ORIFICIO
Hacia
las elecciones
Jolie Totò Ryzanek Voldan
Es indudable que cada evento electoral es diferente de
los anteriores, por cuanto cambian los electores, los candidatos, el ente
fiscalizador de ellos y el innegable avance de la tecnología que nos brinda
aspectos del evento que antes ni soñábamos.
Las próximas elecciones en Guatemala poseen algunos
ingredientes “extra” a los ya descritos, porque se desarrollarán en medio de
una coyuntura social completamente sui
géneris, puesto que fueron programadas antes que el descontento que cada
cual guardaba para sí se hiciera visible y aflorara generalizadamente.
Pareciera ser que alguna mano maquiavélica hubiese
planeado todo tan cabal y sin ningún fallo, para qué los acontecimientos se
sucedieran en un orden tal que las próximas elecciones se tuvieran que llevar a
cabo en el peor de los marcos posibles. Inicialmente, la población se molestó
por las poco transparentes elecciones de miembros del ente regulador de ellas
(el Tribunal Supremo Electoral –TSE-); los magistrados titulares y suplentes de
la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y de las salas de Apelaciones y, para cerrar
con broche de oro, la elección de la Junta Directiva del Congreso… Considero
que nadie había caído en ese momento en el trasfondo de tal actuar, y lo veían
como “parte de lo mismo que siempre ocurre solamente en Guatemala”, nadie
imaginaba siquiera, que se había perdido la esperanza de apelar a cualquier
instancia legal para hacer cualquier reclamo por las elecciones, por el sistema
y por los juicios a funcionarios… ¡Fue una movida magistral!, porque aunque se
acudiese a cualquier instancia legal, nada, absolutamente nada que perjudicara
a la clase en el poder ocurriría.
Y pasó: pues después de un fuerte pulso entre la sociedad
y la comunidad internacional contra el gobierno, el mandato de la Comisión
Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) fue prorrogado, puesto
que esta entidad por no ser parte oficial del Estado, escapó al control de la
mafia gubernamental, merced también de su carácter internacional.
A los pocos días de haber sido prorrogado su mandato, la
CICIG y el Ministerio Público (MP) destaparon varios escándalos legales que
salpicaban a las más altas autoridades gubernamentales y el descontento popular
afloró exigiendo el enjuiciamiento de los involucrados, y la renuncia de los
funcionarios al más alto nivel.
Hubo algunas renuncias, destituciones y fugas de
involucrados en los escándalos de marras, pero el descontento siguió, porque
hasta ese momento, el pueblo cayó en cuenta que en Guatemala no se podía hacer
valer el imperio de la ley, porque las personas encargadas de impartir justicia
tienen toda la discrecionalidad para trabajar a velocidad de gobierno (lento,
parado y despacio) y cuando emiten finalmente algún veredicto, este puede ser
apelado ante otro juez, ante la Corte de Apelaciones, ante la CSJ y ante la
propia Corte de Constitucionalidad, para que finalmente, los procesos de
antejuicio lleguen al Congreso, quien debe conformar una comisión pesquisidora
y cada uno de sus integrantes, puede ser cuestionado en todas las instancias ya
descritas (¡De verdad que parece broma, pero no lo es!)… hasta que finalmente,
la susodicha comisión pesquisidora rinde su informe al pleno de diputados que,
para poder votar el retiro de la inmunidad a cualquier funcionario, debe
hacerlo por mayoría calificada (105 de 185 votos posibles).
Así que ante tal situación de “frustración ciudadana”,
nos guste o no, deberemos asistir al próximo evento electoral a elegir
nuevamente a nuestras autoridades, con la única esperanza que quien resulte
electo(a) interponga sus buenos oficios, para implementar los deseos
ciudadanos, y el nuevo Congreso logre conseguir la voluntad política de todos
sus integrantes para que valientemente dispongan convocar a una Asamblea
Nacional Constituyente que cuando sea electa interprete el sentir ciudadano,
mientras el Congreso se disuelve.
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