicio del preámbulo de su texto, cuando dice: “Invocando el nombre de Dios” y luego, en ninguna parte de la definición del Estado indica si el Estado que constituye y define, es laico o religioso.

Estudiosos del texto afirman por un lado que es algo que no está definido completamente y que como en el apartado referido a la educación se dice que “es laica, obligatoria y gratuita”, se colige que el Estado también lo es… ¡Resulta que una parte define al todo!, “aunque usted no lo crea”.

Entre los primeros artículos de ella, también se dice que “Atendiendo a los principios espirituales”… ¿Acaso no hay ciudadanos ateos y de un sinfín de denominaciones religiosas y sectarias? ¿Qué principios espirituales habrá que aplicar?, etc.

Es por esto que la justicia en Guatemala funciona no para todos, sino para quien puede pagar más a abogados “retuerce leyes” inescrupulosos o en sobornos. Ya no digamos si tiene algún “conecte” en el sistema que le apoye mediante el tráfico de influencias, siendo por ello que los llamados delincuentes de cuello blanco, indefectiblemente salen bien librados de cualquier litigio judicial, porque como reza el refrán: “Quien tiene más saliva, traga más pinol”.

Pero también hay delincuentes reincidentes y hasta de alta peligrosidad que salen prácticamente indemnes de los procesos entablados de oficio en su contra “por falta de pruebas”, puesto que los fiscales del Ministerio Público tienen tantos casos a su cargo, que son completamente incapaces de conducir una investigación completa y exhaustiva de cada caso, dentro de los períodos legales establecidos.

Vistas así las cosas, lo conveniente sería hacerlo todo de nuevo, como clama la sociedad, al haber sido llevada al hartazgo por el latrocinio y cinismo descarado de los funcionarios del actual gobierno, pero resulta que “no se puede”, porque el sistema legal vigente está blindado para mantener actual estado de cosas, que nos ha traído a donde hemos llegado como pueblo, pueblo que ve cómo los funcionarios de turno se convierten en millonarios, a costa de esquilmar inmisericordemente el erario nacional y que las necesidades básicas como alimentación y salud quedan sin fondos para atender en lo mínimo a la población.

Y nos topamos con un sistema de justicia no solo obsoleto, sino con lagunas y entuertos gigantescos que obtiene en su conjunto, el mantenimiento de las cosas como están y fomenta la impunidad a todo nivel.

La reforma que pide y exige el pueblo es totalmente legítima, porque visto está que no es uno ni dos a quienes no alcanzan los brazos de la ley, precisamente, por las razones ya consideradas.


Un Estado en su conjunto no puede existir si no posee normas claras que regulen la convivencia de sus integrantes y sin la existencia previa de sus fines y propósitos, entre los cuales no debe existir ningún otro interés o creencia que no sea exclusivamente laica.

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