jueves, 13 de agosto de 2015

Editorial 3 (20150812)

Editorial
El voto nulo

Es indudable que la situación preelectoral presenta un panorama complicado, por cuanto la población ya no quiere a ninguna persona que tenga algo que ver con el presente o pasado político, ya que los escándalos de corrupción, abuso de autoridad, prepotencia y un enorme etcétera han dado como resultado que todo mundo esté desencantado con los actuales candidatos a puestos de elección popular.
Como si lo anterior fuera poco, resulta que el enorme abanico de posibilidades de elección viene a complicar más la decisión de los votantes y muchos, han optado por “tomarse las cosas con calma”, lo que en Guatemala resulta en no hacer nada ni tomar el asunto con la mínima seriedad e importancia.
Pero en la actual coyuntura política significará mucho, porque aunque ya sabemos que habrá una gran cantidad de ciudadanos(as) empadronados(as) que no asistirá a votar y que quienes lleguen a votar, votarán mayoritariamente nulo o en blanco, ello en su conjunto deslegitimará a quien quiera que resultare electo(a), porque obviamente, aunque obtenga la mayoría más un voto necesaria, esa misma mayoría será verdaderamente mínima si se compara con la suma de los votos que en realidad debieron haberse realizado y repartido entre los participantes.
Paralelamente, existe una iniciativa de ley en el Congreso que podría ser remotamente aprobada y legalizaría la validez del conteo de votos nulos y en blanco al final, para definir si el o la candidata(a) obtiene más votos que los nulos y en blanco para declararle ganador(a) o no.
Así las cosas, dimensionamos que el voto nulo en las próximas elecciones tendrá un enorme peso y es por ello que nos preocupa la actitud ciudadana de “no dar importancia” a su voto en las próximas elecciones, por cuanto si no van a ejercer su sufragio, lo anulan o lo dejan en blanco, estarán favoreciendo al candidato(a) que resulte ganador(a), ya que serán menos los votos que necesitará para lograr tal objetivo, incluso en primera vuelta.

Es imperativo pues, que tomemos consciencia de esta situación y la dimensionamos como debe ser, para manejarla con inteligencia y pensando en romper el esquema que tradicionalmente hemos vivido en elecciones pasadas, cuando termina siendo electo(a) la persona menos idónea y menos capaz para ejercer el cargo. 

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