EDITORIAL
¡Hoy más que nunca!
Guatemala necesita el concurso de todos sus ciudadanos
para salir de la crisis institucional y financiera en que nos ha sumido el
actual gobierno, toda vez que es
conocido su deplorable actuar institucional y el delictivo proceder de muchos
de sus funcionarios.
Realmente hemos llegado donde nunca antes habíamos
llegado, en cuanto al nivel de endeudamiento que, aunque hay muchos países en
peores circunstancias (Grecia, España o Argentina, por mencionar solamente
tres), no quiere decir que sigamos por el mismo camino durante el próximo
gobierno, simplemente, porque “hay que seguir ordeñando a la vaca”.
Es tiempo ya que pensemos en revertir este estado de
cosas y pensemos, inicialmente, que debemos “pagar la factura” que nos dejará
este desastroso y delictivo gobierno.
En tal sentido, el llamado primario es a que ejerzamos
nuestro derecho al voto, porque de esta manera elegiremos a nuestros futuros
gobernantes, y en la medida que hagamos una buena escogencia, en esa misma
medida podremos esperar que haya la esperanza de lograr el cambio que la
ciudadanía exige. Que el Estado pueda ser reestructurado, para que haya la
suficiente fiscalización y controles, y no nos vuelva a pasar lo mismo.
Para lograr ese anhelado cambio, debemos partir de la
premisa que es necesario que haya quien esté al mando del barco llamado “Guatemala”,
para que tome el timón y lo guíe en función de la voluntad popular y acorde a
las necesidades de la mayoría.
Ciertamente necesitamos que haya alguien al mando,
cuando menos para que se puedan hacer los cambios que se quedarán “pendientes”
ante la proximidad de las elecciones, puesto que hay suficientes alternativas
para que el pueblo escoja y disponga quién será el candidato de su preferencia.
Lo que no se vale es fallarle en este momento a la
patria no votando, anulando o votando en blanco. Porque esto solamente nos lleva
a que gane quien lleve más “acarreados” a las urnas o quien haya regalado más.
Hoy más que nunca necesitamos que los guatemaltecos
votemos válidamente, para contrarrestar los votos de los “acarreados” y de
quienes no asistirán a votar, pensando que su actitud de abstención será tomada
como algo relevante al momento del conteo final, porque no será así.
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