EDITORIAL
Vamos paso a paso
Los escándalos conocidos
recientemente a lo interno de la mal llamada clase política guatemalteca, han
sacudido de tal forma a la población que le han conducido al hartazgo de toda
ella, propiciando que la voz del pueblo saliera espontáneamente a las calles a
expresar su descontento con tal estado de cosas.
Los motivos sobran, porque
los males de nuestro pueblo no disminuyen, sino se acrecientan año con año,
merced del índice de inflación interanual, mismo que se ha ido acumulando,
mientras que las fuentes de empleo disminuyen o se mantienen, llevándonos a la
fecha a exhibir un vergonzoso índice del 40% de desempleo de la Población
Económicamente Activa (PEA), que al no tener oportunidades migra o debe
delinquir para sobrevivir, cuando menos.
Si a lo anterior sumamos
que los desaciertos en materia de inversión social de los gobiernos se han
sucedido como cascada durante los últimos años, y vemos que los funcionarios se
enriquecen cada vez más (aunque no tanto como los verdaderos dueños del
capital, que ni siquiera viven en el país), el panorama luce cada vez más
sombrío.
Lo anterior, sumando al
monumental saqueo del erario nacional ha generado el caldo de cultivo ideal para
que el pueblo esté al borde de una revuelta popular, que no se ha dado,
precisamente, por la carencia de un líder auténtico que los represente y con
quien se sientan identificados. En tal sentido, es de expresar que nos hemos
salvado por nuestra propia incompetencia, aunque el problema cada vez se
agudiza y el descontento crece.
Hemos de pensar que todo
este acontecer nos ha unido como población en el descontento, pero igualmente,
hemos de reconocer que lo poco que se ha propuesto es completamente improbable
que sea autorizado legalmente, porque hemos y estamos completamente inmersos en
las redes de la mafia que nos gobierna actualmente, y desea perpetuarse en el
poder a toda costa mediante el empleo de
todas sus influencias y el poder que detentan.
El problema es que no
podemos esperar resultados diferentes si seguimos haciendo siempre lo mismo y,
por ello es que se desea cambiar un sistema que ya no funciona para el pueblo,
sino propicia la corrupción y protege a quienes la efectúan.
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